Finalmente, la Sala I de la Cámara Federal, integrada por los jueces Freiller, Farah y Ballestero, decidió no hacer lugar a la acusación de Alberto Nisman contra Cristina Kirchner por encubrimiento de los autores del atentado contra la AMIA.
Se trató de un fallo dividido que puntualizó que el acuerdo con Irán “pudo ser fracaso o error pero no delito”.
La decisión del tribunal era lógica y esperable, toda vez que la denuncia de Alberto Nisman carecía de elementos determinantes y comprometedores. Solo se trata de un relato, interesante y fantástico, pero relato al fin.
Solo está sustentado por supuestos e hipótesis de imposible comprobación, con la sumatoria de algunas escuchas que, en el peor de los casos, comprometen al siempre incombustible Luis D’Elía y a su siempre servicial ladero, Fernando Esteche. Nada más.
Vendrán ahora teorías conspirativas sobre supuestos carpetazos y presiones a los camaristas —algo absurdo conociendo a quienes integran la Sala I—, pero solo serán eso: más leyenda urbana, jamás sustentada en ninguna evidencia.
A quien escribe estas líneas —quien más denuncias ha hecho contra este gobierno— le encantaría que Cristina y su séquito terminaran tras las rejas, por la acumulación de delitos cometidos en los últimos doce años, pero no ocurrirá en este caso. Como se dijo, no hay sustento alguno.
Nisman fue un funcionario siempre alineado al kirchnerismo, ello hasta que empezó a temer por su propia estabilidad laboral, justo después de que su “mandante”, Antonio Stiuso, fuera removido de la exSIDE. En ese preciso momento, decidió embestir contra Cristina. ¿Hubiera avanzado si todo ello no hubiera sucedido? Seguramente, no.
Su denuncia —acerca de la cual todos opinan, pero pocos leyeron con detenimiento— no se sostiene siquiera mínimamente, menos aún para quienes han investigado el caso AMIA en profundidad. Tal es el caso de este periodista.
Volviendo a la desestimación de la Cámara Federal, existe ahora una instancia superadora en la Cámara de Casación; no todo está perdido para quienes creen que hay “carne” en la acusación de Nisman. Aún hay tiempo, ese es el mensaje.
No obstante, sería más productivo enfocarse ahora mismo en la muerte del propio fiscal. ¿Qué pasa en ese expediente? ¿Por qué ya no se habla del tema? ¿Desde cuándo los diarios dejaron de ocuparse de la cuestión? ¿Por qué?
La muerte de Nisman, haya ocurrido como hubiere ocurrido, es uno de los hechos más graves acaecido en la historia argentina. Es una daga atravesando el republicanismo vernáculo.
En ese contexto, sorprende —y espanta— que los periodistas se hayan olvidado de su luctuoso e inmerecido derrotero. ¿Qué pasó con eso de que Nisman éramos todos?
En las próximas horas se discutirá de manera persistente e innecesaria el fallo de la Cámara Federal, habrá más especulación que datos duros. Mientras tanto, lo importante e imprescindible seguirá quedando fuera de toda discusión pública. Como siempre.