Los silencios son cómplices. Las “agachadas” cotidianas. Se habla de libertad de expresión y de nuevas y más voces. Sin embargo, se escucha siempre a los mismos. El disenso está mal visto. No está permitido. O sí. Pero luego hay que atenerse a las consecuencias. En los distintos organismos del Estado funciona la lógica del libre albedrío. Ninguna autoridad dirá nada pero dejará actuar a los violentos. Es una nueva modalidad de represión y amedrentamiento, tercerizada, como bien señaló el dirigente Fernando “Pino” Solanas en un rapto de lucidez.
El jueves 21 de octubre, Tribuna de Periodistas publicó una nota escrita por el mismo que escribe estas líneas. La nota se titulaba “Crónica de una muerte anunciada” y se basaba en la experiencia personal de conducir un programa radial en el cual se disentía fuertemente con un elevado porcentaje de los oyentes en relación con el asesinato de Mariano Ferreyra, la autoría de los matones y el significado del hecho para el gobierno nacional y el país en general. Esa nota fue reenviada a un periodista de Perfil.com, que se había mostrado interesado en el tema. El editor responsable la publicó bajo el título “La herencia más nefasta de este gobierno será el odio”. El título desechado por el diario de Jorge Fontevecchia fue “tomado prestado” (robado diría yo) por Alfredo Leuco para su columna de los sábados —más allá de que ese título está prestado del escritor Gabriel García Marquez y quien le roba a un ladrón, tiene cien años de perdón—.
Esa noche, al conducir Ahora es Nuestra
El viernes comenzó la odisea. En la radio firmamos un contrato hasta el 31 de diciembre de este año y abonamos nuestro espacio mes a mes. En ningún momento, hemos recibido presiones de las autoridades de Cooperativa; sí críticas y algunas faltas de respeto de otros programas que piensan distinto y se fanatizan en la defensa de una causa, vaya a saber cuál. No pertenezco a ningún partido político y la oposición, en general, me ofrece más incertidumbres que certezas. Sin embargo, creo que el que ostenta el poder debe ser el mayor de los observados, así también aquel que tenga serias posibilidades de quedarse con el mismo. Hacer simplemente periodismo de periodistas —la nueva moda del cuarto poder— es seductor, pero quita energías para el quid de nuestra profesión: descubrir lo oculto, velado, clandestino, lo no-dicho. El lunes por la tarde, fuimos notificados telefónicamente que el programa no saldría al aire por un especial de último momento desde el Tasso. El tiempo dirá si se trató de una casualidad o no.
Además, recordemos que la principal fuente del periodismo, crítico, no crítico, chupamedia, independiente o alcahuete, es el propio sistema político. No se trata sólo de palabras. Sino de acciones e historias de vida. Y me refiero a un gobierno, a un funcionario como a un periodista. Si hablamos del caso del joven Mariano Ferreyra, ¿no hubiera sido más honesto el silencio oficial, un sincero pedido de disculpas y ayudar a la Justicia a encontrar a los asesinos e ideólogos del crimen? ¿Por qué el gobierno optó por la “teoría de los dos demonios” equiparando palos a armas? ¿Será que la construcción discursiva de lo que se entiende por “kirchnerismo” como fenómeno se basa en tres posibles bases de barro? Esto es: 1) jamás reprimen la protesta social. (sistemáticamente lo han hecho en la provincia de Santa Cruz y cuando quieren acabar con una protesta hacen la del ñandú: esconden la cabeza y viva el libre albedrío, la ley del más fuerte que es la de la selva o simplemente tercerizan la violencia; eso sí, sus seguidores sí tienen derecho a tomar una comisaría, bloquear salidas de camiones, obstaculizar rutas, levantar peajes y tomar escuelas hasta que el discurso sea contrario a otro signo político); 2) son el gobierno que defiende los derechos humanos como ningún otro desde la vuelta a la democracia (allí espera una resolución de la desaparición de Jorge Julio López, los juicios a los represores están presentes en las noticias de los medios oficialistas pero, en sí, son pocos los jerarcas que están presos); y 3) distribuyen la riqueza como nadie desde el General (¿para qué aclarar el tercer supuesto?).
“Sos un boludo importante”, gritó una secretaria con altos y variados contactos con el gobierno nacional. “Esto le llega a todo el gobierno nacional”, acota enfurecida. “El odio… el odio, ¿con qué derecho publicás algo así vos que formas parte del gobierno?”. “No hablo de mi trabajo. Ni del canal”, respondo absorto. “El canal es Bauer (Tristán Bauer, director de Iluminados por el Fuego) y Bauer es Cristina”. Aclaración. Trabajo en Canal 7 como otras 1.250 personas que viven, opinan, escriben, piensan o no distinto, igual, opuesto entre sí. Algunos postean opiniones en facebook, twittean u otros mensajean y llaman por teléfono hablando mal o bien de tal o cual funcionario, gobierno, idea o resultado deportivo. Es la vida de cada uno. Trabajar y cumplir con las tareas que se me asignan es la función por la cual estoy aquí. Nadie me dijo que debía pensar de tal o cual forma. Tal vez, debería pedir permiso para comprar tal o cual diario, escuchar tal o cual programa o no sentir obsesión por un programa como 6.7.8.
El propio Víctor Hugo Morales criticó una decisión del COMFER en el 2008 y tildó de vengadores a los Kirchner. Luego lo convencieron, se autoconvenció o lo compraron. En fin, en su momento, hasta lo escrachó la asociación “
¿Tercerizan a los empleados ferroviarios únicamente? ¿No suceden hechos de injusticia laboral en todos los organismos del Estado? ¿Acaso no hay cientos de contratados por sueldos mucho menores a los que cobran los matones y violentos? ¿Hay renovación sindical? ¿Por qué los eternos sindicalistas suelen defender al empleado funcional al sistema? En el segundo sindicato con más representación en el canal, la respuesta fue escueta: “Escribí una nota a favor del Gobierno, así equilibrás la balanza y no herís susceptibilidades”.
Esta no es una historia importante excepto para mí y quienes me apoyan en las buenas y en las malas que, como dice el dicho, es mi familia. Sin embargo, funciona como ejemplo de la intolerancia, el alcahuetismo y lo duro que es ejercer la libertad y defender la profesión de periodista en un país en donde se la viene bastardeando desde la política y desde el propio gremio.
No entienden que jamás podrán estar dentro de nuestras cabezas. Ni borrar nuestros sueños, pensamientos, deseos, ideales.
Siguen sin comprender que cada día se parecen más a lo que dicen denostar: el fascismo.
Luis Gasulla