Cuanto más pasan las horas, más raro y espeso se pone el clima. Por un lado, aparece la “mediática” Natacha Jaitt, quien arrojó acusaciones por doquier contra conocidos referentes del mundillo de la política, la farándula y el periodismo, a quienes vinculó con puntuales hechos de pedofilia.
Ello en el contexto de la investigación que se lleva adelante por presuntos abusos en las inferiores de Independiente.
Por el otro, aparecen los acusados, que insisten en magnificar un tema que no merece más que mesura y el gesto de “ponerse a disposición de la justicia”. A menos que se tenga la cola sucia, claro.
La sobreactuación no los ayuda. ¿Cómo explicar lo que hizo América, que estuvo todo el día martes acusando una supuesta operación de la cual no dieron siquiera un indicio? La sincronización y el discurso unificado de algunos de sus periodistas los expuso demasiado.
Tampoco ayuda la actitud de Jaitt, que jugó más con el misterio que con la información concreta, restándole credibilidad a sus propias denuncias.
En el medio, está lo importante. Aquello de lo que nadie habla: los chicos abusados. Lo único relevante de todo este escándalo de proporciones. ¿A alguien le interesa acaso?
Suponiendo que todos los nombres que han sido mencionados hasta ahora públicamente estén desvinculados de la trama de marras, ¿por qué tanto nerviosismo? ¿Cómo se explica la legión de abogados de famosos que se acercan a ver el expediente?
En medio de tanta sobreactuación, este mismo miércoles el procurador General bonaerense, Julio Conte Grand, dio una sorpresiva conferencia de prensa. Allí, sin que nadie se lo preguntara, el funcionario aseguró que no había famosos ni periodistas vinculados a la causa judicial. ¿Por qué lo aclaró? ¿A quién buscó tranquilizar?
Ciertamente, se trató de una conducta fuera de lo común: no es usual que un funcionario judicial brinde tantos detalles respecto de una investigación que recién comienza y que aún tiene mucho por hurgar.
El propio procurador admitió que "hay al menos siete víctimas y cinco personas detenidas, pero tenemos testimonios que nos llevan a pensar que hay al menos otras diez víctimas y tenemos indicios que señalan a otros sospechosos".
Ello lleva a la siguiente pregunta: ¿Hubiera admitido Conte Grand que había famosos involucrados en caso de que así estuviera acreditado en el expediente? ¿Realmente lo hubiera hecho en medio de una investigación en curso? Un punto para pensar, sobre todo porque se trata de una indagación bajo secreto de sumario.
A las cuestiones suspicaces debe agregarse el comentario del mismo funcionario, que aseguró que “no hay una red, no hay algo centralizado”, sino casos aislados de abuso. ¿Puede aseverarlo en este punto de la investigación, tan prematuro? ¿Cómo lo sabe?
No obstante, la mejor parte de la conferencia se dio cuando Conte Grand advirtió que "se abrió una investigación sumarial sobre los funcionarios judiciales que tuvieron acceso a los datos de la causa que se filtraron en la prensa”. ¿No es que no había nada raro, nadie de relevancia mencionado allí? ¿Por qué entonces la cerrazón?
Y varias digresiones, de paso: ¿Cómo operan los vínculos del procurador con el Opus Dei y con Gustavo Vera, uno de los señalados por Jaitt? ¿De qué manera juega su relación familiar con la esposa de Luis Majul, María Elizabeth Conte Grand?
Por lo pronto, la fiscal del caso, María Soledad Garibaldi, decidió citar a Jaitt. Era hora.
Hoy mismo la mediática fue parte de una operación pocas veces vista: aseguraron que había “arrugado” respecto de su acusación contra Carlos Pagni y había referido a un tal Carlos Pérez. Sin embargo, la declaración que dio a conocer Jorge Rial, donde constaría eso —¿Cómo hizo para acceder a la presentación, dicho sea de paso?— no tenía la firma de Jaitt.
Todo lo que quieran. Pero hizo bien @NatachaJaitt en no contestar nada e irse. Bajo la pretensión de una declaración testimonial el fiscal la estaba indagando. Y encima después filtraron el acta. Cualquiera. pic.twitter.com/W8Rzhl8JsV
— Alejandro Rúa (@AleRuaTwit) 4 de abril de 2018
Otra vez: demasiadas molestias se han tomado los periodistas de América respecto de supuestas acusaciones sin fundamento. Casi como matar un mosquito con una bazuka. Eso sí, jamás ninguno de los señalados ha dicho que era inocente, y menos aún condenó la pedofilia. Sintomático.
Todos insisten, sí, en acusar una “operación” de Inteligencia. Para sostenerlo, aseguran que la mujer que acompañó a Jaitt al programa de Mirtha Legrand, Ana Polero, reportó en su momento en la Agencia Federal de Inteligencia (ex SIDE). ¿Se puede ser más imbécil? ¿Acaso alguien que monta una operación de tal magnitud se presentaría públicamente con la misma persona a la que le da letra? Idiotas todos.
Ninguna conspiración, nada de nada. Equivocada o no, Jaitt se mueve sola, quienes la conocen admiten que es inmanejable. No hay nadie que le diga qué decir o qué callar. ¿Alguno puede imaginar que la mujer pueda ser manipulada de alguna manera?
Cuando se quita la hojarasca, lo que se ve debajo es demasiada preocupación ante una situación que, en el peor de los casos, debería haber movido a la carcajada a los propios afectados.
La paradoja final es cruel, pero real: muchos de los periodistas que acusan a Jaitt vienen cobrando suculentas mensualidades por parte de la exSIDE. Desde la memoria de los tiempos.
Pensar que esos mismos tipos puedan ser operados por los que les pagan es, mínimamente, pueril.