La recorrida de ayer de la presidente de la Nación por el viejo edificio del Correo Central dejó dos apuntes muy interesantes para analizar.
La primera novedad fue bastante obvia. Tras un breve recorrido por el hall central de la histórica construcción, Cristina y Néstor, junto a algunos de los integrantes del gabinete, ingresaron en un sector plagado de andamios y materiales, donde el grupo “Fuerza Bruta” hizo una rutina de acrobacias aéreas similar a la suelen efectuar colgados de los techos sus colegas de “De la Guarda”.
Se trataba de una de las tantas habitaciones gigantescas que habían quedado inconclusas en las tareas de remodelación y reciclaje, ya que, a pesar de contar con un lustro de preparación, los Kirchner no lograron terminar ni por asomo la que debió ser la inauguración emblemática del bicentenario.
Si uno recorre el predio hoy, verá cómo el sector que da a la avenida Corrientes tiene un atraso memorable, a pesar de haberse destinado unos 800 millones de presupuesto a la obra.
El superministro de Planificación Federal Julio de Vido sólo pudo mostrar un animación computada de lo que serán los nuevos salones con capacidad para 2.000 personas en un supuesto e hipotético futuro centro cultural.
El eufemismo utilizado ayer fue que “se trata de una primera etapa, donde hemos refaccionado la parte noble”.
La pregunta cae de madura: ¿Por qué no pudieron culminar en tiempo y forma con una refacción tan importante y tuvieron que dar el triste espectáculo de ver a una presidenta deambular por un edificio casi en ruinas?
No hay antecedentes de un despropósito semejante.
La segunda “perlita” llegó con el discurso tranquilo y sereno de una mandataria a la que ya le avisaron que los cortocircuitos con Mauricio Macri por los actuales festejos la han dejado, una vez más, muy mal parada ante la opinión pública nacional.
Dijo Cristina que en el año 1976, cuando fueron a vivir a Santa Cruz, tuvieron que alojarse en la casa de los padres de Néstor, quién era empleado del Correo y le consiguió a su único hijo varón un puesto como tesorero de la mencionada empresa estatal.
Este reconocimiento no es menor, ya que muchos dijeron que los Kirchner eran una familia de fortuna, la que habría sido amasada por el paterno abuelo usurero.
Lo cierto es que el matrimonio logró hacerse de una veintena de propiedades durante los años de plomo gracias a que Néstor fue designado abogado ejecutor de una firma llamada Finsud, de la que se habla mucho y se ha investigado muy poco.
No se trataba de una entidad comercial más de las tantas que se beneficiaron con la “plata dulce” y la timba financiera de Martínez de Hoz,
En Finsud, detrás de los apellidos de algunos conocidos comerciantes de Rio Gallegos, se movían hombres de la Fuerza Aérea Argentina, la que tenía a su cargo los destinos de Santa Cruz, ya que, como se recordará, los militares golpistas y genocidas se dividían entre las tres fuerzas el manejo de los estados provinciales, como si se tratara del recordado juego llamado TEG (táctica y estrategia de la guerra).
Los Kirchner eran dos jóvenes profesionales sin casa propia, que prosperaron gracias al temor que generaba no pagarle a Finsud.
Néstor, con un estómago de hierro, le cobraba a los deudores con tal ferocidad que el ex diputado nacional Rafael Flores, en ocasión de una contienda legal contra los K, llegó a comparar al ex presidente con Sheilok, el personaje avaro y especulador de la obra “El mercader de Venecia”.
Concluyendo
Ver en los diarios de hoy la foto de la actual presidente junto a las imágenes filatélicas de José de San Martín, Sarmiento o Evita (que tenía oficinas en el palacio del Correo) nos exime de mayores comentarios sobre nuestro gardeliano “dolor de ya no ser”.
Arrancamos el nuevo siglo “Cuesta Abajo”.
Marcelo López Masia