Finalmente, ocurrió lo que se esperaba entorno a la sentencia que la Cámara de Casación refrendó por la tragedia de República Cromagnon, ocurrida el 30 de diciembre de 2004: los integrantes del grupo Callejeros fueron condenados por aparecer como autores penalmente responsables de “incendio culposo seguido de muerte” y Omar Chabán, gerenciador del boliche de marras, vio aliviada su sentencia, al cambiar su calificación de responsabilidad “dolosa” a “culposa”.
El fallo en realidad intentó echar una dosis de cal y otra de arena, en un vano intento por conformar a propios y ajenos, pero eso no es posible. Por un lado, hay un puñado de familiares totalmente indignados, a quienes la peor tragedia les ha arrancado a sus hijos de sus brazos.
Por el otro, existe un grupo de fanáticos que ya han acordado hace años la estrategia de cerrar en una férrea defensa hacia el grupo Callejeros, a cuyos integrantes consideran totalmente inocentes por lo ocurrido. En ese marco, ¿cómo poder satisfacer a todos y al mismo tiempo intentar hacer justicia?
Unos y otros creen que la sentencia es injusta y hasta ingrata. Pero hay algo peor aún: ninguna decisión judicial devolverá la paz a esas familias, carcomidas por la pena de haber perdido a sus seres queridos.
“Ibarra-Chabán, la tienen que pagar”, cantaban los familiares de los jóvenes fallecidos en las marchas que se iniciaron en 2005 y que intentaron decirle a la sociedad toda que esta tragedia nunca debía olvidarse. Lo hacían por sus hijos muertos pero, sobre todo, para que el estrago no vuelva a repetirse.
A seis años de esa consigna, Aníbal Ibarra sueña con volver a ser jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Chabán pronto saldrá en libertad, ya que parte de los once años a los que se ha reducido su pena, los ha cumplido en prisión.
Ya nadie recuerda la corrupción de esos días, cuando las coimas a inspectores porteños de la talla de Fabian Fizsbin —no casualmente amiga íntima de Vilma Ibarra— fueron parte de un sistema perverso para que se inauguraran locales bailables carecientes de toda posible medida de seguridad.
Esa misma impunidad es la que ha permitido que hoy ese mismo sistema prevalezca, a la espera de un nuevo Cromagnon, donde posiblemente morirán otros jóvenes y todos volveremos a golpearnos el pecho, jurando que no cesaremos en la búsqueda de la verdad.
Entonces, otra vez, la hipocresía le ganará a la racionalidad.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1