Bajo la etiqueta “Panamá Papers”, un grupo de periodistas de investigación de todo el mundo —incluida la Argentina—, decodificaron miles de documentos filtrados de la firma legal panameña Mossack Fonseca, célebre por crear sociedades offshore, utilizadas para evadir impuestos y blanquear dinero.
Allí se muestra cómo operaron poderosos mandatarios de todo el mundo, a través del servicio brindado por esa empresa.
Por caso, los “papers” muestran cómo amigos de la infancia del mandatario ruso, Vladimir Putín, como el violonchelista Sergey Roldugin, ganaron millones a través de operaciones sospechosas.
También reveló cómo el primer ministro de Islandia, Sigmundur David Gunnlaugsson, casi se desmaya cuando se descubrió que tenía una empresa offshore llamada Wintris. Luego de ello, su cargo se sostiene con alfileres.
El impacto que ha tenido —y que tendrá— la revelación de los “Panamá Papers” es elocuente, y deja en claro la importancia del periodismo de investigación a la hora de desnudar la corrupción.
En estas horas, Mauricio Macri y los Kirchner se encuentran complicados por aparecer en esos documentos. El presidente de la Nación directamente aparece dirigiendo una compañía que jamás declaró; los Kirchner se ven rozados a través de uno de sus secretarios privados, Daniel Muñoz, quien supo manejar activos del otrora matrimonio presidencial.
Uno y otro —Mauricio y Cristina— emitieron sendos comunicados en las últimas horas, intentando explicar lo inexplicable. Justificando lo que no tiene justificación.
La verdad es que hay una sola realidad, en una suerte de dogma cuasiperonista: las empresas off shore se arman para esconder la identidad de los dueños de las compañías de marras y suelen utilizarse para generar autopréstamos entre sí, con todo lo que ello conlleva.
También hay que mencionar que esas compañías se usan muchas veces para "triangular" exportaciones y eludir el pago de impuestos en el país de origen.
Si así no fuera, si no tuvieran esos "beneficios" quienes impulsan la creación de ese tipo de firmas no irían a esas lejanas naciones que permiten tal operatoria; directamente trabajarían en sus países de origen.
Se insiste, lo que digan Macri y Cristina es entendible, desde ya, pero no justifica el armado de sociedades en esas condiciones. Son manchas —más pequeñas o más grandes, como se quiera— a sus reputaciones.
Le pese a quien le pese y le moleste a quien le moleste, hay que decir las cosas como son.
Como dijo alguna vez el física alemán Georg Ch. Lichtenberg, “es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien”.