¿Cuántos de los que ayer provocaron destrozos en Tucumán y en Buenos Aires conocen en profundidad el caso por la desaparición de María de los Ángeles “Marita” Verón? ¿Cuántos se tomaron el trabajo de hurgar en la evidencia pura y dura al respecto? ¿Cuántos indagaron —siquiera someramente— el expediente judicial? Mal que pese decirlo, son muy pocos, casi nadie, los que lo han hecho.
¿Por qué entonces se prestaron a los graves incidentes ocurridos ayer? ¿Por solidaridad? ¿Por figuración personal? ¿Porque sí?
Si alguien se tomara el trabajo de analizar con profundidad el caso Verón, descubriría una triste verdad: no existe evidencia alguna que vincule a los acusados que estuvieron sentados en el banquillo en estos meses con la desaparición de la hija de Susana Trimarco.
Los únicos testimonios que intentaron dar sustento a esa hipótesis fueron vagos y contradictorios entre sí. Por caso, mientras una mujer juró que había visto a Marita en La Rioja, otra para esa misma fecha decía haberla visto en Tucumán. Luego se comprobó algo peor: que algunos de los testigos reservados presentados en el juicio eran empleados de la fundación Verón.
De estas y otras cuestiones no suele hablar Trimarco, porque no le conviene. Y logra un efecto asombroso: que todos crean a pie juntillas en sus palabras, aún cuando no coincidan con la sustanciación de la causa judicial. ¿Por qué calla la mujer acerca de la comunicación que tuvo con su hija poco después de que desapareciera y que ella misma confirmó judicialmente? ¿Por qué oculta los vínculos de Marita con su cuñado Adrián Catalán? Peor aún: ¿Cómo puede entenderse que Daniel Verón, fallecido padre de la joven, haya admitido poco antes de morir que ninguno de los acusados estaba vinculado con la evaporación de su hija?
Son preguntas incómodas, desde ya, pero su respuesta es la que permitirá saber qué pasó realmente con Marita. Todo lo demás, es puro cotillón… y cotilleo.
Uno de los jueces, Alberto Piedrabuena, lo dijo claramente: “La acusación no llegó a demostrar que existió el secuestro”. Es lo mismo que se publicó en este portal en marzo de este año.
Está claro que todos los acusados, todos, tienen gruesos prontuarios delictivos que deberían haberlos llevado tras las rejas hace tiempo, pero por otros casos de trata, no este. Quien insista en asegurar que hay pruebas de sobra para vincular a los imputados con la desaparición de Verón, tienen toda la libertad del mundo para presentarlas en la apelación que seguramente hará Trimarco para intentar revertir el fallo adverso que provocó su furia.
Mientras tanto, hasta tanto no se tengan elementos concisos para sostener una trama que solo cabe en las páginas de una negra novela policial, todos los esfuerzos deberían enfocarse en buscar a Marita, donde quiera que esta se encuentre.