Hace algunos meses, en febrero de 2006, un abogado amigo —al que llamaremos "Antonio"— me llamó para contarme que había sido contactado por un tal Eduardo Urreta, quien aseguraba haber sido abusado por el cura Julio César Grassi. Antonio me llamaba porque sabía que yo había publicado algunos artículos periodísticos referidos a ese tema y estaba sumamente preocupado por aparecer en medio de una trama tan "peligrosa".
Acto seguido, me contó que Urreta le solicitaba algún tipo de "garantía" para hacer público su testimonio en la Justicia y le pidió asesoramiento al respecto. Luego de que Antonio se lo brindara, Urreta le dijo que tenía que evaluarlo, pero que lo hablarían luego. Antonio le pidió un teléfono al cual poder contactarlo a futuro, pero Urreta aseguró que en unos días lo llamaría él. Jamás lo hizo.
Cuando Antonio me comentó el episodio, le aconsejé que se manejara con cautela y que me mantuviera al tanto de lo que sucediera a futuro. Él me aseguró que así lo haría, que me haría saber todo lo que aconteciera con esta persona. Nunca volvió a llamarme e imaginé que en nada había avanzado la cuestión.
Meses más tarde, el nombre Eduardo Urreta volvería a aparecer en mi vida: su testimonio intentó refutar el que Luis Gutierrez había hecho unos días antes, confirmando los abusos del sacerdote en la justicia.
Teniendo en cuenta los comentarios que oportunamente nos brindara una de nuestras fuentes de información, acerca de que Juan Domingo Pérez era el encargado —siempre a pedido de Grassi— de "apretar" a aquellos que han dejado la institución para que no declaren en contra del sacerdote, es probable que esta haya sido la operatoria de convencimiento para que Urreta hiciera la declaración de marras.
La política del terror
En diciembre de 2005, este periódico hizo referencia a nuevos abusos hacia internos de la Fundación Felices los Niños por parte del cura Grassi. Allí se aseguró que "Grassi sigue entrando a la fundación por lo menos una vez por semana e incluso se reúne por la noche con algunos de sus 'internos'. Luis gutierrez, Eduardo Urreta y Flavio, sumado a algunos niños menores, son algunos de los que se juntan con el cura cuando cae el sol". (1)
En esos mismos días, llegó a la redacción de Tribuna un correo electrónico bastante sugestivo que se sumó a los llamados telefónicos efectuados por anónimas voces de la citada fundación. En ese mail, firmado por un tal Alejandro Bausck —perteneciente a lo que él mismo denominaba "Servicios internos de Comunicación"— se nos pedía, entre otras cosas, que reveláramos nuestras fuentes de información:
"Señor Christian Sanz; leímos su artículo publicado en la página Web de Periódico Tribuna , y queremos advertirle que muchos datos presentados son incorrectos, y presentan nombres, lo cual perjudica la integridad de las personas nombradas. Sugiero que verifique bien a su 'Informador' porque según una Investigación que se realiza en la Fundación, algunos datos publicados son incorrectos y hasta falsos.
Solicitamos que nos envíen un informe sobre esta nota dentro de las próximas 72 hs, detallando cada paso de la investigación, fuentes y todo relacionado a su artículo".
El "asunto" del correo era bastante sugestivo ("Investigación de medios de prensa (área Internet)/ Causa Grassi") y el mail del cual provenía también: contacto@presidency.com. Fue el primero —y más cordial— de una serie de ataques sufridos por este periodista desde el mismo momento que se hizo cargo de esta investigación. No fue el único al que le sucedió.
Y es que todos aquellos que investigan de manera independiente el presunto abuso de Grassi sufren idénticos aprietes, lo cual dificulta el avance en la resolución del tema. Uno de los primeros informantes que se contactaron con este periódico lo dijo sin medias tintas: "Tengo datos precisos respecto a estas cuestiones, si te interesa te los envío a la brevedad. Preservo por ahora mi identidad por mi seguridad y la de los míos".
