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Gasto público, déficit fiscal e impuestos: los políticos nos la siguen poniendo

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Es hora de decir basta
Es hora de decir basta

Nos miramos unos a otros, de manera recurrente, no terminamos de entender qué nos pasa. Qué le pasa al país, en realidad.

 

Vivimos de crisis en crisis, sin solución de continuidad. Etapas de bonanza nos dan efímeras esperanzas, pero luego vuelve todo a la normalidad. Mejor dicho, a la anormalidad. ¿O acaso no estamos más acostumbrados a los momentos de zozobra que a las situaciones de calma?

Inflación, riesgo país, déficit, devaluación… son solo algunos de los términos que nos habituamos a pronunciar como algo rutinario, como si habláramos del estado del tiempo. Es eso que ocurre solo en países tercermundistas… y en Argentina.

No es un problema ideológico ni partidario, es un problema cultural. De cómo somos. Y de cómo creemos que somos. Una cuestión más psicoanalítica que económica.

Es un buen puntapié para avanzar en la discusión que se da en estas horas, la del presupuesto 2019, que incluye el tópico del endeudamiento con el FMI y otras cuestiones concomitantes.

Más allá de cómo avanza el debate político a ese respecto, hay un intercambio interesante respecto del déficit fiscal y el gasto público, temas que no terminan nunca de resolverse. Lo escucho desde que soy pequeño y, según me cuenta mi amigo Roberto Cachanosky, viene de varias décadas antes.

En alguna de las tantas conversaciones mantenidas con él, me ha explicado hasta el hartazgo que no se trata de lo mismo. No son sinónimos “déficit” y “gasto”. Lo mismo me han dicho otros economistas de renombre. Finalmente lo he entendido, no sin dificultad.

He hablado con tipos grosos para intentar entender la economía, tipos de la talla de José Luis Espert, Fausto Spotorno, Sebastián Laza, etc… todos me tienen enorme paciencia. Me escuchan, me explican. Y me dicen algo fundamental: no es tan complejo entender de economía, lo complicado es entender a la Argentina. Y a los que la gobiernan.

Todos coindicen en que nadie hace lo que tiene que hacer, ninguno. Los presidentes se suceden y no hay uno solo que se atreva a atacar el gasto público. “Es el gran mal que jaquea a la economía argentina”, me dijo una vez Espert. Y tenía razón.

Cachanosky coincide con él. Y agrega un dato perverso: “Siempre el ajuste recae en el sector privado, nunca en el público”.

En buen romance: a la hora de ordenar las cuentas, los diferentes gobiernos deciden subir impuestos pero jamás tocan el gasto.

Entonces, el Estado se vuelve cada vez más obeso y, en relación inversamente proporcional, los bolsillos de los contribuyentes más esmirriados. “La carga tributaria total era 18% del PBI en el 1991, y cuando se fue el kirchnerismo en 2015 era 34% del PBI”, advierte al respecto Cachanosky.

Y todo ello para nada. ¿O acaso qué ha mejorado para el ciudadano de a pie?

La presión sube solo para que cada vez la clase política viva mejor y la sociedad peor. Tipos que en la actividad privada no podrían ganar ni 15 mil pesos, en sus ostentosos cargos se quedan con sumas que superan los 150 mil pesos. Ello sin mencionar gastos de protocolo y viáticos.

A su vez, acomodan a sus familias en lugares privilegiados del Estado, que pagamos todos nosotros. La mayoría de ellos son ñoquis, ni siquiera deben cumplir un horario de trabajo. Solo cobran a fin de mes.

Ni hablar de las provincias, donde esa inconducta se multiplica por mil. Y la perversidad lo hace a la par.

Los medios no pueden hablar de eso, porque sus palabras son moderadas —léase “censuradas”— por la pauta del Estado. Dinero público para callar inmoralidades públicas. En un círculo vicioso sin fin.

Entonces, llegamos a la locura que vivimos hoy, con una economía que no cierra por ningún lado. Necesitados de que vengan burócratas del FMI a decirnos lo que ya sabemos: hay que equilibrar las cuentas. Imbéciles de nosotros.

