Cristina Kirchner preparó el escenario para celebrar el Día de los Derechos Humanos, en coincidencia con el tercer aniversario de su gobierno y el ingreso a la última etapa de su gestión.
A sus costados, en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, se encontraban Hebe Bonafini y Estela de Carlotto, referentes excluyentes en la lucha por los derechos humanos, pero siempre distantes por sus históricas diferencias a la hora de los hechos.
Todo lucía bien en la Casa Rosada, pero a poco kilómetros, en Villa Soldati, "se llenó de pobres el recibidor y no pararon de llegar", como dice Joan Manuel Serrat en su canción "Disculpe el Señor".
Esos pobres reflejan uno de los flancos más débiles del modelo, ya que el crecimiento sostenido de tantos años —más del 60 por ciento desde 2003— no alcanza para erradicar la marginalidad.
La ausencia de una distribución adecuada, que se oculta en buena parte detrás del clientelismo lleva, a que, según datos no oficiales, la pobreza roce el 30 por ciento de la población en todo el país, mientras que la indigencia supera el 10 por ciento.
Es decir, que hay unos 12 millones de pobres, de los cuales 4,5 millones ni siquiera pueden adquirir la Canasta Básica Alimentaria.
El déficit habitacional y la precariedad en infraestructura básica también sumaron para agitar la violencia de los últimos días.
Ante esta realidad, la posibilidad de explosiones sociales se encuentran a la vuelta de la esquina y además siempre hay intereses políticos que se montan sobre esa realidad para acarrear agua para su molino.
Fue así que ante la llegada de los primeros ocupantes al Parque Indoamericano, punteros de todos los colores políticos fueron a obtener sus réditos, mezclados con barrabravas, vendedores de drogas y otras yerbas.
La magnitud de los acontecimientos llevó a algo impensado: que el kirchnerismo y el macrismo llegaran a un acuerdo político para sofocar el incendio.
Durante esa tenebrosa noche del martes, las dos partes coincidieron también en ver la mano de Eduardo Duhalde manipulando la violencia, ante la similitud del accionar visto hace una década para voltear a Fernando de la Rúa.
Forma parte de la historia revelada, que tuvo mucho que ver en aquellos días con el clima de revuelta popular que aceleró la caída de un gobierno muy debilitado.
Pero, la duda ahora, es si tiene la misma fuerza operativa de entonces.
De eso parece no tener dudas la Presidenta. "Estos hechos "no se desmadraron, sino se apadrinaron", expresó en un acto público, en clara referencia al ex gobernador y ex presidente.
Si algo le puede dar la razón es que cerca de la jefa de Estado trabaja ahora, reconvertido el kirchnerismo, Juanjo Álvarez, protagonista clave en aquellos hechos del 2001 y que podría haberle confirmado la sospecha.
Duhalde lanza la semana que viene su candidatura a presidente, en un acto en Costa Salguero y afirma que lo atacan para sacarlo de la carrera presidencial.
Camino que, de a poco, ya comienza a transitar la propia Cristina, quien será ungida como jefa del PJ con vistas a la reelección en octubre de 2011, aunque su lanzamiento definitivo deberá esperar algunos meses.
La muerte de Néstor Kirchner apresuró tanto los tiempos políticos que ya se lanzaron al ruedo varios opositores: Ricardo Alfonsín, Lilita Carrió y Pino Solanas, mientras que otros como Julio Cobos y Ernesto Sanz se encuentran prestos en las gateras.
Por su lado, Mauricio Macri se vio obligado a repensar sus estrategias y puso en duda el adelantamiento de las elecciones porteñas, por lo menos hasta que se calme el clima social.
Esta decisión dependerá, además, del destino que corra el presupuesto porteño. Si no es aprobado, el alcalde podría anunciar los comicios porteños para mayo.
Otra particularidad de este tiempo político es que dirigentes como Francisco De Narváez y Carlos Reutemann ha decidido jugar dentro del PJ y se ha desdibujado la mesa del Partido Federal.
Por este motivo, el chubutense Mario Das Neves deberá buscar nuevos compañeros de ruta, mientras que Felipe Solá se encuentra ausente y sin aviso.
De Narváez hasta aventuró su escenario ideal: Scioli candidato a presidente y él como gobernador, una posibilidad que por estas horas se observa remota.
Expresa su convencimiento que Cristina no podrá controlar las fuerzas desatadas en el Justicialismo que antes eran unidas a mano firme por su marido.
Como sorpresa de Navidad se puede mencionar que el ministro Amado Boudou haya anticipado su pretensión de competir por la jefatura de gobierno capitalino, y para ello cuenta con el apoyo de Hugo Moyano y Julio de Vido.
Esto cayó mal en la filas del kirchnerimo local que ya preparaban la campaña de Daniel Filmus y hasta Carlos Tomada no ocultaba el mismo objetivo, dentro de ese espacio.
El propio Moyano ha perdido fuerza durante los últimos días por la causa de los medicamentos en las obras sociales y tampoco puede aglutinar a la tropa bonaerense que no comulga con su liderazgo.
Ante esto, los estrategas del oficialismo apostarán a que los candidatos opositores lanzados al ruedo en forma temprana sufran un proceso de desgaste y que los réditos para Cristina aparezcan más que nada por los logros de gestión.
Y, precisamente, en la Casa Rosada, se considera que los hechos de violencia de la última semana respondieron a la necesidad de esmerilar la imagen presidencial.
La desesperación social y la actividad de los fogoneros políticos llevó a Cristina a dar un giro en materia de seguridad, crearle a Nilda Garré el ministerio a cargo del tema y cambiar la estructura que habían elaborado su marido y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Un mayor garantismo, que no es otra cosa que apego a las leyes, queda al descubierto detrás de Garré, el nuevo jefe de la Federal, Enrique Capdevila, y los asesores León Arslanian y Horacio Verbitsky, con el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
"Hay una creencia ilusoria de que dándole el poder a la policía se puede hacer una gestión eficiente ante la conflictividad social", expresa Marcelo Sainz, uno de los mayores especialistas sobre esta cuestión tan sensible para todos.
Pero, no hay dicotomía, porque la llamada "mano dura", que tanto le gusta escuchar a muchos, sólo trajo fracasos, mayor inseguridad y corrupción policial.
Así lo dejaron en claro las políticas impulsada por Carlos Ruckauf, Aldo Rico, Luis Patti y Juan Carlos Blumberg, entre tantos profetas de la "tolerancia cero".
Daniel Casal
NA