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Aquí voy de nuevo. Como cada domingo, escribiendo mi "Especial del domingo", especie de reflexión que hago llegar a los suscriptos de Tribuna de periodistas todas las semanas.
Esas reflexiones representan un extraño ritual que refleja parte de las vivencias que se destacaron durante mi semana y están dirigidas a aquellas personas que se interesan por conocer no sólo mi costado de periodista, sino también mi costado humano. Algunas de esas personas están necesitadas de contención o viven en temporal estado de depresión. Lo sé porque me lo hacen saber en los extensos mails que suelen enviarme pocas horas después de la recepción de mi mensaje dominical.
Según leo cada semana, mucha de esa gente no tiene amigos, ni tiene pareja. Y pareciera que no tiene vida.Y si algún domingo me olvido de escribir mis semanales líneas, estos buenos lectores me lo hacen saber inmediatamente. Ese gesto me pone felíz por un lado y me entristece por el otro. Me hace felíz porque siento que mis palabras son sobrevaloradas. Y me pone triste porque sé que esas personas son dependientes de esas mismas palabras.
Es gracioso porque yo a ellos no pretendo enseñarles nada acerca de la vida. Sólo comparto cosas que me pasan a mí y que probablemente nada tengan que ver con sus vidas. O tal vez si, quien sabe.
Yo espero que encuentren su propio camino en medio de tanta incertidumbre vivida. Mis palabras sólo son un empujoncito para tratar de lograr eso en ellos. Puede que no lo sepan, pero a veces todo lo que a uno le falta está dentro de uno mismo. Muchas de las cosas que uno necesita jamás se encontrarán en cosas externas.
Por otro lado, hay que entender que la vida no es algo lineal y contínuamente positivo. Hay altibajos. Cosas buenas y malas.
Siempre tomamos lo malo como algo exageradamente tremendo y lo bueno como algo normal. Si nos pasa algo bueno pensamos que eso es como debe ser. No lo vemos como algo positivo.
Si estamos bien de salud creemos que eso es normal, no bueno. Y estamos equivocados. Sólo nos damos cuenta de ese error si nos enfermamos gravemente. Y ya es tarde.
Algún filósofo decía que la felicidad consiste en saber valorar las cosas antes de perderlas. Y creo que algo de eso debe haber.
Es hora de mirarse al espejo y darnos cuenta que estamos íntegros. Debemos dejar de repetir idioteces sin sentido que nos vuelven pesimistas y nos alejan de los demás. La vida nunca es totalmente negativa. La vida de nadie, en absoluto.
Lo que pasa es que la memoria es selectiva. Solo recordamos lo que queremos recordar. Y el tipo que es pesimista obviamente recordará sus malos momentos, no los buenos.
La vida es, esencialmente, una selección de anécdotas. Un rejunte de postales cotidianas.
Si tuviera que hablar de "toda" mi vida es probable que recuerde sólo mis mejores momentos. Es decir, los que han quedado en mi memoria.
Muchos de esos momentos ya no son parte de mi presente. Lamentablemente mi vida ha cambiado radicalmente y he perdido muchas de las mejores cosas que había sabido ganar. Pero no puedo vivir en el pasado contínuamente.
Aprovecho entonces esos errores vividos como para cambiar mis defectos y guardo lo más hermoso de mis días pasados como recuerdo de la felicidad que viví. Lo bueno es entender que no han sido años perdidos. Que me han dado plena felicidad en ese momento y hasta me animo a admitir que ciertas anécdotas me generan espontáneas sonrisas. Sobre todo cuando resurgen algunas postales proyectadas desde mi corazón.
Cada uno de Uds. sabrá a quiénes van dirigidas estas palabras. Uds. sabrán si están desesperanzados o no. Si tienen amigos o planes para el fin de semana.
Yo lo único que espero es que cada semana tengan menos tiempo para leer mis reflexiones y más tiempo para dedicarse a sí mismos.
Mientras tanto, acá seguiré estando. Como el amigo de siempre, que trata de ayudarlos contándoles sus propias experiencias de vida...
Christian Sanz