Otra fuente opinó en el mismo sentido: "Personalmente me preocupa cómo el poder del sacerdote le permite incluso y bajo sus actuales circunstancias seguir dirigiendo y tomando decisiones respecto del destino de esa cantidad de chicos. Te cuento que no sólo gente que actualmente trabaja allí, sino que hay muchísima gente que antes defendía y apoyaba al sacerdote y que viendo muchas cosas extrañas le gustaría sacar a la luz muchísimas injusticias y mentiras cometidas, pero las presiones son muchas y fuertes. Asusta".
Ambas fuentes de información son empleados actuales de la Fundación de Grassi. No es un dato menor.
Justicia bloquearás
La campaña de Grassi por intentar desviar la atención de la sociedad respecto al tema que lo ensucia, ha llegado a niveles insospechados. Aparte de gestionar sendas campañas de desprestigio contra aquellos que lo señalan, ha llegado al extremo de crear una especie de "aparato de inteligencia" que lo ayude a detectar a aquellos que filtran información a los medios. "En caso de encontrar a los empleados infieles, el castigo será terrible" asegura el sacerdote a sus más íntimos.
Hace algunos meses, cuando este periódico comenzó a publicar las primeras denuncias contra Grassi, uno de los informantes consultados aseguró que "en 'Felices los chicos' (sic) están indagando fervientemente de dónde salió la información que te llegó, ya que fue vista por el sacerdote provocándole las más profunda furia".
Otra de las fuentes de Tribuna comentó algo similar: "Te puedo decir que un tal Dr. Muro, perteneciente a los abogados del Sacerdote, quiere tomar medidas respecto de la nota que sacaste, no se de dónde se van a agarrar, porque la información (publicada por este medio) es totalmente cierta y chequeable sobre todo".
Hay no pocos antecedentes de castigos en relación a los testigos de la causa. Muchos de ellos sufrieron graves amenazas luego de "no favorecer" a Grassi en sus testimonios. Por caso, podemos mencionar lo sucedido a Amalia Castro —ex panadera de la Fundación—, Julio Villagra, Marta Díaz y al menos otros diez testigos.
Nada escapa del "escrache" de este grupo de choque, que no duda en hundir en el lodo a quien se interponga en su camino, aún cuando se trate de situaciones que no tienen que ver con el presunto abuso de Grassi.
En su momento, un delegado de UTEDYC (Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles) llamado Ariel Fernández fue víctima de una de las tretas de Grassi y su gente, luego de tener la "mala idea" de organizar una manifestación contra la Fundación Felices los Niños por los problemas laborales que esta suele mantener con sus empleados. "A Fernández le inventaron una causa judicial para sacárselo de encima, aduciendo que una de sus manifestaciones provocó problemas de salud con los niños, por el fuego provocado por la gomas, algo totalmente falso. Lo lamentable es que lograron sacarlo, se fue de la institución con un arreglo económico por la suma de 50.000 pesos y quedo en su reemplazo un tal Cristian que poco y nada puede hacer", aseguró una de las fuentes consultadas por este medio.
Recordemos que los trabajadores nucleados en UTEDYC hace algunas semanas denunciaron por “esclavitud” a los responsables de la fundación, por la falta de pago de haberes atrasados y "fraude laboral".
¿Lavando dinero?
Uno de los puntos más oscuros de los (des) manejos de Grassi tiene que ver con las finanzas de la fundación. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto dinero se maneja allí ni cuál es el listado completo y real de los que aportan a Felices los Ninos. Este periodista supo comentar en marzo de 2003 que "Grassi ha sabido codearse con gente muy importante de la política vernácula y ese no es un dato menor a la hora de entender tanto crecimiento.
Con la retirada del menemismo del poder, el sacerdote tejió vínculos con algunos aliancistas como Aníbal Ibarra y Cecilia Felgueras, quienes pasaron las pascuas en su fundación en plena campaña electoral porteña.
