Andrés hizo un repentino silencio. Mientras revolvía su café, miró a ambos lados del bar y luego clavó su mirada en la mía. “Hay algo que nunca te había dicho”, anticipó.
Estábamos en un lugar escondido de Mendoza, o no tanto, hablando sobre mi libro “Massa confidencial”, que fue publicado por su prestigiosa editorial, Hojas del Sur.
Mi ansiedad por escuchar lo que tenía que decir, no me dejó esperar. “¿Qué es lo que querés contarme, Andrés?”, lo interrogué.
Tomó un sorbo de su café y me reveló: “Cuando estábamos imprimiendo tu libro, recibimos dos aprietes para que no lo hiciéramos”. Acto seguido, se explayó: “La primera vez se trató de un llamado a mi teléfono celular, donde me amenazaron para que no lo publicáramos”.
Antes de que pudiera expresar mi asombro, Andrés prosiguió: “Yo no tomé real dimensión del asunto en ese momento, pasado un tiempo caí en la cuenta de lo que había pasado”.
Luego contó el segundo hecho: “Me llamó un empresario muy importante, importantísimo, cuyo nombre prefiero no mencionar, y me pidió lo mismo, que no se imprimiera tu libro”.
Lo revelado por Andrés me dejó pasmado, porque jamás había imaginado que mi obra de investigación hubiera sido pasible de apriete alguno. Aún cuando la mujer de Sergio Massa, Malena Galmarini, me inició un juicio por lo allí publicado.
A esta altura, todo ha quedado como lo que es: una risueña anécdota de café. Por eso la cuento sin mayor dramatismo. Del cual carece.
Debo mencionar, sí, que mi interlocutor es Andrés Mego, titular de Hojas del Sur, una de las mejores personas que conocí en mi vida. Por eso, terminamos siendo amigos. Era inevitable.