Tal vez estas líneas suenen egoístas y personalistas, pero son escritas con la desesperación de alguien que necesita encontrar a un hermano perdido. Son las palabras necesarias de una persona que agoniza en la tristeza de no saber qué pasó con uno de sus mejores amigos, luego del devastador terremoto sufrido por el vecino país de Chile hace unos días.
Allí, en uno de los lugares donde la naturaleza más se ha ensañado con el ser humano, en la zona de Curanipe, solía vivir mi amigo, el chileno Juan Carlos Contreras Bustos, junto a su padre, en una precaria casa cerca del mar, la cual ha sido destrozada por los coletazos de lo vivido en el país hermano.
Los familiares de Juan Carlos han ido apareciendo uno a uno, menos él. Su hermana, su progenitor y otros Contreras Bustos, pero Juan Carlos no quiere aparecer.
Me ahoga la idea de pensar que pueda haberle pasado algo, justo a él, una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Una persona excepcional y luchadora.
Guardo en lo más hondo de mi corazón, la esperanza de saber que pueda estar vivo, el deseo de saber que está bien es más fuerte que cualquier realidad, y espero que así sea.
Esa fe es la que da fuerzas a este periodista para escribir estas líneas. Necesito saber algo de mi amigo Juan Carlos. He hablado con infinidad de personas y nadie sabe nada. Eso alimenta esta agonía.
Para colmo, buscando alguna imagen de él en Internet para acompañar a este artículo, me he encontrado con un álbum de fotos personal de Juan Carlos, donde tengo el honor de aparecer abrazado a él en el recorrido visual que ha elegido mostrar de su propia intimidad. Jamás había visto esa página y eso me angustia aún más.
Dios quiera que alguno de los lectores pueda darme la alegría que necesito en estas horas de agonía, que alguien me diga que Juan Carlos está bien, dando sus hermosas clases de Tai Chi Chuan a algunos de los ancianos a los que gusta ayudar.
Cruzo los dedos, no pierdo las esperanzas.
Christian Sanz