Ni muy muy, ni tan tan. Lo que ocurre en estas horas en agencia Télam tiene condimentos variados y de meridiana complejidad. Mucho más de lo que se cree.
Unos hablan del avasallamiento del macrismo sobre el periodismo; otros, de la necesidad de eyectar a los eventuales ñoquis de las filas del antiquísimo organismo estatal. Casi que no hay término medio.
Las redes sociales se han puesto de un lado o del otro, sin posibilidad de llegar a acuerdo alguno. Ergo, ¿dónde está la verdad? ¿Hizo bien o hizo mal el gobierno en echar a mansalva a tantos periodistas?
En principio, puede decirse que actuó mal, ya que hizo una suerte de “limpieza” indiscriminada, sin analizar cada uno de los casos en particular. Ello obligó al macrismo a “recular” y tener que reincorporar a algunos de los que había despedido, uno de ellos a pedido de la Justicia.
Otro de los tópicos en los que se equivocó fue en los motivos de los despidos: primero se dijo que se trataba de periodistas “ñoquis”, que habían sido incorporados durante el kirchnerismo —lo cual es parcialmente cierto —; luego, se habló de que estos habían sido eyectados por su “ideología”.
¿Cómo sostener algo semejante en un país en el que un centenar de hombres de prensa fueron asesinados por su forma de pensar, en tiempos de la sangrienta dictadura militar?
Por si no fuera suficiente, el Titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi llegó a escribir en su página de Facebook que, con los despidos, habían “ganado”, tanto el periodismo como la ciudadanía.
¿Qué es lo que ganaron? ¿De qué manera alguien puede ganar algo en medio de ajustes y despidos, en uno de los peores momentos económicos del país?
Lo de Lombardi fue todo un exceso, innecesario, en torno a un debate que amerita toda la cordura y calma posible.
Es bien cierto que había ñoquis en la agencia estatal —uno de ellos es Juan José Salinas, denostado incluso por sus propios compañeros, que lo acusaban de cobrar una fortuna sin ir jamás a trabajar—, pero también es real que hubo despidos injustos.
Conozco al menos a una decena de colegas que dejaron su vida en Télam, periodistas que se desempeñaban allí desde hace más de 20 años. Con un agregado: más de la mitad de ellos están bien lejos del kirchnerismo, e incluso votaron a Macri. ¿Cómo explicarles entonces cuáles fueron los motivos de sus despidos?
Se insiste: había que hacer un recorte, ciertamente, pero no de la manera en la que se hizo. En 2003 había 479 empleados en la agencia estatal y 12 años después ese número se duplicó. No era ninguna novedad que había ñoquis. No ese el punto en discusión: la cuestión no es el “qué” sino el “cómo”.
En estas horas, en Télam se está haciendo una revisión de los despedidos, a efectos de analizar caso por caso. Lombardi está hablando con cada una de las gerencias para que revean los listados de los despedidos. ¿No es algo que se tendría que haber hecho de entrada, antes de enviar telegramas a mansalva?
Dicho sea de paso, ¿cómo es posible que Maximiliano Tomas permanezca en su rol directivo, siendo que también presta funciones en el gobierno porteño y de manera indirecta para la Televisión Pública y Radio Nacional? ¿Algo que decir, ministro Lombardi?
Es curiosa la vara con la que el macrismo mide sus prioridades. Incluso, es más inentendible aún aquella con la que mide las prioridades de la ciudadanía.