El discurso de Cristina Kirchner ha sido previsible, referido principalmente a diferenciar el “país real” del “país virtual”, siendo esta última no más que una definición negativa hacia los medios de comunicación. “
Luego, haciendo gala de una envidiable memoria, no dudó en forzar las estadísticas para mostrar una situación general positiva, no sólo en torno a la economía vernácula, sino también en lo referido a Seguridad y Justicia.
En relación a lo primero, aseguró que
En lo que refiere a
Luego, Cristina forzó las estadísticas —INDEC mediante— para asegurar que el 2009 terminó con un 8,4 % de desocupación y que el crecimiento del PBI ha alcanzado la friolera del 63%.
A la hora de hablar de pobreza, debió circunscribirse al área de la provincia de Santa Fé para minimizar el crecimiento de la indigencia y omitió decir que, desde el
No ha sido la educación el tópico que se ha salvado de la manipulación oficial: “Hacía años que no se iniciaba el año lectivo con la cantidad de chicos que hoy concurren a clase”, aseguró Cristina como quien acaba de hacerse cargo del Ejecutivo Nacional. ¿Qué pasó de
Ni hablar de cuando aseguró haber sido
Un dato: cuando le es conveniente a las estadísticas, Cristina habla del comienzo del “modelo” en el año 2003, como una continuidad de los dos "gobiernos kirchneristas". Cuando esto puede jugarle en contra, descarta los años de mandato de su esposo.
Más insólita ha sido la confesión de que no debe destinarse “superávit para pagar deuda (¿?)”. Cualquier economista sabe que el superávit es justamente para ello: para afrontar las obligaciones del Estado.
En sentido similar, sorprendió que dijera que “el tema de la deuda no es un problema de este Gobierno”, que “no lo creó este Gobierno”. Habría que recordarle a Cristina que, cuando asumió su marido,
Hubo tiempo también para “retar” al vicepresidente Julio Cobos y a los legisladores de la oposición, todo en un mismo acto: “
Sin embargo, el momento más álgido se dio cuando intentó referirse a la crisis de
Finalmente, convocó a los legisladores a que “discutamos y debatamos” políticas de crecimiento, en un muy acertado gesto que merece elogiarse. Salvo por un detalle: esa sana costumbre de debatir fue destruida por completo por su propio gobierno y el de su marido.
Podría haber sido un muy buen discurso el de Cristina, sólo le faltaron dos ingredientes: realismo y coherencia.
No es poco.