Esta mañana no hubo titulares ni noticias en Tribuna de Periodistas. No había manera de poder escribir algo. No había manera de no ser parte del luto inevitable por lo ocurrido en el boliche República Cromagnon.
Para quien escribe estas líneas ha sido una doble tragedia: por un lado el tremendo dolor por la magnitud de lo sucedido y, por el otro, la pérdida de una muy querida amiga, Jacqueline Santillán, quien pereció junto a las más de 180 personas que encontraron absurdamente su muerte por culpa de la idiotez de un grupo de impresentables, entre funcionarios públicos y empresarios bailables.
Seguramente para los lectores de Tribuna de Periodistas –al igual que para tanta otra gente- el nombre de Jacqueline Santillan no sea conocido, pero vale la pena aclarar a quien pertenece.
Jackie –como la llamábamos sus amigos- era una gran persona. Soñaba con cambiar el mundo y trabajaba cada día de su vida para ello.
Organizaba recitales solidarios a beneficios de la gente del Hospital Borda y podía vérsela los fines de semana peregrinando por diversos hogares de chicos pobres tratando de dar lo poco que tenía. Su solidaridad era tan elocuente que hace poco ganó el premio “Gota en el mar” entregado por gente de la Fundación Sopeña por su trabajo periodístico-solidario.
Y es que Jackie había inventado un estilo periodístico que le servía de excusa para la solidaridad. Solía hablar de eso en su programa de cada domingo a las 18 hs de FM Class, Socialdemente. Un sello a través del cual ha hecho las mejores –improvisadas- coberturas periodísticas solidarias.
La cantidad de cosas que ha hecho Jackie en pos de ayudar a los más necesitados es solamente comparable con su propia humildad, ya que nunca hablaba públicamente de eso.
Yo la admiraba como a nadie y su influencia sobre mi persona ha sido muy fuerte, sobre todo por sus propias convicciones y su perpetuo trabajo.
Jackie era una persona brillante, que trataba de superarse a sí misma y lo hacía con gran esfuerzo. Sus tareas se repartían entre su agotador trabajo, su labor solidaria, el amor por sus hijos y sus estudios de periodismo.
Y es que hace muy pocos meses había logrado que le otorgaran una beca para estudiar la profesión que tanto quería en el Círculo de la Prensa, el periodismo.
Ahora la extrañarán sus oyentes, los chicos a los que ella ayudaba y los “locos”, “sus locos” como decía ella a los internos del Borda. Y siempre lo decía con gran respeto. Es innegable que nadie hizo nunca lo que hizo ella por esta gente, ni nadie lo hará.
Jackie era así. Tenía pasión por ayudar a los demás y trataba de contagiarlo todo el tiempo, como si fuera algo sencillo de transmitir. Ella solía decirme que no hay mayor satisfacción que la que se logra luego de haber ayudado a alguien. Era verdad, aunque nunca se lo admití.
Hace dos días hablé con ella. Estaba muy feliz porque había terminado de editar un libro acerca de las victimas de la violencia social y estaba a punto de publicarlo. Yo hice el prólogo con gran orgullo y sé que ahora debo cambiarlo. Ya no tiene sentido nada de lo que escribí allí. Ya nada tiene sentido.
Jackie era tan generosa que quería donar todo lo que se recaudara de la venta de la obra a las mismas victimas que homenajeó en el libro. Así era ella.
Se que su mayor sueño era llegar a esclarecer el asesinato de su hermano ocurrido hace dos años en Avellaneda. Fue una de las mayores peleas de su vida y la ha llevado adelante en casi completa soledad. Un día me rogó que le prometiera que esclarecería el caso y, de hecho, casi lo logré. Y aunque nunca llegué a culminar mi trabajo, prometo que ahora lo haré. Y también trabajaré sobre las causas de su muerte. La misma causa que terminó con la vida de más de 180 personas.
Por tu memoria, Jackie. Por la memoria de una de mis mejores amigas.
Esperando que tu muerte no haya sido en vano... será justicia.