Moyano encontró que tiene la manija de un poder fenomenal, pero recortado por las circunstancias; de hecho a los pocos minutos de plantear el paro nacional y la marcha de repudio, algunos gremios que integran la CGT se encargaron de hacer saber que se “solidarizaban con el Secretario General”, pero no adherían al paro, por obvias razones, pues se trataba de una defensa personal de Moyano ante la Justicia, lejos de los intereses sindicales del sector.
El Gobierno, en tanto, no esperaba semejante zafarrancho entre las filas de su sindicalismo amigo y se sorprendió por la virulencia del camionero, que si instalaba el paro como inicialmente lo había anunciado, le restaría varios puntos a la presidenta que aún cuando diga que no lo ha decidido, nadie cree (al menos nosotros, no) que no se presentará en el 2011 para renovar su mandato.
Pero nada de esto fue gratis; para que Moyano consienta los términos del Gobierno, pidió algo a cambio y ese algo fue nada menos que ponerle un vice a la presidenta de cara al 2011. El Gobierno, sometido a una virtual extorsión por parte del camionero asintió para ganar tiempo y ver de qué manera anula al multimillonario sindicalista (¿?) de acá a la conformación de las listas.
A la vista de esto, Moyano contraataca y pide pista para “arreglar algunos asuntos de la CGT” que es nada más y nada menos que un pedido de 9 mil millones para saldar el Fondo Solidario con las Obras Sociales y como si fuera poco, presiona con la elevación del piso por el impuesto a las ganancias. En el tejido estratégico del camionero prevalece el ensayo de prueba y error. Él comprendió en estos días, que haber salido a involucrar a toda la estructura gremial por una situación particular fue un error; pues ahora, si mañana llamara a un paro nacional por las reivindicaciones que le pide a la presidenta, el fin estaría absolutamente justificado, aunque los medios sean el apriete y la coacción a través de las estructura gremial, para imponer su voluntad personal y salvar su propio pellejo.
Fuentes del Gobierno no desestiman que tanto a Norberto Oyarbide como Claudio Bonadío, desde el oficialismo les suelten las manos para que avancen sobre las causas del gremialista, pretendiendo que lo comprometan pero no lo procesen. La idea sería llevarlo hasta el límite para marcarle la cancha, pero no se pueden dar el lujo de empujarlo al vacío porque en el gobierno no está Kirchner, el único que podía enfrentar al líder camionero y amortiguar las consecuencias.
Una vez debilitado (o condicionado) Moyano, será el momento de “hacerle ver” que la Presidenta no puede darse el lujo de mostrar un vice con raíces en un sindicalismo sospechado, más aún en un momento donde todos los gremios que son puesto bajo la lupa, aparecen implicado en maniobras ilegales. El gran interrogante es cómo va a reaccionar Moyano cuando le digan que no, más aún sabiendo que le han estado limando su gruesa figura para negarle el objetivo supremo que lo anima: ser parte del poder político.
El Frente para la Victoria tampoco desconoce que llevar al líder camionero (o a su testaferro político) en la fórmula es ponerse en contra una gran parte del voto popular, especialmente la clase media – media alta que no tolera a camionero que, además de tener un léxico muy acotado y ser la prueba viviente del bruto que no ha logrado refinarse a pesar de los millones que lo circundan, representa a lo que Argentina sufrió en mucho tiempo: el patoterismo y la intolerancia, cuando no la convalidación de un grupo paraestatal que no solo se cree con el poder de parar el país, sino de someterlo a sus caprichos.
Sin embargo los hilos entre Moyano y el Gobierno siguen fortalecidos por la sinergia que ponen para enfrentar retos comunes, por ejemplo, el bloqueo a la salida de los diarios Clarín y La Nación, donde “curiosamente” el Juez ordena una medida y las fuerzas del orden no la cumplen, sabiendo que estamos en la Argentina, un país donde el Gobierno y cualquier estamento por más nimio que sea, puede desconocer la autoridad judicial al amparo de la corrupción política.
Por suerte lo de Moyano, como el caso de narcotráfico que compromete a los Juliá y Miret, son causas generadas y proseguidas en el exterior. De esta manera, no hay forma de que el Gobierno pueda esconder la mugre bajo la alfombra nacional, como suceden con los bochornosos casos de narcolavado y aportes a la campaña presidencial, que no encuentran un culpable, ni las causas un destino que vaya a producir satisfacción al pueblo. En tanto estos dislates, corrupciones y delitos, sean investigados lejos de Buenos Aires, uno guarda la lejana esperanza de que alguna vez, los responsables de poner al país en los primeros lugares de la corrupción mundial, paguen con su libertad y sus bienes, la burla brutal a la que nos exponen todos los días.
Rubén Lasagno
OPI Santa Cruz