Yo estuve ahí cuando murió la Navidad. Fue el mismo día en que murió la esperanza.
Tal vez fue coincidencia, tal vez no, pero estoy realmente seguro de que las cosas ya no volverán a ser como eran.
El duelo puede observarse en las calles de cada ciudad: los hogares y los negocios ya no reflejan la alegría de antaño.
Y la tristeza de la gente es un elocuente signo de que la muerte ha llegado finalmente. Es una tremenda sentencia, pero es verdad: la navidad ya es historia.
En lo personal, nunca supe el significado de la palabra navidad. El otro día se lo pregunté a mi amigo Gabriel y realmente no recuerdo lo que me dijo.
Luego me di cuenta que es una tontería saber el significado de algo a lo que nunca le di demasiada importancia.
Nunca entendí bien de qué va la navidad, pero siempre me encantó la idea de compartir un momento en familia, haciendo un balance de lo acontecido a lo largo del año.
Cuando pensamos en la imagen emblemática de la navidad, nos viene a la mente la imagen de la familia celebrando junto a un adornado arbol, con una mesa llena de comida y regalos por doquier. Pero hay otra navidad. La navidad de los que no tienen nada. La de los que nada pueden festejar.
Cuando pienso en los pibes que viven en el fin del mundo, en lugares como Africa o la India, o en cualquiera de esos lugares imposiblemente pobres –incluso a la vuelta de esta esquina-, me hago siempre la misma pregunta. ¿Sabrán ellos que existe algo llamado Navidad? ¿Serviría de algo que lo supieran?
Esos chicos, que viven en extrema indigencia y que se mueren de hambre todos los días ni deben saber quién es Santa Claus.
Para esos pibes el mejor regalo que pueden tener es poder vivir un sólo día más de sus vidas.
Son chicos que viven su vida como pueden. Sobreviviendo a diario en medio de la crudeza de tanta desigualdad. Golpeados por una vida que nunca les ha dado opción a nada.
Lamentablemente nunca han vivido las etapas normales que les toca como chicos que son. Ellos no saben que existen derechos específicos que los protegen, ni les importa. Ellos solo tratan de sufrir lo menos posible el paso de cada interminable día de sus vidas. Ni siquiera les importa si existe un dios.
Solo saben que están solos, extremadamente solos frente a este heterogéneo mundo.
Ellos desconocen algunas imprescindibles palabras en su diccionario de vida: juguetes, tolerancia, contención, entendimiento, amor, etc.
Lo cierto es que, mientras existan situaciones de esa naturaleza, no hay nada para festejar. La navidad seguirá ahí: inamovible para algunos, pero inexistente para otros.
Muchos podrán ver la mesa llena de comida y regalos solo si lo hacen del otro lado de la ventana, desde la ingrata calle.
Ellos sí saben -a pesar de nosotros-, eso que muchos preferimos no ver: que la navidad ha muerto.
Y, lo peor…. ellos saben que el duelo es interminable.
Felicidades para todos...