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Encuentro exclusivo con Schoklender

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BREVE CRUCE CON EL HOMBRE DEL MOMENTO
BREVE CRUCE CON EL HOMBRE DEL MOMENTO

20 de junio del 2011. Hace 25 días atrás, en otra tarde de feriado se hizo pública una denuncia contra la Misión Sueños Compartidos y el nombre de Sergio Schoklender comenzó a estar presente incesantemente en los medios gráficos, programas radiales y televisivos de la Argentina. El ex apoderado de la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo comenzó a defenderse por los medios mientras que el gobierno nacional comenzaba a criticarlo públicamente y a pedir que la Justicia investigue hasta las últimas consecuencias, o sea, hasta encarcelarlo.

 

Hebe de Bonafini defendía su gestión al frente de Sueños Compartidos mientras trataba de traidor y hasta de maldito a su ex hijo adoptivo. Por esos días, Sergio Schoklender, se llamaba a silencio. Su abogado defensor, el Dr. Adrián Tenca, circulaba por los estudios de los programas periodísticos y de debate intentando entender lo inexplicable: ¿Si la Fundación construyó lo que debía construir, como afirmó el funcionario Abel Fatala, y no existe un faltante de dinero, por qué Schoklender es un estafador y le ha hecho daño a las Madres de Plaza de Mayo? ¿Cómo explicar la denominada traición si fue el creador de la Fundación y de todos aquellos sueños que conforman, por ejemplo, una imprenta utilizada, no solo por las Madres, sino por opositores e importantes funcionarios y políticos, la constructora que más ha crecido durante el kirchnerismo, una Universidad con contenidos supuestamente revolucionarios y una radio que ha aumentado sus oyentes exponencialmente desde su creación?

¿Quién mentía a quién? ¿Cuál era el pecado y delito de Sergio Schoklender, preguntaba su abogado defensor? El odio hacia la ex mano derecha e izquierda de Hebe de Bonafini crecía entre los más acérrimos defensores del modelo. El hombre, mientras tanto, continuaba su vida normal en el barrio de Chacarita. Allí estuve las últimas 12 horas aguardando una sorpresa, un giro, un instante inesperado, el comienzo del fin o el principio del desenlace a esta trama esperada aunque inaudita a la vez. Un informante de la comisaría 38 le había dicho a mi compañera en la investigación que la detención se produciría esa misma noche del feriado. No había un solo medio de comunicación presente. Nadie hacía guardia excepto un misterioso auto antiguo a 40 metros del domicilio de Viviana Sala, su ex pareja que le había vuelto a dar refugio al ex apoderado de la Fundación. Dentro del PH parecía no haber vida, ni una luz ni un movimiento ni siquiera una cortina que se movía. Nada. Ni el timbre ni los celulares ni menos el teléfono de línea indicaban que allí se encontraba Schoklender, su ex mujer o su hijo Alejandro.

El hombre del kiosco de diarios a una cuadra de su casa, sobre la flamante doble mano avenida Tronador, afirma que ese mismo día le dejó por debajo de la puerta el diario Clarín. Ahora también, la familia compra La Nación y él personalmente se acerca a adquirir Página 12. “Me da como una sensación, encima está siempre en las portadas, pero no hablamos del tema, casi no hablamos, paga rigurosamente y se va fumando un cigarrillo”. El bar donde frecuenta sobre la misma avenida, a una cuadra del kiosco del diarero, mano de enfrente a metros de la estación de subte Tronador, permanece cerrado. “Siempre toma un café o desayuna allí”, dice otro vecino. Se lo respeta, lo saludan pero nadie ha roto el cerco del silencio del hombre más buscado del momento. Nadie aún.

Pasado el mediodía, bajo la ventanilla de mi auto cuando un hombre de 55 años aproximadamente, vestido de negro, mirada agotada se acerca y pregunta: “¿Están por el Schoklender?” El hombre, al igual que un morocho cuarentón que luego se suma a la conversación, es policía integrante de la comisaría 38 que tienen orden de seguirle los pasos a Sergio Schoklender. Informar sus horarios, con quién se ve, cuándo sale y hacia dónde se dirige. “Están esperando la orden de captura, está al caer”, dice el informante. El custodio dice que algo de cierto hay pero que no recibieron directivas.

¿Está Schoklender en su domicilio?, pregunto. “Sí, pero hoy no salió. Algo va a pasar, esperen unas horas más”, dice el vigilante a mi compañera Karina Arce mientras mastica una de las últimas galletas recién compradas en el supermercado que integra una de las más exclusivas cadenas de productos de toda índole. Hace frío, los transeúntes son nulos y nada parece que sucederá esa tarde. La noche está al caer. Los celulares se mueren y decidimos recargarlos en la casa de mi madre que ese día está cumpliendo años. “Avísenos si pasa algo, estamos en 10 minutos”, le digo al policía. El periodista debe confiar pero desconfiar todo el tiempo, al mismo tiempo. Es un juego intenso, agotador pero irremediable. El policía comparte horas de charlas, anécdotas e historias, duerme dentro del auto pero no retribuye esa confianza. No informa y hasta desinforma.

