Está decidido: Claudio Bonadío va contra Cristina Kirchner a todo o nada. Es una cuestión de tiempo: o la presidenta logra apartar al juez de su cargo o el magistrado expondrá antes a la jefa de Estado al ostracismo público.
Lo más probable es que ocurra lo segundo. Es que, para “primerear” a Cristina, Bonadío avanza con inusitada velocidad, cruzando datos de la AFIP de la familia Kirchner con los de la Inspección General de Justicia y también con sus propias declaraciones juradas. Al menos las pocas que están disponibles en la Oficina Anticorrupción.
Luego, hará lo propio con Lázaro Báez y otros empresarios —la sombra de Cristóbal López empieza a asomar en su despacho—, todo a efectos de intentar demostrar que se ha configurado el delito de lavado de dinero.
Junto al fiscal Carlos Stornelli, Bonadío ha decidido indagar las cuentas de Máximo y Florencia Kirchner, y hasta pidió las declaraciones juradas del fallecido Néstor Kirchner entre el año 2008 y octubre de 2010.
El interés del juez no es casual: está seguro de que, al cruzar todos esos datos, se encontrará con una trama de corrupción descomunal. Para el magistrado, hay manera de probar cómo se configuraron los millonarios “retornos” de la obra pública que se otorgaron a Báez a partir del año 2004.
Bonadío sospecha que esos fondos se lavaron a través del alquiler de habitaciones de los hoteles de Cristina por parte del dueño de Austral Construcciones.
Por eso, el juez ha puesto la lupa sobre la firma Valle Mitre, perteneciente a Báez. Es la que alquiló a Hotesur cuartos que jamás ocuparon, a un precio que duplica el normal. En principio, Bonadío encontró indicios en los hoteles Alto Calafate y Los Sauces, ambos pertenecientes a la jefa de Estado.
Básicamente, lo que se pregunta el magistrado es: ¿Por qué Báez alquilaría a pérdida vacíos cuartos de hotel sino es para lavar fondos de dudosa procedencia?
Como sea, Cristina teme por el avance judicial y apura a sus funcionarios. Mientras Julián Álvarez denuncia a Bonadío ante el Consejo de la Magistratura, el senador K Marcelo Fuentes hace lo propio ante la justicia Federal.
Al mismo tiempo, funcionarios de la talla de Jorge Capitanich, Aníbal Fernández y Diana Conti lo destrozan mediáticamente.
La frutilla del postre la configuran los medios oficialistas, que no cesan en su ataque al juez, otrora bendecido por el kirchnerismo (dicho sea de paso, esta noche revista Veintitrés le dedicará una durísima nota).
En definitiva, todo es parte de una encarnizada carrera por llegar primero a la meta. Es, finalmente, una pelea en la cual no hay buenos y malos, sino solo malos.