El tipo mira los diarios y sonríe. Camina hacia el living y mira las noticias en la televisión. Su alegría no puede ser mayor.
Aún así, el asombro de Carlos es todavía más grande que su satisfacción.
No puede creer que la gente haya tomado en serio su propuesta de volver a ser Presidente.
Mientras observa una foto de su hijo fallecido, Carlos rememora algunos momentos de su lejano pasado y recuerda la promesa hecha a sí mismo de volver a ser primer mandatario para demostrar que la gente no tiene memoria.
Su mente no deja de pensar:
-Los que me votaron, ¿no se acuerdan acaso de la cantidad de estragos que hice?
-¿No se acuerdan del contrabando de armas?
-¿No se acuerdan de los atentados a
-¿No se acuerdan de las valijas de Amira?
-¿No se acuerdan de la deuda externa y la entrega del país?
-¿No se dan cuenta que hoy tengo mucho más dinero que antes y que no lo puedo justificar?
Carlos se dirige a la ventana. Mira al cielo y piensa en lo extraño de la conducta de la gente.
No sabe cómo interpretar la voluntad de esas personas a las que ha estafado moralmente y aún así lo han elegido.
No sabe qué hacer para abrirles los ojos y no puede ser evidente en sus propósitos.
Sólo le cabe un pensamiento dentro de su cabeza, mientras camina a su habitación: “Que se jodan, tal vez aprendan en los próximos cuatro años”.
Quién sabe.
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