Entonces, para lograrlo, aparece un gobierno demagogo como el de Macri —que no se diferencia de sus antecesores en este punto— que presenta un proyecto de presupuesto que casi no achica el gasto público y vuelve a poner la mira en las retenciones y la suba de otros impuestos. Todo el peso en la espalda de los contribuyentes. Otra vez más y van…

¿Cuánto más repetiremos la historia hasta lograr entender que debemos cambiar, de una vez y por todas, para beneficio de todos?

Dicen que el ser humano es el único animal que se choca dos veces con la misma piedra. Si esto es así, en los argentinos esa característica crece de manera exponencial.

No colisionamos dos veces, sino que superamos la marca una y otra vez, y persistimos en querer hacerlo a futuro. No hay remate.

 
 

10 comentarios Dejá tu comentario

  1. El déficit fiscal es un problema, pero no es *EL* problema. El problema son los argentinos que gustan de tomar partido en debates huecos de "mercado interno vs exportación", "consumo real vs consumo subsidiado" y demás. Todo se paga tarde o temprano. La política vernácula PROMUEVE Y MANTIENE LA POBREZA CON FINES DE ESPECULACIÓN POLÍTICA. El resto es saraza. La pobreza es negocio para la política, como la droga y la violencia. Argentina sin una clase media y una clase baja subsidiada TENDRÍA EL DOBLE DE POBREZA. Esa es la realidad. Si partiéramos de esa realidad habría margen de arreglar esto, pero volvemos al punto uno: la pobreza sirve a la especulación política. Nada mas barato que comprar que el voto o la militancia de un pobre. El rico puede hacer su propia presión y la clase media no es tan fácilmente condicionable. Lo cierto es que, al respecto de la nota, un déficit fiscal no es problema en la medida que el estado pueda endeudarse en forma económica y sostenible, cosa que para Argentina de momento es imposible. Japon tiene una deuda monumental, pero es interna y a baja tasa. Otro tanto en Europa. EEUU es un caso especial porque traslada su emisión monetaria al resto del mundo.

  2. Posdata: Al respecto de los pajeros que he mencionado ya tantas veces yo dije y repito: se les acaba productos de rectos porcinos. Quiero que miren muy bien al obeso que siguen, ese que los manda a hacer trabajos sucios que el no hace para no exponerse porque nació así, cobarde y sin huevos. Miren lo feliz que es y como esta y hacia donde va y considérense notificados: A ESO VAN. Por ahora viene zafando porque realmente me lo tomo con mucha calma, pero un día me levanto mas animado que de costumbre y le hago un quilombo global en menos de 24 horas. Porque soy así de mal entretenido...

  3. Este, como interpreto del texto de la nota, no es un problema del gobierno de Cambiemos sino cultural argentino independientemente del partido que ocasionalmente gobierne. Ahora aumentan más impuestos para bajar el déficit fiscal. Cambiemos dice que es por las exigencias del peronismo que tiene mayoría en las 2 cámaras. Pero Cambiemos nada hizo para bajar el gasto estatal luego de haber ganado las 2 elecciones pasadas y tenía el poder político para hacerlo. Como este es un problema recurrente y cultural, pasarán muchos años hasta que logremos revertir el problema económico-cultural que tenemos. El voto se definirá por la propuesta política... ¿Quiere el votante más república o más populismo autoritario? Ahí se define el voto. Si gana en el 2019 "más república", estaremos en el camino que quizá (repito: Quizá) nos lleve a un cambio en serio en lo económico-cultural.

  4. mientras siga este sistema politico que beneficia a los partidos y no es representativo para la sociedad nada se va a arreglar. hay que sacar a todos los politicos, armar un nuevo sistema representativo por circunscripcion al que no sea necesario un partido politico para acceder . acabar con las provincias, regionalizar en 5 zonas , gobiernos regionales camara unica de representantes por region y lo mismo a nivel nacional.

  5. De todos los "Economistas" nombrados más arriba, ninguno sirve; cuando ellos lleguen, porque acá puede pasar cualquier cosa, HACEN EXACTAMENTE LO MISMO QUE LOS ANTECESORES, PORQUE EL PLAN DE RUTA YA ESTA TRAZADO, SINO, NO LLEGAS A NINGÚN CARGO. Cada candidato en un títere. Tus opciones han sido preelegidas por la élite, y tu voto no cambiará el resultado de una elección. Estos títeres no mantendrán sus promesas porque no tienen un control real sobre lo que sucede. Solo están ahí para representar a los ricos y darte la ilusión que de tienes opciones.

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