Era un tipo raro, silencioso, desconfiado
Escéptico, solitario, reflexivo…
Como son los genios, claro
Ávido jugador de ajedrez
Que supo destacarse en esa disciplina
Como pocos, llegando a ser campeón, una y otra vez
Lo recuerdo cortando páginas de diarios
En las que él mismo aparecía
Siempre destacado, siempre ganando
En silencio, hacía ese ritual, cada vez
Y guardaba esos papeles en unos enormes álbumes
Donde suelen archivarse fotos familiares
Tenía varios de ellos, montones
Eran su cucarda, su medalla de combate
Porque al fin de cuentas era eso…
Un combatiente, un guerrero
Quien no me crea, solo debe saber una cosa
Cada día pasaba horas y horas
Practicando en su tablero de ajedrez
Solo, casi a oscuras, avanzando y rebobinando
Peones, alfiles y caballos
Planificaba sus jugadas, se “entrenaba”
Como todo un guerrero
Era el mejor… lejos
No solo en el ajedrez, en la vida también
Le debo gran parte de mi crianza
Ya lo he contado infinidad de veces
Cómo me crió de pequeño
Junto a mi abuela, mi querida Esther
Incontables anécdotas junto a él
Improvisaba lucha libre conmigo
Siempre me dejaba ganar
Lo supe de grande, recién
Vaya ironía del destino lo que le pasó….
A ese gran luchador, al fin le ganó la vida
Al tipo que pudo con todos
Al que les ganaba a los mejores
Se fue, de una vez y para siempre
Pasó el lunes pasado, como quien no quiere la cosa
Como la muerte misma, repentina y traicionera
Pero nunca miserable
Es un golpe durísimo, insoportable
Aún cuando hace mucho que no nos veíamos
Que no tomábamos un café juntos
Para hablar de banalidades
Se lo va a extrañar a mares
Porque así era él
Un tipo que era siempre centro del universo
La inevitable “alma” de toda fiesta
El que contaba los mejores chistes
El que tenía la risa más contagiosa
Ya les dije: era el mejor
Le mando un abrazo interminable
Dondequiera que esté
Ojalá pueda saber, allí donde se encuentre
Que lo amo profundamente
Y que jamás lo olvidaré… gracias tío querido.