Si alguno esperaba que se definiera hoy mismo la suerte de Daniel Reposo, se tendrá que quedar con las ganas hasta el próximo 12 de junio. Esa es la fecha en la que el Senado deberá aprobar su pliego en el recinto, siempre y cuando cuente con la presencia de los dos tercios de los legisladores de esa Cámara.
Se descuenta, desde ya, que habrá una fuerte presión a la oposición por parte del oficialismo para que esto ocurra. No es que el kirchnerismo se haya creído a pie juntillas el contenido del grandilocuente —y falaz— curriculum vitae de Reposo, es que necesita como jefe de los fiscales a alguien que pueda controlar el destino de no pocos expedientes que jaquean a funcionarios gubernamentales.
Los jueces no son mayor problema, ya que aquellos que manejan causas sensibles al poder están controlados y alineados como se debe, especialmente los que ocupan despachos federales en Comodoro Py. Como se dijo, la complicación surge del trabajo de los fiscales —los federales, obviamente—, quienes impulsan las investigaciones que luego deberán refrendar, o no, los magistrados.
Es bien cierto que finalmente serán los jueces los que decidan qué suerte correrán las sugerencias de estos; pero también es real que los fiscales últimamente impulsan inconsultas medidas de oficio y logran escalar a las tapas de los principales medios con su protagonismo. Ello irrita, y mucho, al Gobierno, especialmente en momentos en los que la ciudadanía ha vuelto a relucir y golpetear sus viejas cacerolas pidiendo un “stop” a la corrupción. ¿Qué ocurriría hoy frente a un eventual allanamiento como el que impulsó el fiscal Carlos Rívolo sobre el departamento de Amado Boudou? ¿Cómo podría no influir esa medida en el humor de una sociedad que parece a punto de estallar?
Esas preguntas no son retóricas, se las hacen hoy los principales funcionarios del kirchnerismo. Un dato: Cristina Kirchner está a la cabeza de esas preocupaciones.
¿Qué le inquieta hoy a la mandataria? El avance de varios expedientes judiciales, principalmente el que investiga a su vicepresidente por enriquecimiento ilícito. No es casual en ese sentido la insistencia oficial en imponer a Reposo, un íntimo de Boudou, como Procurador General de la Nación. ¿Quién mejor que él podría garantizar el freno del expediente que complica a su propio amigo?
La ecuación que hoy hace la Presidenta es simple y lineal: si Boudou no puede explicar la evolución de su incipiente patrimonio, logrado en los últimos cinco años, ¿cómo justificar un enriquecimiento del 3.540% en menos del doble de tiempo?
El temor de Cristina se explica a través de dos vertientes: por un lado, la posibilidad de que algún fiscal amanezca con el rapto de investigarla de oficio. Por más que luego aparezca un “Oyarbide” para salvarla, jamás podría sobrevivir a la carnicería que harían los medios sobre la mera indagación de marras.
Por otro lado, la Presidenta ya ha decidido no presentarse a una re-reelección en 2015 y la única persona con la que cuenta para sucederla —su hijo Máximo— aún está verde en la política. ¿Qué pasaría si dentro de tres años le aparece ocupando el sillón de Rivadavia un sucesor dispuesto a investigarla?
Reposo es la solución a todas esas fobias. Él jamás irá contra una mandataria a la cual ya ha elogiado in extenso públicamente, incluso a través de las redes sociales.
Por eso, cuando Cristina tambalea en el mar de las inseguridades, vuelve a leer en su Blackberry el mensaje que una vez Reposo escribió en Twitter: “Yo soy un soldado de la Presidenta”.
Ello, representa la panacea más efectiva para todas sus preocupaciones.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1