Un nuevo Vietnam se cierne sobre el horizonte de EEUU. Dándose de pelos, como diría Bart Simpson, contra las promesas pacifistas de Barack Obama, y contraviniendo la lógica histórica militar que dice que no deben repetirse los errores del pasado, la intervención de la primera (¿y única?) potencia del mundo en Afganistán está tornándose en un nuevo atolladero.
La “guerrita santa” urdida por George Bush, como correlato del ataque del 11S, en octubre de 2001, pasó de ser una expedición para dar con los supuestos responsables de dicha masacre a una aventura con un final más que incierto: “Una cantidad ingente de documentos secretos del Ejército estadounidense se ha filtrado a los medios ofreciendo un retrato devastador de la verdadera situación de
Los papeles secretos revelan el número de bajas civiles provocadas por las fuerzas de la coalición. Algunas de estas víctimas fueron consecuencia de los ataques aéreos que provocaron las reacciones críticas del Gobierno afgano. No obstante, a través de esta desclasificación, salen a la luz un gran número ataques y muertes como resultado de los disparos de las tropas contra conductores y motoristas desarmados ante el temor de que éstos fueran terroristas suicidas. Al menos 195 civiles perdieron la vida en estas circunstancias y 174 resultaron heridos, aunque es probable que estas cifras estén por debajo de los números reales, ya que los partes diarios de guerra emitidos por las tropas omitían muchos de los incidentes y ataques o bien, eran "recopilados" de manera inexacta por parte de los analistas militares.
La conexión paquistaní
El New York Times —otro de los diarios que ha tenido acceso previo a los archivos— pone el foco en datos que revelarían que los servicios de inteligencia paquistaníes ayudaron secretamente al movimiento talibán en Afganistán, al mismo tiempo que el Gobierno en Islamabad recibía más de mil millones de dólares anuales de Washington por su ayuda contra los insurgentes. Los documentos publicados hoy relatan que los soldados estadounidenses en Afganistán "están inundados de informes de una red de agentes y colaboradores paquistaníes que opera a lo largo de la frontera con Afganistán". El rotativo neoyorquino señala que aunque mucha de la información filtrada por WikiLeaks no es verificable, una gran parte de los informes se basa en fuentes "que los militares consideran fiables". El diario también hace una lectura reveladora de los documentos asegurando que estos apuntarían que Pakistán "permite a los representantes de sus servicios secretos reunirse con los talibán en encuentros secretos para organizar grupos que combaten a los soldados estadounidenses en Afganistán, incluso traman planes para asesinar líderes afganos".
Reacciones:
Sin embargo, antes de esto se intuía que ocurrían estos y otros desmadres. En 2007 el multipremiado Robert Redford sorprendería a propios y extraños con Leones por corderos, un drama bélico de 90 minutos de duración en el cual se retrata las diversas caras de dicha contienda insensata. El propio Redford da vida al profesor Stephen Malley, ex combatiente de Vietnam quien no concibe la indiferencia de sus connacionales hacia los acontecimientos vernáculos e internacionales, la absoluta inhumanidad de mandos políticos y militares que según cantara Miguel Mateos “clavan en sus mapas sus uñas distinguidas, y sacrifican vidas enviando regimientos”. Del otro lado del escritorio está un alumno suyo, Todd Hayes, interpretado por Andrew Garfield, quien no sabe salir de su apatía y su resentimiento al subsistir sentado mientras miles de jóvenes un poquito más mayores que él son enviados a una muerte insensata en cualquier rincón perdido del mundo.
Los diálogos son el plato fuerte del filme, sobre todo este contrapunto entre Malley y Hayes:
“Profesor Malley: Yo soy Sócrates, un hombre con preguntas, pero sin respuestas. ¿Quién eres tú?
Hayes: No sé. Creo que busco el placer, porque lo que he visto de la política parece ser impenetrable. La búsqueda de mujeres jóvenes y la compañía de mis colegas de compras le vienen bien a mi inclinación.
