No existe en este momento caso más mediático que la muerte de Nora Dalmasso, quien apareció asesinada el día domingo 26 de noviembre de 2006 en el barrio Villa Golf, de Río Cuarto. Tampoco hay caso peor tratado por los medios de comunicación: por caso, los tres diarios más importantes del país, Clarín, La Nación y Página/12 (1), han sostenido cosas totalmente opuestas entre sí y se han metido -al igual que la mayoría de los demás medios- en la vida privada de la asesinada Dalmasso.
Importa más a algunos periodistas la cantidad de eventuales amantes de la victima que la identidad real de su asesino. Es más interesante profundizar sobre el detalle de los mensajes enviados entre Nora y sus "amigos" que investigar la pista del crimen. Es vergonzoso, pero es real.
Los medios dan muestra diaria de esto, a punto tal que nadie se extrañó por lo sucedido con el fracaso del estudio genético a las muestras de semen recogidas en el cadáver de Dalmasso o la falencia en el estudio del detalle de las llamadas entrantes y salientes de su celular.
Sin dudas, los medios hubieran sospechado e investigado a fondo si se hubiera dado la eventualidad de que alguno de los supuestos amantes de la fallecida hubiera negado haber tenido relaciones con ella, desmintiendo lo que ahora se presume. En ese caso sí habría habido suspicacia suficiente para desconfiar, es parte del inconfundible "ser nacional".
A seguro lo llevaron preso
Frente a la impasividad de los medios, fue el propio viudo, Marcelo Macarrón, quien presentó serios síntomas de desconfianza por el "incidente" del ADN. "Ni me sorprendió, ni me admiró nada, no voy a opinar", sentenció el marido de la fallecida Dalmasso luego de que el estatal Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba (Ceprocor) revelara en un informe preliminar que no pudo extraer un perfil genético masculino del ADN.
Acto seguido, la familia Macarrón anticipó que pedirá la exhumación del cadáver para que se practiquen todos los estudios necesarios que permitan el esclarecimiento del misterioso crimen. En el medio, dos de los involucrados en el estudio de marras se tiran la pelota uno a otro: el Ceprocor pone en duda lo realizado por uno de los bioquímicos -Guillermo Mazzuchelli- respecto al procedimiento utilizado para los hisopados anales y vaginales y este último jura que hizo un trabajo impecable y que el semen colectado estaba en buen estado.
Allí nacen todas las incógnitas, que parecen no ser casuales y se suman a las sospechas por el esquivo cruce de llamados telefónicos. En estas horas, los investigadores -en estricto off the record- atribuyen la culpa de lo sucedido con el ADN al funcionario que intermedió al llevar las muestras al Ceprocor desde el laboratorio de los peritos.
Más allá de quien pudiera ser responsable, llama la atención que no se haya hecho peritaje alguno sobre el cabello que Dalmasso habría arrancado a su victimario en medio del forcejeo. Es sabido que el cabello también es pasible de dilucidar patrones de ADN.
Asimismo, es llamativo que no se pudieran cruzar los llamados telefónicos anteriores al asesinato cuando, se sabe, se contaba con todos los elementos necesarios para hacerlo. Incluso, el sistema de cruzamiento de líneas con el que cuentan los investigadores cordobeses es superior al ya efectivo Excalibur, tan útil a la hora de desmadejar casos mucho más complicados.
Tal vez sería oportuno recordar las acusaciones que sufrió el cordobés Ceprocor en el marco de la investigación del violador serial de Córdoba por la supuesta deficiencia de su labor. Sea como fuere, lo que no se puede es dejar de sospechar por cómo se dan las cosas.
Si se pudo testear el ADN del histórico cadáver de Juan Domingo Perón, más allá de lo diferente de lo indagado y de las muestras recabadas ¿Cómo no va a poder avanzarse en este caso, infinitamente menos complejo?
Es mero sentido común...
Christian Sanz
(1) Página/12 es quien más se destaca en la falencia de su cobertura, probablemente debido a dos cuestiones: una, el que cubre la información es el poco creíble Raúl Kollman. Dos, no hay enviados de ese diario a Córdoba, sino que toda la indagación -créase o no- se hace desde Buenos Aires.