“Andate Ibarra, la puta que te parió”, coreaban sin cesar los miles de manifestantes espontáneos que bajo el calor insoportable del lunes 3 de enero de 2005 se habían congregado para repudiar la masacre ocurrida el jueves 30 de diciembre pasado en República Cromagnon. Se sobreentendía que estaban hablando del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, principal responsable –obviemos la palabra “culpable”- de la tragedia.
La marcha comenzó bajo el sol de las 18 horas. Ahogaba el calor, pero más ahogaban la angustia y la tristeza que, sin embargo, no impidieron que saliese el grito desesperado de la gente al unísono que pedía “Justicia, justicia”. Desde lejos podía verse la columna interminable de personas que sentían dolor, bronca, y tristeza, sentimientos que coincidían en su elocuente reclamo de “Que se vayan todos”.
Cuando uno miraba alrededor podía ver por igual a hombres, mujeres, niños y cientos de jóvenes que trataban de hacer oír un desesperado y legítimo reclamo, que tenían bien claro quiénes eran los reales responsables y que lo expresaban a través del canto: “No los mataron las bengalas, no los mató el rock and roll, los mató la corrupción”. No había dudas de ello.
Toda vez que la manifestación pasaba por el frente de algún edificio gubernamental –el Congreso de la Nación, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, etc- la marcha se detenía y exteriorizaba toda su bronca, su indignación y su impotencia aplaudiendo y cantando aún más alto y con más fuerzas. El pico mayor de esta conducta se dio al llegar a Plaza de Mayo donde las voces se concentraron aún más y los gritos se hicieron más potentes. La bronca de ese momento se volvió silencio cuando comenzaron a hablar algunos familiares de las victimas de la tragedia y la indignación debió contenerse con gran esfuerzo.
Era inevitable no sentir vergüenza ajena toda vez que uno dirigía su mirada a la vacía Casa de Gobierno. Uno sabía que de ese lugar debían salir algunas de las respuestas que nunca aparecieron.
El grito del tero
“¿Dónde está y Kirchner dónde esta?”, cantaban con bronca y a una sola voz los incansables caminantes que parecían burlar el tremendo calor y cuyas energías no parecían decaer. Mientras tanto, el presidente de la Nación decidía -casualmente – no regresar a Buenos Aires y -obviamente- no hacer ninguna declaración al respecto. Él y su esposa habían determinado permanecer en su residencia de Santa Cruz hasta el miércoles próximo sin emitir palabra alguna sobre el incendio, pero declarando –sin explicación posible- su intención de recuperar las Islas Malvinas. (1)
Y aunque Kirchner no estuvo, los impresentables de siempre habían sido enviados para espiar la situación y tratar de desvirtuar el real sentido de la marcha. (2) Quienes escriben estas líneas pudieron observar a no menos de 20 “serviciales” personajes que trataban de mezclarse con el grueso de la gente. Apenas comenzada la caminata podían distinguirse, no importaba el lugar de la columna en que nos encontrásemos, ellos allí estaban. Y no había que ser clarividentes para saber que tarde o temprano provocarían algún disturbio. ¿Qué temía el Gobierno que tuvo la necesidad de espiar y ensuciar la manifestación? ¿Por qué desde la política nadie se anima a criticar a Anibal Ibarra?
Es evidente que, si se hubiera tratado de un dirigente no alineado con él, Kirchner hace días hubiera hablado de él y de este tema, con la dureza con la que habla contra el FMI. Da vergüenza que sea más importante la campaña política de este año que la muerte de más de 180 personas.
Pero el silencio no pudo ocultar la bronca que se hizo presente en la tarde de este caluroso lunes, por más que este burócrata de turno se haya empecinado caprichosamente en esconderse dentro de las vergonzosas paredes de su vivienda más lejana.
Resuenan aún en el aire de la Plaza de Mayo los cantos de bronca y las palabras de dolor de los familiares de las víctimas que ningún político quiso escuchar.
"Que se vayan todos, que se vayan todos", coreaban con indignación.
Concluyendo
Néstor Kirchner no da la cara, Aníbal Ibarra reparte culpas, Chabán quiso escapar, y somos nosotros, el pueblo, los que nos quedamos acá, los que salimos a la calle a buscar justicia, los que recibimos los golpes, los castigos y nunca los premios. A nosotros nos arrancaron la vida de nuestros hijos, de nuestros hermanos y de nuestros amigos por unos pocos pesos que pasaron del bolsillo de un ambicioso empresario al bolsillo de algún inescrupuloso inspector dependiente de la falta de control del Gobierno de la Ciudad.
Es sumamente cínico ver cómo se comportan tipos de la talla de Ibarra, como si hubieran salido de un huevo, como si nunca hubieran sido estado al frente de la jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.(3)
Hace demasiado tiempo que Ibarra es político como para decir las estupideces que dice. No hay justificación alguna para tal provocación indirecta.
La culpa le pesa, de lo contrario hubiera estado marchando junto a la gente y no hubiera permanecido refugiado y custodiado por un grupo de policías.
Es una cuestión de tiempo. Tarde o temprano, el idiota de siempre tendrá que dar las explicaciones del caso.
Christian Sanz
(1) Kirchner habló posteriormente con la agencia oficial Télam. Trató de justificar su inexplicable silencio y pidió “castigos” sin especificar a quién ni cómo aplicarlos.
(2) Algunos de los personajes que estaban infiltrados en la marcha son los mismos que ya generaron incidentes en otras manifestaciones, por lo cual no se entiende que la justicia no haga nada al respecto.
(3) Es dable recordar que Anibal Ibarra no sólo estuvo al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante cuatro años, sino que fue reelecto en el año 2003.