Malley: ¿No deseas actuar en el drama de tu tiempo?
Hayes: No veo que haya papel para mí.
Malley: ¿Careces de imaginación, excepto para las cosas que deseas comprar?
Hayes: Veo a tontos gobernando el país, tontos que dirigen el mundo, tontos que usan palabras como globalización cuando quieren decir compras mundiales. ¿Cómo puedo forjar un papel de importancia en un escenario diseñado por aquellos que piensan sólo en incrementar su fortuna?
Malley: ¿Quieres decir que no posees el corazón ni la mente para enfrentarte a situaciones difíciles? ¿Esa es la excusa que usan tú y tus compañeros de estudios para no participar?”
La demencia de los halcones
Opuesto a este cuadro, aparece el senador republicano Jasper Irving (Tom Cruise), quien por todos los medios intenta venderle a la periodista Janine Roth (Meryl Streep) el nuevo megaplan estratégico que abjurará el síndrome vietnamita y aniquilará a los tozudos talibanes para siempre. Esta consiste en establecer pequeñas bases móviles de tropas que enfrentarán en su salsa al escurridizo e irreductible enemigo. Aunque no se lo diga en su sonriente cara, Roth intuye que esta guerra de ocupación del siglo XXI está condenada al fracaso cantante y sonante, y siente que su trabajo en la cadena de noticias (tan oficialista como nuestro 6,7,8) está llegando a su cenit.
Y las víctimas de esta insensatez también son un par de antiguos alumnos de Malley, Ernest Rodríguez (Michael Peña) y Arian Finch (Derek Luke), un latino y un afroamericano que creen que la mejor manera de servir a su país es enrolarse en el ejército y participar de esta inacabable zarabanda sangrienta. Pero su sacrificio no sirve para nada, sólo es una bandera doblada en manos de sus dolientes familiares en la consabida ceremonia en Arlington, para luego un recuerdo en forma de lápida blanca en dicho cementerio.
Víctima de sus propias contradicciones, EEUU aún no sabe obturar un pasado pesado que parece siempre retornar, aún a pesar del reclamo a veces silenciado de millones de seres que creyeron en las promesas de que el mismo, no volverá jamás.
Fernando Paolella
El gobierno tambien hizo desaparecer 8700 millones de dolares destinados a la reconstruccion de Irak, segun la misma fuente de noticias de este articulo. Es muy probable que el dinero que EEUU entrega a Pakistan va a parar directamente a los talibanes, no porque el gobierno estadounidense sea tonto, sino para hacer funcionar "la agenda" exactamente como fue planeada. Desgraciadamente "el sueño" de Luther King y primo lejano de Bush, Barack Obama, no esta al tanto de todo esto ni le interesa.
Estimad@s foristas: No cabe duda que los talibanes constituyen un grupo de extremistas religiosos que interpretan el Islam y a sus textos sagrados de una manera singular. Hay en el seno del Islam una discusión muy antigua, que se centra en la insistencia de algunos de sus seguidores en valorar los usos y costumbres por encima de los textos sagrados. Algunas sectas como los wahabitas de Arabia Saudí o los talibanes de Afganistán hacen interpretaciones literales de los textos sagrados que llevan a horribles prácticas, como la lapidación de las mujeres infieles a sus esposos. En estos momentos en Afganistán se está librando una guerra. Cuando desde el comando se alienta la política de "tirar primero y preguntar después" la masacre de inocentes es inevitable. Las guerras son asuntos sucios y sangrientos en los que no hay ganadores, con la notabilísima excepción de los fabricantes de armas y de los fabricantes de ataúdes. Cuando se entra en una guerra se aborda un barco que, en palabras de Winston Churchill. "no se sabe a donde se dirige ni cuando llegará a destino". Hoy, que los fabricantes de armas ya han ganado bastante, lo mejor que podría hacer USA es salir de esa guerra, que nunca podrá ganar. Un abrazo, saludos a los señores periodistas y a mis amig@s foristas. Jorge A. Rodriguez