Ayer nomás, el jefe de la División Seguridad de la Policía Federal en los tribunales federales de Retiro, comisario Mariano Martín Coustau, apareció muerto con un balazo en la cabeza.

Cerca de las 16.45, el uniformado fue encontrado en su oficina, ubicada en un contenedor en la parte trasera del predio de los tribunales de Comodoro Py, y en seguida se habló de un seguro “suicidio”.

Según se refirió a través de las puntuales crónicas policiales —de esas que son afectas a ser poco creíbles—, el comisario se habría matado disparándose en la cabeza con su arma reglamentaria. De hecho, fue encontrada junto a su cuerpo, derrumbado en una silla.

Apenas conocida la noticia, el escepticismo se desparramó a través de las redes sociales. Incluso sus propios amigos se mostraron desconfiados de lo sucedido.

Por caso, los voceros de Comodoro Py indicaron que el mismo día en que apareció muerto había ido a trabajar como cualquier día, y que nadie notó nada extraño en su comportamiento.

Si ello suena suspicaz, basta mencionar que hasta el momento no se encontró carta o documento alguno que mencionara la posibilidad de que Coustau quisiera quitarse la vida.

Ciertamente, su nombre puede parecer desconocido para la mayoría de los que leen esta nota. Sin embargo, se trata de aquel que estuvo a cargo de los operativos en Comodoro Py por las declaraciones de Lázaro Báez, José López e Ibar Pérez Corradi, entre otros.

En ese contexto, ¿no sería conveniente esperar un poco antes de arriesgar hipótesis respecto de lo que le pudo haber pasado a Coustau, ya sea un suicidio o un crimen? En estas horas, los peritos aún se encuentran analizando algunos de los elementos encontrados en el lugar y nada han concluido al respecto.

¿Por qué entonces hay quienes se apuraron a asegurar que el comisario se quitó la vida? ¿De dónde salió el dato de que concurría al Hospital Churruca de manera recurrente a hacerse ver? ¿Serán los mismos que aseguraron que Coustau estaba jaqueado por presuntos “sumarios internos”?

Entre las pocas certezas que existen en estas horas, la más elocuente es que nadie escuchó el disparo que quitó la vida del comisario.

A su vez, en su perfil de Facebook apareció un mensaje sugestivo por parte de una supuesta amiga de él llamada Paula Aloi: “¿Alguien me puede decir que pasó con Mariano Coustau? Soy amiga de la infancia y hace un tiempo que estábamos viéndonos como algo más que amigos con ganas de formar algo lindo”. ¿No es sospechoso que aparezca semejante comentario, sobre todo cuando ya se sabía que el uniformado había sido encontrado sin vida?

Conversación de este periodista con un amigo de Coustau anoche

Se insiste: Coustau no era cualquier hijo de vecino, sino alguien célebre en Comodoro Py, ya que era el interlocutor obligado de jueces y fiscales a la hora de tramitar todo lo referido a cuestiones de seguridad por el traslado de presos peligrosos.

Su nombre apenas sí rozó la fama el martes 16 de septiembre de 2014, cuando se cruzó en un duro entredicho con el hoy abogado de Cristina Kirchner, Gregorio Dalbón.

Ocurrió en el marco de una audiencia por la tragedia de Once en la cual el letrado fue echado de la sala y multado por “inconducta”.

Ese día, Coustau ingresó en la sala donde se sustanciaba el juicio y recibió una curiosa advertencia por parte de Dalbón, a quien debía “escoltar” afuera de la sala: “Usted no me asusta. De ninguna manera me siento amedrentado y si lo hiciera, voy y le corto el cuello”.

¿Suicidio, crimen? Por ahora es aventurado hablar de cualquiera de las dos posibilidades.

Como dijo alguna vez el filósofo de la ciencia Imre Lakatos, “lo que caracteriza a la conducta científica es un cierto escepticismo incluso con relación a nuestras teorías más estimadas”.