El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, uno de los funcionarios con peor imagen ante la opinión pública, la pesadilla de los ministros de Economía y el temor de decenas de empresarios, dejará su cargo el 10 de diciembre, pase lo que pase en las urnas en octubre.
Según pudo saber Noticias Argentinas, el funcionario ya reubicó en otras direcciones estatales a ocho de los doce colaboradores de su mayor confianza, que llegaron con él a Comercio Interior en 2004, y a los cuales alguna vez bautizó, verborrágico y grandilocuente, como los "doce apóstoles".
Reunió a los doce en su oficina en la helada noche del viernes 1 julio y, tras retar a los gritos a dos de ellos para que se acomodaran la corbata, les comunicó que su ciclo terminará el 10 de diciembre, por lo que todos deberán pasar a otras esferas oficiales o renunciar a la función pública.
"Conmigo llegaron y conmigo se irán", les dijo Moreno a los ejecutores de sus indicaciones durante siete años de polémicas decisiones e intromisiones en otros organismos como el INDEC, al que intervino en enero de 2007 y sobre el cual aún tiene injerencia directa con manejo sobre estadísticas oficiales.
Dio pocos argumentos, pero dejó en claro que está cansado y que si bien la relación con Cristina Kirchner es buena, no goza de la misma confianza e iguales permisos que cuando era un "soldado" del fallecido Néstor Kirchner, a quien había llegado vía Julio De Vido durante los años 90 en un encuentro peronista en Río Gallegos.
Días antes había mencionado su retirada a un grupo de empresarios, encabezado por su amigo el matarife Alberto Samid, y rápidamente surgieron las perspicacias con que podría tratarse de una jugada electoral, dado que su salida impactaría positivamente en la imagen del Gobierno.
Los hombres de negocios escucharon el anuncio del funcionario y sonrieron con dudas sobre la veracidad del mismo, dado que el propio Moreno había amenazado con irse del Gobierno ya en julio de 2008, de 2009 y de 2010, y a pesar de las presiones del sector privado, principalmente la Mesa de Enlace, no lo hizo.
Pero la muerte de Kirchner, en octubre pasado, cambió el panorama de Moreno dado que si bien Cristina gobierna desde 2007, Néstor era el principal interlocutor del funcionario y quien le daba las órdenes finales.
Néstor lo bautizó "Lassie", en un intento por bajarle el tono a las maniobras del funcionario, y luego él –sarcástico- puso una foto de la perra del cuento británico en su escritorio y colgó un cuadro con la imagen del ex presidente en su despacho, por encima incluso de uno compartido por Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón.
Hizo correr el rumor de haber puesto un revolver arriba de la mesa en una reunión con empresarios; llevó guantes de box a Papel Prensa para desafiar en un show filmado a representantes del Grupo Clarín; y fue echado con amenazas de muerte del mercado ganadero de Liniers.
Un licenciado en Economía que se arremanga la camisa y disciplina a sus inferiores con lenguaje de barrio, que a las mujeres las llama "pebeta" y a los ministros les dice "chabón"; un funcionario reconocido por sus pares como un "enfermo del trabajo" que a las 4:00 de la mañana llama a sus colaboradores para pedirles resultados de tareas pasadas.
"Los precios se van al carajo, los empresarios hacen lo que se les canta y vos estás durmiendo", reprendió Moreno a un colaborador un caluroso sábado de marzo de 2010 a las cuatro y cuarto de la mañana para pedir resultados de inspecciones realizadas en la semana previa.
Un hombre que, siempre con la venia de Olivos y con el dedo índice en alto, echó sin causas a decenas de profesionales en todos sus desembarcos: en Comunicaciones, en Comercio Interior y en el INDEC, donde incluso reemplazó a técnicos y licenciados por algunos integrantes de la barrabrava de Nueva Chicago.
El mismo que allá por la peor etapa del conflicto entre la Casa Rosada y las entidades agropecuarias, en 2008 y en un acto público, se pasó el dedo por el cuello en un mensaje claro e intimidatorio para el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, el cual fue despedido poco tiempo después.
Su salida estará marcada por la necesidad del Gobierno de comenzar a corregir la senda por la que desde hace más de cuatro años transita el INDEC, por alcanzar un consenso con los empresarios para ponerle coto a la inflación y por la decisión de la Presidenta de tener colaboradores "de su estilo".
Nada dijo Moreno sobre qué planea para su futuro personal y político y sólo bromeó con que no se le caerán los pantalones en caso de tener que volver a ponerse al frente de la ferretería que tuvo en la localidad bonaerense de San Martín, la cual administró durante los años 90.
"Cristina es una grandísima Presidenta y la tenemos que bancar, sea como sea. Pero, para mí no es Néstor. Todos a trabajar. Rápido. Adiós", les dijo Moreno a los "doce apóstoles", se levantó y fue a hablar por teléfono. La reunión se terminó, como todas, en forma abrupta.
Javier Álvarez
NA