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Por qué la aparición del “loco” Javier Milei interpela a los políticos

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Unos y otros le temen. No lo entienden. Lo atacan. Y pierden.
Unos y otros le temen. No lo entienden. Lo atacan. Y pierden.

Javier Milei es un verdadero misterio, por donde se lo mire. Nadie sabe qué piensa realmente, ni tampoco cómo hace para tener tanta llegada con los más jóvenes. Menos aún qué es lo que hará —o dirá— en los próximos cinco minutos. Más aún: ¿Cómo llegó a ser el candidato más votado el último domingo?

 

Ello inquieta a los políticos tradicionales, porque los interpela. Les muestra que están haciendo las cosas mal. Y los enfrenta con los que podrían ser sus eventuales votantes.

La prueba la aportó el propio economista liberal cada vez que motorizó algún acto. ¿Quién logra semejante convocatoria? ¿Quién consigue juntar miles y miles de personas en un lugar público?

Radicales y peronistas —y los otros también— se sienten perdidos por completo. ¿Cómo competir contra un fenómeno semejante? ¿Cómo captar el voto de aquellos jóvenes que han sido hipnotizados por “el loco” Milei, como le dicen?

Unos y otros intentan erosionar su figura, buscan inconsistencias en su discurso —incluso las encuentran— pero no logran hacerle mella. Todo lo contrario: Milei sigue creciendo en las encuestas. Cada vez más. 

Los políticos tradicionales lo destrozan, dicen que es una cáscara vacía. Y solo logran que capte la atención de más y más personas. Que se traducen en futuros votos.

Milei incluso se mofa de los referentes de fuste, los llama “la casta” y los acusa de “ladrones”. Y, mientras los políticos enfurecen, sus seguidores deliran al escucharlo. Y, lo peor, le creen.

La clase política no sabe qué hacer. Sin embargo, la situación es peor aún: no entienden cómo no lo vieron venir. ¿Lo subestimaron? Probablemente.

Como sea, ahora mismo, en lugar de pensar en todo ello, oficialistas y opositores deberían analizar qué es lo que han hecho mal. Porque, hay que decirlo, Milei es la consecuencia directa de los “pecados” de unos y otros.

¿Realmente habría surgido su figura si la política hubiera hecho las cosas como corresponde?

No obstante, Milei es una circunstancia, acaso una anécdota. Podría haber sido él o cualquier otro el que asomara y captara la atención de los jóvenes.

Lo relevante es el descontento popular, del cual el economista liberal es solo un “vehículo”, tal vez el mejor de todos.

Ello debería ser una invitación para que los apolillados políticos avancen en una severa introspección y analicen sus propios actos. Ver qué hicieron bien y qué hicieron mal.

Y tratar de contestar la pregunta del millón: ¿Por qué jóvenes y no tan jóvenes les empiezan a dar la espalda?

Quién encuentre primero la respuesta, tal vez pueda empezar a pensar en competir con Milei. Y con algún que otro loco que aparezca en el futuro.

 
 

30 comentarios Dejá tu comentario

  1. Ya que Petrosino sacó a cuento la historia. Los gobiernos argentinos siempre fueron un desastre. Se endeudaron mucho y mal, y pagaron peor. Indultaron y privilegiaron a todo criminal que se nos cruzó, sea mapuche, tres veces, o nazi o terrorista montonero. Decepcionados por los ingleses buscaron de modelo a Alemania a finales del siglo diecinueve. Fue aliado en la primera guerra y lavador hasta los setenta del siglo veinte. Mala época y mala elección, porque el nazismo no era partidario del comercio sino del robo. Se metieron en cuanto negocio sucio pintó: lavado del oro nazi, tráfico de armas siempre, venta de tecnología para espiar telefonos, lo que sea. Encubrieron al menos tres atentados de grupos que protestaban por quedar afuera de algún negociado con armas. No son los yanquis como dice Petrosino, nunca fueron los yanquis. Pais motochorro dijo Asís, pero no era el país, es el gobierno.

  2. Exigente, el estado no es un prestador de servicios. Un mandato constitucional no es una locación de servicios porque implica más deberes y responsabilidades que un servicio. Repase las bases legales de la prestacion de servicios y verá la diferencia. Un servicio se presta con aporte de medios y tiempo, el resultado y la calidad quedan a definir sobre la marcha con el cliente según las circunstancias. Tal vez esa confusión sobre los deberes del estado y del gobierno, es lo que nos hace claramente un estado fallido..

  3. En pocas palabras, in servicio de salud no es medicina; un servicio de justicia no es justicia ni mucho menos uno de los poderes de la republica; un servicio de vigilancia no es policía. Un servicio es como en las propagandas de vitaminas suplementos y cosmeticos, algo que ayuda a mejorar una situación, o a reducir un problema. Por otra parte, un mandato recobe recirsos y mando y eso se entrega a cambio de responsabilidad y compromiso con los resultados.

  4. Corrijo. Por otra parte, un mandatario recibe recursos y mando, y eso se entrega a cambio de responsabilidad y compromiso con los resultados.

  5. Por eso, el hecho de pensar el estado como una aspiradora de recursos infinitos en busca de objetivos abstractos e indefinidos es una de las atrocidades que es necesario detener lo antes posible. Por eso esto no se arregla solo con un ajuste de los gastos sino con bajar a la realidad las funciones y objetivos del estado y las pretensiones delirantes de la politica. Lo.minimo que hay que entender es que el delirio imposible es la presente adicción al gasto y la soberbia mesiánica de la politica, y no su diagnóstico y tratamiento.

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