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La inmolación del kirchnerismo

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LA ENCRUCIJADA DE LAS CACEROLAS
LA ENCRUCIJADA DE LAS CACEROLAS

"Es como si se tiraran combustible encima de ellos mismos cada vez más". Son las palabras que una fuente gubernamental —una de las pocas que aún queda en pie— obsequió a este periódico en relación a la sordera el matrimonio Kirchner.

 

Es la situación que perciben, no sólo aquellos que están en la vereda de enfrente del gobierno, sino también los que comparten su dogma. El kirchnerismo se encierra en sí mismo y no acepta que puede estar equivocado en algunas de sus medidas de gobierno. ¿No se asemeja esto a un totalitarismo de diccionario?

Miles de personas pidieron un gesto al son de cacerolas y bocinazos frente a la Quinta de Olivos y sólo recibieron el más crudo silencio por parte del oficialismo. Peor aún, la confirmación de que el innecesario acto del miércoles 18 de junio se hará sí o sí. Ya ni siquiera los intendentes y gobernadores adictos al régimen toleran tanta desidia K. Esta tarde, en el marco de un acto en la Casa Rosada, una docena de ellos le pedirá al matrimonio presidencial que revea la posibilidad de suspender semejante provocación.

Anoche, en la soledad más elocuente, sólo dos funcionarios escuchaban a Néstor Kirchner, los impresentables Julio de Vido y Carlos Zanini, ministro de Planificación y secretario Legal y Técnico, respectivamente. Ni siquiera el vicepresidente Julio Cobos acepta incendiarse a sí mismo por algo que nunca valió la pena.

Se esperan días de ruptura, especialmente entre el kirchnerismo y los intendentes del conurbano bonaerense —incluso con el siempre fiel jefe de gobierno de Florencio Varela, Julio Pereyra—, a lo que se suman gobernadores y hasta los pacientes radicales K. Ninguno está conforme con lo que pregona el gobierno y ya ni siquiera hay dinero en la "caja oficial" para callar a los más rebeldes.

Parte de la desesperación de Néstor radica en ese punto: no hay billetes para comprar más voluntades. Y las voluntades sólo se alimentan de papel moneda, jamás de dogmática lealtad.

¿Cuánto más defenderá el impresentable Luis D'elía al gobierno sin dinero de por medio? ¿Cómo decirle a los intendentes y gobernadores que, a pesar de tanta defensa pírrica, no hay billetes para retribuir sus favores?

Insulta Jorge Capitanich en estas horas, se inmoló para nada. Recibió una primera partida de dinero, pero no hay más. La caja está deshidratada por completo. Ahora no tiene, ni dinero, ni el apoyo de pueblo chaqueño.

Lo mismo temen la mayoría de los gobernadores que siguieron ciegamente órdenes desde Puerto Madero. Nada es lo que solía ser, ni siquiera las oficinas de Puerto Madero, las cuales debieron ser mudadas por el ex Presidente en funciones.

"¿Valió la pena?", se preguntan aquellos que apoyaron la escalada oficial. Conocen la respuesta, pero temen enfrentarse con el espejo de la realidad. Mejor pensar en otra cosa, total la gente olvida pronto. ¿Acaso alguien se acuerda del "que se vayan todos" del año 2001?

El gobierno ignora a la sociedad, pero no desconoce lo que sucede. Mastican vidrio, pero no lo tragan.

Sabe el kirchnerismo que la manifestación de anoche fue la más importante de los últimos años, superando incluso a lo sucedido en el año 2001. Es que la coyuntura actual es diferente a la de aquel año y los indicadores macroeconómicos son más que favorables a la Argentina. Nada tiene sentido en ese marco.

Si la mera convocatoria a una marcha para el día de mañana provocó semejante revuelta popular ¿qué pasará cuando ocurra el acto propiamente dicho? ¿Es que acaso el kirchnerismo realmente busca que haya incidentes violentos para justificar el desgobierno de Cristina?

La sociedad ya no tolera a personajes de la talla de Luis D'elía, Emilio Pérsico o Guillermo Moreno provocando con insolentes epítetos a espontáneos manifestantes, mientras ningún fiscal "de oficio" se apresta a actuar.

¿No es Moreno el mismo de la manipulación del INDEC? se preguntan algunos. ¿No es D'elía el que tomó una comisaría por asalto? se preguntan otros en medio de un gran fastidio por las contradicciones de estos impresentables.

A no sorprenderse, las preguntas que hoy se hace la sociedad sólo son retóricas, todos conocen las respuestas. Nadie duda acerca de quiénes son los culpables del desabastecimiento, el saqueo del país, las mentiras en los índices oficiales, la entrega total a los empresarios amigos, los millonarios sobreprecios en la obra pública y demás desaguisados.

La sociedad conoce a quienes han destruido las esperanzas de un futuro promisorio... sabe, mal que les pese a algunos, que no ha sido justamente la gente del campo.

 

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