Poco después, frente a la falta de respuestas económicas por parte del gobierno de De La Rúa, Grassi supo obtener un nuevo benefactor monetario: el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf. Uno de sus últimos logros fue que Juan Pablo Cafiero le restituyera un subsidio que le había cortado Graciela Fernández Meijide, que asciende a 200.000 pesos" (2).
En ese mismo artículo se detalló cómo Grassi fue asistido, entre otras, por las familias Yabrán y Soldati, dos de las más enriquecidas de nuestro país y que actualmente costean los gastos de algunos de los once abogados que tiene el sacerdote.
En tal sentido, es dable comentar que uno de los contadores que supo trabajar en la fundación Felices los Niños ha sido Hector Fabri, ex-directivo de un correo privado perteneciente a Yabrán. "Fabri fue puesto allí por decisión del grupo Yabrán (...) debido al conflicto con los sueldos de la gente allí y con el rumor de que llegaba dinero de afuera (más la situación del embargo de cuentas de la fundación, debido a los juicios), fue el contador Fabri quien se las ingenió para derivar este dinero de Italia por otra cuenta personal (no sé de quien) y así el dinero que entraba de Italia no se lo chupaban' los embargos que recaían en la institución", aseguró a quien escribe estas líneas una de las fuentes ya mencionadas, coincidiendo con otro informante que reveló que "el dinero nunca llegaba a poder cubrir los gastos por que caían en un bolso sin fondo, y esto se nota por la falta de alimentos de los niños, medicamentos, sueldos, etc. Nunca existieron controles ni justificaciones concretas de adonde iba a parar este dinero".
¿De qué se habla cuando se menciona el aporte de Italia? En una de las primeras notas escritas al respecto, se detalló el aporte de empresarios "benefactores" italianos que en medio de este escándalo pusieron como condición de seguir aportando contratar una consultora para verificar el destino de los aportes, tarea que recayó en Price Waterhouse. Al poco tiempo de analizar las cuentas, la consultora llegó a la conclusión de que el dinero literalmente caía en "un barril sin fondo". Finalmente, los italianos retiraron los aportes: las sospechas comenzaron a hacerse carne.
Esas sospechas se sumaban a las que siempre hubo respecto a que Grassi lavara dinero para ciertos empresarios a través de su fundación, al menos en sus comienzos. En el año 1997 este periodista se encontraba escribiendo los borradores de lo que luego sería un libro sobre la vida y muerte de Alfredo Yabrán (3). En ese contexto, pudo escuchar totalmente asombrado cómo uno de sus entrevistados —uno de los tantos contadores de Yabrán— le revelaba una operatoria a través de la cual el cura Grassi lavaría dinero para, al menos, una de las empresas de Don Alfredo. "Se hace un aporte determinado de dinero, pero se hace figurar un monto mayor. Todo queda después debidamente documentado y blanqueado", aseguró el citado contador con gran nerviosismo.
Otra de las maniobras de blanqueo sería la siguiente: se fraguaría la venta de la mayoría accionaria de una empresa quebrada y con muchas deudas tributarias y previsionales a la fundación para aprovechar las exenciones impositivas de que goza la iglesia. Luego los antiguos dueños la recompran, pero ya sin deudas y, finalmente, se distribuyen las jugosas comisiones a repartir entre los gestores y la fundación que prestó el nombre.
Concluyendo
Mientras estas líneas son escritas, la impunidad de Grassi permanece inalterable. Algunos de los chicos internados se siguen comunicando por teléfono con el sacerdote a través de un interno directo —el 210— y hablan durante horas con él. A su vez el sacerdote sigue dando directivas —entre otras, que se controlen los movimientos sindicales— y la Justicia duerme el sueño de los justos.
Los testigos siguen siendo amedrentados y los aprietes están a la orden del día.
A horas del fallo judicial respecto a la situación de Grassi, ¿será justicia?
Christian Sanz
(1) Ver https://periodicotribuna.com.ar/articulo.asp?articulo=1895
(2) Ver https://periodicotribuna.com.ar/articulo.asp?articulo=10
(3) La larga sombra de Yabrán, Editorial Sudamericana, 1998.