Más allá de la ignorancia oficial hacia la cuestión Malvinas, el sentimiento malvinero se hizo presente en los fastos del Bicentenario. Primeramente el sábado, como ya lo comentó Nicolás Kasanzew en su contundente artículo, y luego ayer por la noche, cuando Fuerza Bruta escenificó simbólicamente al sacrificio de los 649 caídos en Malvinas. Más allá de las diversas manifestaciones al respecto, por la imagen de los soldados con las cruces invertidas en la espalda, su aparición y el aplauso posterior de la gente más el consabido cantito ‘’el que no salta es un inglés’’ provocó una mueca de disgusto en el rostro de la Presidenta que quiso disimular vanamente con un remedo de sonrisa forzada.
A pesar de la interpretación consabida de Felipe Pigna, toda una suerte de historiador oficial, esa puesta en escena clarificó que a pesar de 28 años de deliberada desmalvinización, sigue siendo fuerte en el alma del pueblo la causa de la hermanita perdida.
Esto también se comprobó hace unas semanas atrás, con motivo de la publicación en este sitio por parte de quien escribe estas líneas del proyecto de guión que aún espera salir a la luz. El mismo fue el disparador y detonante de decenas de comentarios favorables, sobre todo de veteranos de guerra, reflejando con creces lo puntualizado anteriormente.
El mismo fue producto de más de una década de investigación, recopilando de libros, documentales, testimonios y películas este tema apasionante que de suyo es una fuente inagotable. Muchos testimonios, como no, tienen nombre y apellido de personas concretas. Por ejemplo los de Carlos Robacio, jefe del BIM 5, Victor Cata, soldado del mismo glorioso batallón, Rivas, quien le confesó a este escriba que en Tumbledown tuvo miedo cuando de repente, sobrevenía una densa calma, y Hugo Colman, quien en octubre de 2008 contó café de por medio lo que vivió en la dantesca noche del viernes 11 de junio de 1982. También el de Nicolás Kasanzew, cuya voz y testimonios siguen retumbando a pesar del coro de necios que pretenden acallarlo.
Unos meses luego del conflicto del Atlántico Sur, un periodista le preguntó al entonces teniente Esteban, aquel héroe que se bancó el desembarco británico en San Carlos, que cambiaría a la mentalidad argentina. Sin hesitar dijo que la pasión por el futbol, pues cada vez que trataban de sintonizar la radio para ver que ocurría, lo único que captaban era la ramplona voz de un relator de futbol. Si bien para muchos esto resulta una herejía, el comportamiento que se tuvo luego para quienes volvieron del infierno semeja mucho con el que se propina al equipo que pierde en el campo de juego.
Lo vamo´ a reventar, lo vamo´ a reventar
Quién no recuerda aquella escena memorable de Los chicos de la guerra, cuando el dueño del bar interpretado magistralmente por Ulises Dumont baila cantando lo vamo´ a reventar, lo vamo´ a reventar, con Santiago que va a la guerra. Concluida esta, lo despide sin miramientos como si se tratara de un perro no deseado. Toda una postal de la dirigencia argentina, que desde el alfonsinismo para acá enterró la dignidad en el cesto de los desperdicios y se hizo el otario cuando centenares de veteranos de guerra se quitaban la vida.
Malvinas no fue un partido, como tampoco un genocidio de conscriptos como algunos enarbolan bañados de un kirchnerismo oportunista. Ni el desatino de un general borracho, ni una necesaria secuela del Proceso. Quienes desfilaron el sábado, portando el recuerdo embanderado de sus camaradas caídos, no merecen estos términos ni calificativos.
Es hora de que oficialmente se honren a estos héroes vivientes antes de que sea demasiado tarde. Y que, a la par del reclamo por la soberanía, se exija a Gran Bretaña que abra sus archivos clasificados del Foreing Office sobre Malvinas, cerrados bajo siete llaves hasta el 14 de junio de 2082. Pues sólo la verdad nos hará libres, para poder por fin seguir creciendo hasta el tricentenario con la dignidad de hombres y mujeres de bien.
Fernando Paolella