En las últimas horas, Carlos Menem sorprendió a propios y ajenos al asegurar que, si declara lo que sabe respecto del atentado a la AMIA, afectará intereses del Estado argentino y podría “provocar el rompimiento de la convivencia pacífica con otras naciones”.
Lo hizo en el marco del juicio que lo tiene en el banquillo, junto con otros exfuncionarios de su propio gobierno, por supuesto encubrimiento de la explosión ocurrida el 18 de julio de 1994.
En ese contexto, luego de sus dichos, las preguntas surgen cual catarata de dudas: ¿Qué es lo que sabe Menem que aún no ha declarado? ¿Cómo es que esa verdad podría afectar intereses estatales? ¿Qué quiso decir con que podría romperse la convivencia pacífica con otras naciones? ¿Por qué nunca antes habló al respecto?
Primero, una digresión: lo que quiere revelar el expresidente es más explosivo de lo que jamás alguien pudiera imaginar, ya que desnudará que existió un pacto internacional de impunidad para garantizar que los verdaderos culpables del atentado a la AMIA jamás purgaran culpa.
Empezando por la última pregunta: ¿Por qué Menem no habló antes? Básicamente por temor a represalias y por el hecho de tener que admitir que él mismo aparece involucrado —y enchastrado— por la trama de encubrimiento que se explicará más adelante.
El cambio del exmandatario no es totalmente novedoso, sino parte de una transición gradual que viene mostrando desde hace algunos años y que tuvo como puntapié inicial el cambio de discurso respecto de la muerte de su hijo: si bien durante años insistió en decir que se trató de un accidente, en los últimos tiempos admitió con insistencia que en realidad fue un atentado, cometido en el marco de una suerte de mensaje hacia su persona.
No es casual la mención: parte de lo que expondrá Menem concatena los atentados en Buenos Aires con ese hecho, el cual le costó la vida a su propio vástago.
¿Qué dirá el expresidente de la Nación? Que intereses árabes se cobraron una venganza contra su persona por no haber cumplido una serie de acuerdos refrendados en Damasco en el año 1988, junto al entonces presidente sirio Haffez Al Assad.
A cambio de cerca de ocho millones de dólares para la campaña presidencial, Menem aseguró a su par que le vendería un reactor nuclear y ayudaría a blanquear dinero del narcotráfico de Siria, una de las principales fuentes de ingreso de ese país.
Ello provocó que ocurriera el primero de los atentados, el que hizo explotar la embajada de Israel el 17 de marzo de 1992. El mensaje fue claro y su ejecutor también: en esos días se encontraba en Buenos Aires Monzer Al Kassar, ministro sin cartera de Siria. El dato llegó a manos del entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, pero este decidió ocultarlo a pedido de Menem.
El 18 de julio de 1994 ocurrió el segundo atentado, esta vez a la mutual israelita AMIA. Entonces Menem dijo una frase reveladora: “Esto me lo hicieron a mí”. Sabía de lo que hablaba: inmediatamente exigió que no se investigara a ningún ciudadano sirio.
En realidad, el exmandatario creía que atentarían contra alguno de sus hijos. Por ello, apenas supo de la explosión en la AMIA, llamó a Zulemita Menem para preguntarle si estaba bien.
Luego llegó lo peor: la muerte de Carlos Menem Junior, acaecida el 15 de marzo de 1995. El mensaje era claro y había sido anticipado un mes antes por un agente de inteligencia que estaba preso, Mario Aguilar Rizzi. El entonces recluso envió una carta certificada —número 8804— al exministro del Interior Carlos Corach advirtiendo que matarían al hijo de Menem mientras volara en su helicóptero.
“Está vinculado con el tema AMIA”, aseguró lacónico el espía. No obstante la advertencia, Menem diría en esos días, una y otra vez, que lo sucedido con Carlitos se había tratado de un “lamentable accidente”.
Al mismo tiempo, Zulema Yoma comenzaría una cruzada solitaria, asegurando que su hijo había sido asesinado. Quienes la trataron de “loca” en esos días, no advirtieron en una frase que solía pronunciar y que se ha vuelto crucial a 20 años de sucedido ese hecho: “La muerte de Carlitos fue el tercer atentado”.
Entonces… si sabía que el fallecimiento de su hijo no había sido un hecho fortuito, ¿por qué Menem decidió decir públicamente que había sido un “mero accidente”? Por muchos motivos, aunque principalmente dos: como se dijo, en la trama aparece él mismo involucrado y, si decía la verdad, se inculparía a sí mismo. Por otro lado, el expresidente temía que, si hablaba, le hicieran algo a Zulemita.
Un exministro del menemismo que supo gozar de la confianza de Menem como pocos, lo explicó a este cronista de la siguiente manera: “Carlos los cagó a los sirios, los sirios se lo cobraron y quedaron a mano. Si Carlos subía la apuesta, quedaba otra vez en deuda y podían matarle a Zulemita. Así opera la mafia”.
Dicho esto, aparece la siguiente pregunta: ¿Cómo es que esta verdad podría afectar intereses estatales? En primer lugar, porque existió un claro encubrimiento por parte del Estado para que no se llegue a los verdaderos culpables del atentado a la AMIA. En segundo lugar, porque existieron increíbles complicidades a la hora de ejecutar y encubrir el mismo hecho.
En esa cadena de responsabilidades aparecen importantes referentes de la política, agentes de inteligencia, policías e incluso reputados funcionarios judiciales. Si a ello se suma que hubo una certera presión por parte de Estados Unidos e Israel para que no se investigara la denominada “pista siria”, el escándalo llega a niveles superlativos.
Ese es el contexto en el cual debe entenderse la frase que pronunció Menem cuando dijo que “podría romperse la convivencia pacífica con otras naciones”. ¿Qué dirían los siempre inquietos sirios si esta verdad fuera revelada? ¿Acaso alguien puede creer que se quedarían con los brazos cruzados?
La trama es mucho más escalofriante de lo que aquí se cuenta y, como puede verse, supera a los mejores libros de ficción.
No se trata de especulaciones periodísticas, sino de testimonios reales y evidencia que está elocuentemente documentada.
En este marco, resta interrogarse: ¿Es casual que Menem acepte ahora hablar de la pista siria, justo cuando el gobierno ha instruido a los nuevos fiscales del caso AMIA para que hagan lo propio?
Todo es posible, aunque poco es probable. Lo único que parece claro son las explosivas revelaciones que prometen salir a la luz en los meses venideros, no solo en torno al tema AMIA, sino también respecto de la muerte de Carlitos Menem.
Para entender lo que viene hay que mirar de cerca lo que ocurrió hace pocas semanas en una audiencia que pasó inadvertida para la mayoría de los medios.
Allí, peritos oficiales junto a especialistas de parte de Zulema Yoma y Carlos Menem concluyeron en la certeza de que existieron impactos de bala en el helicóptero en el cual viajaba Junior en marzo de 1995. En realidad, los peritos refrendaron estudios que se hicieron en el año 1997 y que habían sido puestos en duda entonces. Uno de ellos lo efectuó Gendarmería Nacional.
Este nuevo estudio, que concluye en que la aeronave que piloteaba Junior fue tiroteada, fue el que terminó de convencer a Menem para avanzar en una verdad que hasta ahora no se había animado a pronunciar. Por eso, pidió ser relevado de los secretos de Estado.
Como dice una vieja frase del saber popular... más vale tarde que nunca.