Primero se dijo que era una carta del papa Francisco a Cristina; luego se dijo que era “trucha” —incluso se habló de “mala leche”—; posteriormente se volvió a hablar de la autenticidad de la misiva, solo que esta vez se aclaró que se trató de un “telegrama”. ¿Cómo pudo ocurrir algo semejante? ¿Nadie pudo desmentirlo o confirmarlo antes?
Lo cierto es que la misiva despertó certeras dudas en propios y ajenos. Algunas de ellas, son las siguientes:
-¿Por qué la carta fue escrita en mayúsculas, siendo que todas las anteriores misivas del papa están en minúscula?
-¿Cómo es posible que tenga tantas faltas de ortografía, siendo que Francisco supo ser profesor de literatura?
-¿Qué hizo que el sumo pontífice pasara de tratar de usted a Cristina a tutearla?
-¿Por qué tardó tantas horas el Vaticano en confirmar la veracidad de la carta?
-¿Mintió monseñor Karcher cuando dijo ayer que consultó a Francisco antes de revelar que la misiva era “trucha”?
-¿Alguien puede explicar por qué difiere la firma del papa entre las anteriores cartas y la que se conoció ayer?
-¿Por qué la misiva no lleva el sello de la Nunciatura Apostólica de Buenos Aires?
-¿Por qué Federico Vals, exvocero de Jorge Bergoglio duda de “las formas” del documento?
-¿Es cierto que las cartas ceremoniales no se doblan jamás?
-¿Hubo, como dicen, una “gestión oficial” durante toda la noche para resolver el tema?
-¿Será como dice Vals que el papa “haya asumido la escritura de la cara como para bajar los ánimos”?
Por ahora, solo preguntas sin respuesta.
Christian Sanz
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