Mauricio Macri mastica la bronca en silencio. Está furioso porque, de pronto, se iniciaron tres causas judiciales que lo ponen en el centro de la escena por presunto espionaje ilegal.
Su silencio no lo ayuda, sino más bien todo lo contrario. Porque, ¿acaso no dicen que el que calla otorga?
Como sea, el expresidente ha decidido no quedarse de brazos cruzados frente a aquello que considera una embestida de la mismísima Cristina Kirchner.
Ciertamente, Macri no se equivoca: la hoy vicepresidenta prometió que un día se vengaría de él por haberla hecho transitar los juzgados Federales de Comodoro Py, no solo a ella, sino también a sus hijos. “Es imperdonable”, le dijo oportunamente a su “valet”, Oscar Parrilli.
Por eso, apenas aterrizado Alberto Fernández al Poder Ejecutivo, Cristina comenzó a pergeñar su revancha. Bien fría, como suelen degustarse las venganzas.
Ello explica la repentina aparición de las denuncias contra Macri, ya mencionadas. Debe aclararse a esta altura que no se trata de señalamientos infundados: hay pruebas de sobra respecto del espionaje durante la etapa macrista.
Lo que no se ha precisado aún es si esas mismas evidencias tocan al expresidente. En principio, todo indicaría que sí, pero es algo que deberá confirmar la Justicia.
Entretanto, como se dijo, Macri prepara su venganza de la mano de su otrora operador judicial, Daniel Angelici.
Será un mazazo para Cristina, porque se inmiscuirá en el expediente más incómodo para ella. Aquel que investigó su enriquecimiento ilícito y que fue cerrado en tiempo récord por el exjuez Norberto Oyarbide.
La catarata de irregularidades son elocuentes e insalvables. Las dos principales: las declaraciones juradas de Néstor y Cristina son inconsistentes entre sí, a pesar de haber sido un matrimonio con bienes gananciales.
La segunda: Oyarbide aceptó al contador de los Kirchner como perito de parte, algo que no permite el Código procesal.
El propio Víctor Manzanares admitió la irregularidad y dejó un dato más: aseguró que el juez cobró ocho millones de dólares para “cerrar” la investigación. Lo hizo en vísperas de Navidad de 2009. Fue la mejor Nochebuena para el otrora matrimonio presidencial.
Ahora, en estas horas, la jueza federal María Eugenia Capuchetti reactivó ese añejo expediente judicial, so pretexto de una figura que aterroriza al kirchnerismo: la “cosa juzgada irrita”.
Se trata de un procedimiento que prevé dejar sin efecto una sentencia firme si se verifican ciertas situaciones contrarias al principio de “afianzar la justicia”.
Nada ha sido librado al azar: Capuchetti fue nombrada en Comodoro Py en febrero de 2019 a instancias del siempre suspicaz Angelici. Ergo, el camino que transitará la investigación es cantado.
Por lo pronto, la jueza ya ha pedido los pertinentes informes sobre Oyarbide a la Corte Suprema de Justicia, al Colegio de contadores y al Consejo de la Magistratura. A ello se suma un informe de la Unidad de Información Financiera de 2019 que ya pedía rever la actuación de este último.
La evaluación del desempeño del exjuezserá el primer paso de la estrategia. La excusa perfecta para lograr reabrir el expediente por enriquecimiento contra Cristina.
Luego, vendrá la segunda parte de la venganza macrista: insuflar el expediente que investiga al propio Oyarbide por el mismo delito: enriquecimiento ilícito.
Como reveló la colega Lucía Salinas, el fiscal Jorge Di Lello está decidido a citar al exmagistrado para que brinde las explicaciones del caso. Lo convocó ya dos veces, pero el otrora juez se negó a declarar. La tercera será la vencida.
¿Cómo explicará Oyarbide la descomunal fortuna amasada merced a su salario como funcionario judicial de Comodoro Py? Todo un misterio.
El mismo enigma que encierra la buenaventura de Cristina, quien juró en Harvard en 2012 que había acopiado sus millones gracias a su trabajo como “abogada exitosa”, sin que se le conozca un solo litigio llevado adelante por ella.
La vicepresidenta deberá “remar en dulce de leche” para explicar lo inexplicable. Sobre todo después de que su propio excontador —Manzanares— revelara que su verdadera fortuna asciende a 10 mil millones de dólares.
Toda una misión imposible.
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