Cristina no está nada bien, no solo lo denota su crispación cada vez más evidente, sino también sus cada vez más extensas ausencias. Ya no aparece por los lugares que solía frecuentar y sus propios funcionarios se muestran preocupados porque sus silencios se van prolongando en el tiempo.
En realidad, ¿Por qué tendría que estar feliz la Presidenta? Con un gabinete dividido —muchos de sus ministros y secretarios hablan en secreto con sectores del sciolismo, el macrismo y hasta el delasotismo—, una economía estancada, dos marchas en ciernes —el 6D y el 13D—, un nuevo paro nacional anticipado en las últimas horas por el inquieto Pablo Micheli, planteos judiciales por la coparticipación de impuestos, una impagable deuda a fondos buitres, etc, Cristina ciertamente no tiene paz.
Quienes la frecuentan juran que, si tuviera la máquina del tiempo, la adelantaría a 2015 para abandonar el poder. “No aguanto más, todo lo tengo que resolver yo”, es la frase que más han escuchado de su boca en los últimos días.
Ya ni siquiera la inspira el 7D, fecha a la cual ya ni hace mención. Hace bien la mandataria: es virtualmente imposible que la Justicia se expida antes de esa fecha sobre la cuestión de fondo, es decir, los artículos de la Ley de Medios que logró suspender el grupo Clarín.
Los pocos alcahuetes que le quedan organizan en estas horas un festival para ese día, que al menos muestre que hay algo para festejar y que no han perdido “la calle”. Cristina ya anticipó que no estará allí. Está todo dicho.
Mientras esto ocurre, van acercándose día a día los referentes más relevantes del sindicalismo y el peronismo, un logro que solo puede adjudicársele a la Presidenta. ¿Cómo entender sino que dos enemigos declarados como Luis Barrionuevo y Hugo Moyano piensen hoy en un frente común?
Esa foto inquieta a Cristina, y mucho. Si al enorme poder de fuego del líder camionero se le suma la convocatoria no menor del gastronómico, ¿qué surgirá de esa explosiva mezcla?
De todos modos, no debería detenerse la Presidenta en esa anacrónica foto, sino en lo que aparece detrás de esta: el retorno de lo más rancio del duhaldismo. Nada tranquilizador.
La obsesión de Cristina es la misma que siempre tuvo Néstor, el control de la calle. Es lo único que no pueden controlar y eso siempre les quitó el sueño a uno y a otro. Por eso, la batalla que se libra en los próximos días es decisiva. ¿Cómo “ningunear” manifestaciones populares que cada vez son más crecientes? Toda vez que esto sucede —que se da la espalda a los manifestantes—, lo que logra el Gobierno es que se sumen más personas a las nuevas convocatorias. ¿Cómo manejarlo entonces? Nadie en el gabinete lo sabe.
En medio de este clima de debilitamiento del poder presidencial, han comenzado a multiplicarse las fuentes de información oficiales. Ese síntoma de “despoder” lo vivió Raúl Alfonsín durante el período 87/89 y Carlos Menem en los años 98/99. ¿Qué diría Cristina si supiera que el informante que reveló la compra de su hijo de una “chacrita” de más de dos millones de dólares pertenece al mismísimo corazón del kirchnerismo?
Así las cosas, otro dolor de cabeza se avecina para la Presidenta. Tiene que ver con la finalización esta semana del juicio por el triple crimen de General Rodríguez.
Allí, mientras los medios cubrían cosas “más importantes”, se revelaron incómodas cuestiones que rozan al poder K. No solo quedó demostrado que las muertes de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina fueron ejecutadas por sicarios vinculados a ministros del gabinete de Cristina.
También quedó de manifiesto que uno de los autores intelectuales del hecho, Ibar Esteban Pérez Corradi, tiene estrechos lazos con Ricardo Echegaray, y fue aportante en la campaña de Cristina en el año 2007. ¿Será ese el motivo por el cual los investigadores no logran detenerlo jamás?
Como sea, la sentencia por el triple crimen se dará a conocer antes de fin de año y sus extensos fundamentos prometen sumar más crispación al ánimo presidencial. ¿Cómo hará Cristina para capear este nuevo temporal? ¿Cómo evitar que lo que allí se revele sume indignación ciudadana?
Las preguntas se acumulan, al igual que los desafíos coyunturales. Sin embargo, muy pocos son los que están disponibles para resolver tantos crucigramas. Uno de ellos, el asesor “todoterreno” Carlos “Chino” Zannini, a la sazón secretario de Legal y Técnica, ya admitió a sus hombres más cercanos que la situación se les fue de las manos. “Por eso me gusta el bajo perfil”, suele decir el poderoso funcionario, tan afecto a escapar de los flashes de las cámaras.
No es casual que en estas horas Zannini vuelva a mencionar esa frase: sabe que se vienen tiempos de “escrache” a funcionarios y creciente virulencia social. Es el mejor momento para hacer honor a la famosa frase: “Soldado que escapa sirve para otra guerra”.