Ayer nomas, propios y ajenos se sorprendieron —e indignaron— por la aparición sin vida de Sheila Ayala, la nena de 10 años que estuvo desaparecida por casi cuatro días.
Prontamente, Leonela, hermana del padre de la víctima, y su pareja, Fabián Ezequiel González Rojas, confesaron el crimen ante la Policía.
Sin embargo, ambos aseguraron que no recordaban mayores detalles por haber estado alcoholizados y drogados, lo cual despierta las primeras suspicacias.
Si estaban bajo los efectos de los narcóticos y el alcohol a altas escalas, como aseguran, ¿cómo hicieron para asesinar a la pequeña?
Y a la hora de los interrogantes, el más importante: ¿Por qué decidieron matarla? El hecho de consumir estupefacientes no transforma a una persona en asesina.
Está claro que hay algo más detrás de lo ocurrido, sobre todo por la saña con la que fue asesinada Sheila —"Fue una muerte violenta", dijo el comisario general bonaerense—. ¿Fue acaso un crimen por encargo? Si es así, ¿quién lo ordenó?
El caso se parece, y mucho, al de Candela Rodríguez, la pequeña que fue asesinada en agosto de 2011. Aunque en un principio se hablaba de un hecho “al voleo”, luego se supo que detrás se escondía una trama de drogas y venganza. Dicho sea de paso, quien escribe estas líneas alimentó esa versión apenas desaparecida la pequeña.
En este caso, el procurador general bonaerense, Julio Conte Grand reveló que está "acreditado, pero no volcado en la causa" que la madre de Sheila realizaría "actividades de narcomenudeo en el hogar". ¿Por qué lo mencionó si nadie se lo había preguntado? ¿Fue un mensaje por elevación? ¿Hay en esta oportunidad una trama de drogas o se trató de una interna familiar?
Otra vez: parece poco creíble la trama de un crimen sin móvil, solo porque una pareja estaba aburrida, altamente drogada y alcoholizada y perdió el control.
Debe analizarse el contexto general, incluso el lugar donde ha estallado todo, el Barrio Trujui, en los límites entre San Miguel y Moreno, donde la pobreza extrema es moneda corriente.
Allí, en el mismo lugar en el que en 2001 comenzaron los infames saqueos, una de las actividades más redituables es la venta minorista de drogas.
Tal es así que, de acuerdo a las ONG que trabajan allí casi un tercio de los que viven en ese lugar se dedica al comercio de narcóticos.
El dato no es menor. Es donde debe hurgarse para tratar de entender por qué pasó lo que pasó con Sheila.
Por ahora, poco y nada cierra. No al menos si uno se ciñe a lo que se dio a conocer en las últimas horas. Por caso, esas son algunas de las preguntas que aún nadie ha respondido:
-¿Por qué los perros no ladraron cuando se rastrilló el lugar en el que apareció la pequeña, durante los días anteriores al hallazgo de su cuerpo? ¿Acaso fue plantado allí?
-¿A qué se debe que la madre de la nena sostuviera el primer día "el papá sabe quién se llevó a Sheila"?
-¿Por qué el padre de la niña sostuvo que era "conocida de la madre" la persona que se la había llevado?
-¿Por qué violencia utilizada para matar a Sheila? ¿Es un mensaje para alguien en particular?
-¿Hay una interna familiar en ciernes?
-¿Participó un tercero en el crimen de la nena?
-¿Por qué los asesinos jamás intentaron sacar el cuerpo de la nena del domicilio?
-¿Cómo se entiende que los hijos de la pareja no hayan visto nada, siendo que viven todos juntos y en un pequeño lugar?
-¿Por qué la familia habló en un principio de “deuda de droga” y secuestro?
-¿Quién o quiénes manejan los altos mandos del narcotráfico en el barrio Trujui?
-¿Qué papel juega la policía bonarense en el tráfico de estupefacientes que se da en ese lugar?
-¿Por qué los asesinos confesaron ante los uniformados en lugar de esperar a declarar en el Juzgado de Garantías de San Martín, único lugar donde tiene validez tal revelación?
-¿Acaso los mismos policías les dijeron lo que debían decir?
Por ahora, preguntas sin respuesta.