Finalmente, Javier Milei defeccionó de sus propios principios. Terminó negociando con la “casta”, modificó la voluminosa ley que juró que no cambiaría, e incluso creó nuevos impuestos. Hay que recordar que, hace apenas unos meses, había dicho que antes de hacer algo así se cortaría un brazo. Literal.
El carácter del presidente libertario ha demostrado ser más versátil de lo que aparentaba en un primer momento. No es ningún buen síntoma. Porque aquellos que lo votaron lo hicieron sobre la base de aquellas promesas. Que ahora quedaron sobre el bidet. Charly García dixit.
Su falta de pericia respecto del manejo del Poder Ejecutivo es clara y ostensible. Lo demostró al momento de enviar el mamotreto llamado “Ley Ómnibus” al Congreso Nacional. Mezclando tópicos relevantes con cuestiones totalmente ingravitantes. A riesgo de perder el acompañamiento de los legisladores.
Idéntica situación sucede con el voluminoso DNU 70, que cruza artículos de enorme importancia con otros que carecen de sentido.
Ello explica la ensalada que se vive en estas horas en el Congreso Nacional, donde se discuten biblias y calefones, como si fueran igual de relevantes.
Esos pifies de Milei se trasladan también a sus declaraciones y posteos en redes sociales. Con provocaciones permanentes a aquellos con los cuales debe acordar. Nada más desatinado, más aún cuando su gobierno es aún muy débil. Sobre todo a nivel parlamentario.
La construcción de su propio poder se dará al paso de los próximos meses, pero aún está lejos de ello. Por eso debe cuidar todo lo que hace y dice.
Néstor Kirchner fue uno de los que más pericia demostró a la hora de potenciar el débil gobierno que le tocó en suerte en 2003. Eligió a los enemigos precisos y, aunque se puso en un lugar forzado de la historia respecto de los derechos humanos, consiguió blindar su gestión.
Milei no parecería tener la misma virtud, sino todo lo contrario. Por caso, podría haber dado un enorme batacazo si se hubiera animado a investigar la corrupción kirchnerista. Las planas de los diarios hablarían de ello, no solo del ajuste que lleva adelante.
Sin embargo, decidió hacer “tabula rasa” para con el gobierno más corrupto de la historia, en el contexto de un pacto que aún hoy no queda del todo claro. Pero es elocuente y ostensible.
Basta ver la cantidad de funcionarios K que persisten en ocupar lugares importantes de poder. En la AFIP, la Aduana, la AFIP, y otros organismos. Casi todos hombres del massismo.
Así y todo, los seguidores mileístas insisten en deglutir sapos y defender a capa y espada a su líder. Sin darse cuenta de que, muchas veces, la sana crítica ayuda más a una gestión que la infundamentada adulación.
Sería deseable que todos esos fanáticos lo descubran antes de que sea demasiado tarde. Aún están a tiempo.