Ni Sergio Schoklender ni su ex mujer Viviana Sala estuvieron dentro de la casa de Guevara al 1400 desde las 11 de la mañana hasta las 18:35. Una camioneta negra llegó en nuestra ausencia. Se estacionó en la puerta y de allí descendieron los protagonistas de esta historia.

De regreso a Chacarita, bajo decidido a obtener una primicia, una respuesta. Es ahora o nunca. Viviana Sala contesta mi llamado al celular. Me corta cuando intento explicarle. Está en casa. El custodio camina hacia Tronador rápidamente, sigue a alguien pero no diviso a quién. Me escondo, no quiero que se dé cuenta que estoy siguiendo al hombre que luego sabré está siguiendo a Schoklender. Pero Sergio S. regresa por Guevara fumando cabizbajo pero seguro. Se lo nota más flaco, cansado pero confiado. Piensa, fuma al aire y se sorprende cuando Karina Arce grita su nombre cruzando la calle y abrazándolo buscando unos minutos de una charla inesperada por todos.

¿Qué está pensando Schoklender en ese instante? Un hombre que cumplió con su condena, que escribió y denunció las torturas y la represión policial desde la propia cárcel, analizado por pseudo especialistas por un doble crimen que, luego de 30 años de desatado, mantiene serias sospechas sobre los reales autores y motivos del mismo, hoy está en el limbo, esperando vaya a saber qué. ¿Qué espera para hablar? Todos opinan. Los mismos que ayer lo abrazan y le agradecían su ingenio, su temperamento hoy lo tratan de canalla, loco, salvaje y traidor. 

El periodismo argentino está preocupado en conocer si Schoklender es dueño de un yate como de un kinder garden. Hoy ex integrantes de la Universidad Popular de las Madres, militantes de los derechos humanos y demás conversos se preguntan cómo nadie investigó estas irregularidades ni a este personaje. Ellos mismos se negaron sistemáticamente a dialogar con investigadores de antaño. Doy fe que así fue.

19:15 horas del lunes 20 de junio. Virtualmente preso, Sergio Schoklender se resiste a sentirse de tal forma y sale a fumar un cigarrillo y dar una vuelta por el barrio. “No daré declaraciones chicos hasta que se resuelva la cuestión judicial”. Afirma que “habrá novedades antes de lo que se imaginan”. Karina Arce, mi fiel ladera en la investigación, le ruega que solo conteste una pregunta y es si teme por su vida. Schoklender está descolocado, seguramente esperaba alguna pregunta sobre alguna de sus supuestas propiedades. No creo que un hombre como él tema de algo. Así lo demuestra al escuchar a dos personas en una oscura y fría noche que salen detrás de un auto a los gritos cruzando la calle alocadamente. Cauteloso, la pregunta, lo toma por sorpresa. El informante en la comisaría del barrio, le dice a Karina Arce, que esa noche Schoklender sería detenido. Su actitud demuestra que no será así. Solo el custodio de la comisaría está allí presente, va y viene, informa sus movimientos y punto. ¿Qué novedades se producirán en el llamado “escándalo Schoklender”?

El hombre abre la puerta que da al garaje de la propiedad. Un hermoso auto color blanco se asoma. Gira y dice que no seamos ansiosos, “tengan paciencia, antes de fin de mes hablo”. Se trata de Sergio Schoklender. La única persona que, sin ser jugador de fútbol, ni funcionario ni dirigente social, estuvo en el ojo de la tormenta política, policial, ciudadana y fundamentalmente, mediático, dos veces, en el lapso de 30 años. No hay caso igual.

El hombre que sobrevivió a todo, ¿tendrá un as en la manga debajo del brazo? Su mirada es un misterio y desde hace tiempo este cronista no duerme intentando encontrar respuestas a esta intriga. De lo que diga depende su destino, ¿el suyo únicamente?

 

Luis Gasulla

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. La guita está en el casino. Según contó Jacobo Winograd en el progama de Chiche Gelblum, Schoklender gastaba 80 mil dolares por noche en estos 4 últimos años. En el barco casino de puerto madero

  2. Que curioso que los desastres de los últimos años de este país lo hayan provocado los mismos perseguidos por los militares no? noooo debe ser casualidad

  3. se destapo el tacho de basura, hebe se desperto de la siesta, y dijo a su yerno , que mierda paso, cualquier quilombo llamalo a de vido , ese nos salva siempre

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