Hablan de “gestas” y “patriadas, siempre con cara de compungidos. Se rasgan las vestiduras en nombre de los ciudadanos argentos. De hecho, juran que trabajan para que estos tengan un mejor nivel de vida.
Golpean duramente sus puños en sus ostentosas mesas parlamentarias, al tiempo que llenan sus bocas de proclamas idealistas. Todas ellas en pos de la mejora social.
Incluso hay quienes se emocionan al escucharlos y hasta se sienten identificados por sus diatribas. Más aún: no faltará quien llegue a dar su vida por estos en puntuales discusiones de café.
Imbéciles todos. Porque ellos no aportarán nada de sí. Sencillamente porque a ellos no les importa nada ni nadie, solo acomodarse y acomodar a sus familias en ostentosos cargos públicos, pagados con los impuestos de todos.
Son políticos… y su naturaleza es así, por lo menos en Argentina. Nadie zafa, o muy pocos, poquísimos, contados con los dedos de una mano.
Todos los demás son verdaderos chorros, sanguijuelas que viven del trabajo de los demás. Desconocen lo que es trabajar 8 o 10 horas por día, cinco días a la semana.
A pesar de ello, de que se rascan las pelotas a cuatro manos, sus salarios superan los 250 mil pesos mensuales. Sin contar los gastos de protocolo, viáticos, asesores y la mar en coche.
Esos mismos tipos son los que nos piden que nos ajustemos los cinturones, desde la memoria de los tiempos. Pero ellos jamás hacen ningún esfuerzo. Ninguno.
¿Por qué no se reducen sus propias dietas? ¿Cómo es que ninguno lo propone seriamente? ¿Por qué no renuncian a tener millones de asesores “ñoquis”?
Jamás lo harán, porque les gusta vivir como verdaderos “bon vivants”, con un nivel de vida que jamás tendrían en la actividad privada. Porque, salvo excepciones, no tienen talento alguno.
Mi amigo, el economista José Luis Espert, me lo dijo claramente esta mañana: “¿Por qué siempre hay espacio para subir impuestos y nunca se discute que la política haga el ajuste que tenga que hacer para no subir impuestos a los privados? ¿Por qué el privado puede bajar cualquier gasto al punto de comer una rebanada de viento con tal de pagar cualquier suba de impuesto y el político jamás ajusta ningún gasto?". Más claro, imposible.
Pero no es todo. Hay allí paradoja maldita: entretanto a la ciudadanía le va cada vez peor, los políticos mejoran año a año. Basta ver sus declaraciones juradas. ¿Cómo es posible? No les cierra el “blanco”, ¿hace falta imaginar el “negro”?
¿Y qué decir sobre los referentes de la política que cargan con verdaderos prontuarios? Ministros, secretarios, diputados, senadores, intendentes, gobernadores, etc… muchos de ellos complicados a nivel judicial. No hay distinción de partidos, todos parecen cortados con la misma tijera.
Son una verdadera lacra, a la que no le alcanza con ganar las fortunas que embolsan todos los meses y ha decidido pergeñar las mejores maneras de robar, cubriéndose unos a otros.
Se la han ingeniado inclusive para desmantelar todos los controles, hacerlos ineficientes. Para poder hacer sus trapisondas con total impunidad. La AGN, la SIGEN, la Oficina Anticorrupción y demás… ninguno de esos organismos sirve para nada.
Tal el contexto del debate que se da este jueves, donde propios y ajenos discuten la emergencia económica. Es la típica fórmula de ajuste sobre los mismos de siempre. Sin dar nada de su parte. Agotador realmente. Porque es cíclico, y no muestra solución de continuidad.
Por eso estas líneas, por el hartazgo recurrente. Porque, como dice Serrat, “entre esos tipos y yo hay algo personal”.