Para el INDEC, la pobreza entre 2006 y 2010 bajó de alrededor de un 29% a casi un 10% para la población urbana, mientras que la indigencia lo hizo en el mismo período, del 10% al 2,5%".
Sin embargo, el resultado de los estudios realizados por entes privados como por ejemplo la Universidad Católica Argentina, arrojaron porcentajes de descenso diferentes, lo que muestra la forma en que el gobierno nacional manipula indefectiblemente siempre todos los datos.
Para la UCA, los niveles de pobreza registrados pasaron del 32% en 2006 a casi el 30% en 2009, y a casi un 27% o 30% en 2010. En el caso de la indigencia lo hicieron del 12% en 2006 a algo más del 9%, y al 11% en 2010. Por supuesto que todo depende los valores que se tomen para la canasta básica de alimentos.
La pobreza estructural no se resuelve manipulando la metodología de cálculo, tal como lo hace el INDEC, sino que con eso solo se esconde la basura bajo la alfombra.
Es innegable que a partir de 2007 comenzó a descender el ritmo de crecimiento económico y por ende el empleo, mientras que se incrementó el proceso inflacionario, lo que siguió en 2008 y 2009. Aunque se manifestó una leve mejoría por razones externas en 2010, ajenas por supuesto al modelo.
Entre los datos que la metodología del organismo oficial permite ocultar, se encuentra por ejemplo alrededor de un 10% de niños con deficiencia alimentaria severa, un 25% de la población con problemas graves de infraestructura, 30% de adolescentes que no terminan su formación secundaria, y hasta se registra un 20% de déficit comunicacional que les impide su inserción en el mercado laboral.
En virtud del mayor caudal de emisión monetaria y la mayor transferencia de ingresos, lo esperable era una disminución proporcional de pobreza e indigencia, sin embargo, al no tener control sobre la inflación, el deterioro en el poder adquisitivo de las clases de menores recursos resulta inexorable.
Una vez más se demuestra entonces la falta de coordinación entre las políticas económicas, monetaria y fiscal. El circo se sostiene nada más que en las medidas populistas a la bartola y los anuncios grandilocuentes, pero lo que menos hay detrás son reales políticas de Estado inclusivas.
¿Este es el modelo que el oficialismo quiere profundizar con un nuevo mandato?
Nidia G. Osimani