Mucho se ha hablado de la independencia de la prensa, dando por descontado que la prensa debe ser independiente. Resulta obvio que la prensa debe ser independiente: debe ser independiente del poder, pero no necesariamente de las ideas.
Es más, lo que la Constitución quiso garantizar es que cualquier argentino pudiera publicar sus ideas por la prensa. Y para publicarlas hay que tenerlas, de modo que la “independencia de la prensa” no quiere decir que la prensa no deba tener ideas o que constantemente deba hacer un esfuerzo -hasta antinatural- para parecer “independiente”.
Esa independencia (esto es tener ideas propias) puede hacer que en un momento dado las ideas de alguna prensa coincida con el sesgo de un gobierno. ¿Deja de ser “independiente” esa prensa por esa coincidencia? ¡Pues, claro que no!, en la medida en que, cuando el gobierno haga cosas que a juicio de esa misma prensa -justamente- lo corran de su eje, lo marque y lo subraye.
Pero cuando el gobierno se mantenga firme al lado de las convicciones que lo llevaron al poder y que fueron votadas por la sociedad, no debe haber temor en manifestar el acuerdo o las coincidencias.
Pero la prensa libre para ser realmente libre debería tener otro patrón de comparación también. Y ese patrón es el que surge de comparar la realidad contra lo que aquí llamaría “escenificación de la independencia”.
Voy a dar un ejemplo concreto para que esto se entienda mejor. Ayer el vocero presidencial, Manuel Adorni, dijo que la posición del gobierno respecto de la planta de empleados del gobierno nacional era clara: quien trabaje realmente y agregue valor al desempeño del Estado no tiene por qué preocuparse ya que su lugar está asegurado.
Distinto es el caso de lo que Adorni definió como “empleo militante” que sí será revisado y ajustado para eliminar todos aquellos puestos que hubiesen sido creados para satisfacer una demanda política. Más claro échale agua.
Sin embargo -pese a que ninguna persona que viva en la Argentina puede tener dudas sobre lo Adorni dijo y, fundamentalmente sobre lo que Adorni quiso decir- la eterna necesidad de la prensa de parecer independiente llevó a algún periodista a volver a preguntarle con tono desafiante hoy sobre la cuestión del “empleo militante” para que el vocero aclarara qué entendía por él.
La respuesta de Adorni y, principalmente, su tono no pudo ser mejor: con esa particular música que el español le da a las obviedades, el vocero dijo que el empleo militante es el que se crea sin ninguna vinculación con las necesidades del Estado sino con la única intención de colocar adherentes políticos (y esto lo digo yo, no lo dijo él) para remunerar lealtades partidarias o con la aviesa intención de dejar plantadas quinta-columnas que hagan más difícil una administración de distinto signo político.
Pero Adorni agregó algo más. Dijo que esa era una noción elemental de justicia para con los argentinos que de una u otra manera fondean el Tesoro Público y que, en muchos casos, no tienen para comer. El kirchnerismo entregó el país con 20 millones de pobres y 5 millones de indigentes. Aquellos talibanes de la “Justicia Social” deberían meterse la defensa del “empleo militante” en el culo y llamarse a silencio por un buen rato. Si creen que hay espacio para hacerse el gallito y salir a defender a unos cuantos vivos que encontraron el curro de vivir sin trabajar a costa del que vive en el barro, están muy equivocados.
¿Incluye toda esta bravata a los periodistas? ¡Pues claro que los incluye! Ellos por el acceso que tienen a la información deberían ser los primeros en saber las trapisondas que ha hecho el kirchnerismo -no solo en la exageración de los últimos meses- sino durante todo su gobierno, dándoles “empleo público” a sus más ciegos militantes.
Entonces esas “preguntitas” con tono amenazante como si allí emergiera un adalid de la defensa de los empleados del Estado, deberían ir archivándose. ¿Qué los periodistas tienen derecho a hacerlas? Sí, por supuesto. No estoy sugiriendo aquí ninguna iniciativa que implique una censura.
Lo único que digo es que el país no está para que algún desubicado pretendiendo dársela de Don Quijote de la Mancha en defensa de los “amenazados” desconozca lo que todo el mundo sabe y lo que ha sido gran parte de la matriz de malicia del kirchnerismo.
La sociedad no puede financiar agentes encubiertos, solo puede financiar servidores públicos dispuestos a facilitar la tarea que los ciudadanos tienen cuando deben ocuparse de sus propios problemas.
Esa idiotez subliminal de hacerse el épico tras el disfraz de “incomodar al poder” no siempre es señal de la independencia de la prensa. Los periodistas deben ser un aguijón molesto, pero no pueden negar la realidad cuando esta es notoria y evidentemente superior a la independencia.
Ese papel de cuarta actuando una equidistancia fútil y retorcida también apareció en muchos personajones de la profesión durante la presidencia de Mauricio Macri. La treta preferida allí (supuestamente para que la gente no los creyera chupamedias del Presidente) fue la constante pretensión de igualar lo que había hecho el gobierno kirchnerista con lo que estaba haciendo Cambiemos. Ya sabemos cuál fue el resultado de aquel esmeril.
Les pido a mis colegas que no empecemos de nuevo. El Presidente Milei y su gobierno van a cometer errores, como todos los cometemos. Pero, por favor, no igualemos ni plantemos quijotadas ridículas cuando todos sabemos cómo son las cosas.
Terminemos con el verso sensiblero de defender “trabajadores” cuando hasta el más ignorante sabe que esos “empleados” de “trabajadores” solo tienen el nombre y el sueldo. El ingreso de una persona es la consecuencia directa de su trabajo. En el caso de los empleados públicos ese ingreso lo paga la sociedad: no hay plata para pagar infiltrados.
Y no hay paciencia para con quienes, vistiéndose de adalides de la libertad de prensa, pretendan desconocer la ley de gravedad.