Hoy 30 de diciembre, se cumplen cinco años de la masacre de Once en la cual perecieron 194 personas en un osario que se podría haber evitado. A lo largo de este período, se evidenciaron un sinnúmero de miserias, corruptelas y sandeces que confluyeron en un juicio oral en el cual pareció que nadie fue el autor de dicha tragedia. Pues tanto la condena simbólica de Omar Chabán como de los integrantes de la banda Callejeros, dejó sumidos en la iracundia a los doloridos deudos de quienes perdieron la vida aquella noche; con una sensación parecida a que se los mataron de nuevo. Además, en este período también se pudo apreciar cómo zafó la corporación política que ni siquiera fue llamada al banquillo de los acusados. Si bien las llamas acabaron con la gestión de Aníbal Ibarra, no lograron destruirlo como dirigente político dado que tuvo el descaro de presentarse como candidato para las pasadas elecciones del 28 de junio y sigue dando vueltas, como polla al spiedo chamuscado.
Otro sobreviviente fue Néstor Kirchner, quien en esa noche estaba en Calafate y se escondió bajo tierra enviando a su fiel Aníbal Fernández, entonces ministro del Interior, para salvar al citado ex jefe de gobierno porteño y al ex gerenciador Chabán del escarnio público.
y montar un entramado en el cual ambos quedaban libres de culpa y cargo, endilgando toda la responsabilidad a la banda liderada por Patricio Fontanet. Cabe recordar que dicha maniobra fue urdida gracias a la ayuda de muchos medios, entre ellos el grupo Clarín, alineado a la gestión ibarrista y en ese entonces amigo del ex presidente.
Memoria contra el olvido
Ciento noventa y cuatro nombres siguen clamando justicia desde el cielo, a la derecha de Dios Padre. Mientras acá en la tierra, en esta patria Argentina, se les asocian varios miles que elevan a ese mismo firmamento el mismo pedido. Que no se repita nunca más, sobre todo aquella compleja trama de corrupción en la cual Chabán sólo era un empleado de una organización asociada al poder político. El mismo que hacía oídos sordos cuando le llegaban denuncias de irregularidades en locales bailables, y sobre todo de turbios manejos en las inspecciones de aquellos en los cuales el empresario supuesto payaso no tenía influencia de peso.
Lamentablemente, en el juicio aludido se perdió una magnífica oportunidad de echar luz a todo esto, evidenciando una vez más la confluencia entre cierta justicia parcial y la corporación política. Como se ve, en dicho estamento abundan los Oyarbides.
Cromagnon, que no se repita.
Fernando Paolella