¿Qué motivó a Cristina Kirchner a convocar a una conferencia de prensa este mediodía? Quienes escucharon su exposición completa, aún se preguntan cuál fue el centro de su mensaje, el cual empezó refiriéndose a la industria metalmecánica y terminó mencionando a aquellos que tienen sus depósitos en dólares.
A través de una hiperbólica diatriba, que sonó más a justificación que otra cosa, Cristina anunció, a través de la firma del decreto 874, el traspaso de la órbita de Transporte al Ministerio del Interior. Nunca admitió haberlo hecho por el fracaso que representó la política aplicada hasta ahora por su propio Gobierno, sino porque, según ella, existe la necesidad de reacomodar las cuentas públicas y trasladar los costos de ese tópico a las provincias.
La medida no es nada desacertada, aunque cabe preguntarse: ¿Por qué la mandataria esperó nueve años para llevarla a cabo? ¿Por qué no escuchó en su momento a los que le dijeron que el creciente sistema de subsidios no resistiría el paso de los años —entre otros, al ex ministro Roberto Lavagna—?
La respuesta es bien sencilla. Si por ella fuera, Cristina seguiría manteniendo el esquema actual de asistencia, no solo al transporte sino también a otros sectores de la economía vernácula. No porque le preocupe el bienestar social, sino porque de esa manera se esconden los connotadores más visibles de la creciente inflación.
Como sea, la lectura más lineal de la medida anunciada indica que Julio De Vido fracasó en su control del área de Transporte. ¿Tanto tardó la mandataria en descubrirlo? ¿O lo que falló en realidad es la discreción del ministro respecto de la cadena de "retornos" de subsidios oficiales?
Muchos se preguntan en estas horas: ¿De qué se está atajando Cristina al hacer semejante enroque? ¿Qué teme que declare Cirigliano ante la Justicia?
En fin, ¿hacía falta organizar toda una cadena nacional para dar a conocer algo que mañana podría leerse tranquilamente en el Boletín Oficial?
Cristina parece haber entendido esa incongruencia y tal vez por ello es que se refirió a otros temas "off topic", como su rechazo personal ante las críticas a los controles del dólar. En tal sentido, tildó de "abuelito amarrete" al abogado que presentó el primer amparo contra las restricciones y lo vinculó con la "industria del juicio". ¿Por qué decir semejante disparate acerca de una persona mayor que solo intentó comprar U$S 10 para regalar a sus nietos?
Sí fue un acierto, aunque tardío, la decisión de la mandataria de pesificar sus depósitos en dólares, los cuales ascienden a más de 3 millones de billetes verdes. ¿Hacía falta el consejo de Víctor Hugo Morales para dar ese paso? En fin, no deja de ser una medida acertada.
También debe destacarse el tirón de orejas que Cristina le propinó a Aníbal Fernández por sus erráticas palabras sobre sus propios ahorros en moneda foránea. "Yo hago lo que me da la gana", respondió con soberbia a Magdalena Ruíz Guiñazú cuando esta lo requirió al respecto.
Hablando de periodistas, fue un verdadero despropósito que la Presidenta atacara a la prensa crítica al decir que hay cronistas que cobran por izquierda. ¿De quién hablaba puntualmente? Si tiene algún dato concreto, ¿por qué no lo dice claramente?
Finalmente, el discurso de Cristina fue un rejunte de incoherencias que no tienen nada que ver entre sí y que parecieron más una catarsis personal que un mensaje oficial.
Como se dijo, no ha sido casual que su diatriba se diera este miércoles, justo cuando se prevé que declare ante la Justicia el dueño de TBA, Claudio Cirigliano, y un día antes del cacerolazo que se anuncia para este jueves por la tarde.
Respecto a esto último, un grupo de blogueros K —que jamás se identifican con nombre y apellido— insiste en culpar a periodistas de La Nación, Clarín y Tribuna de Periodistas por la "movida cacerolera" a través de las redes sociales. ¿Tanto se puede subestimar a la ciudadanía al decir semejante disparate?
Es evidente que el Gobierno enfrenta momentos más que críticos a nivel económico-financiero. Ello podría explicar los disparates que se dicen gratuitamente en estas horas.
Para saber cómo puede terminar la movida hay que mirar en el pasado. No en 2001, sino en 1975, cuando estalló aquello que se conoció como el "Rodrigazo", el cual culminó en una explosión social que decidió la suerte de otra Presidenta, María Estela Martínez de Perón.
Inflación desmedida, control de precios, dólar paralelo, reclamos sindicales, etc. La situación es tan pero tan parecida, que aterra.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1