Para muchos es incómodo, e insisten en negarlo. ¿Cómo Mauricio Macri va a tener los mismos vicios que el kirchnerismo? ¿Cómo igualar lo que hicieron Néstor y Cristina con la presunta seriedad institucional del macrismo?
A pesar de las inquietudes e incredulidades, mal que les pese a los anti K, el “espionaje M” ha sido un hecho real y concreto. Se trató de una maquinaria brutal que se dedicó a meterse en la vida privada de propios y ajenos.
Es que, no solo se espió a los críticos y opositores, sino también a la denominada “tropa propia”. Aquellos que eran parte del mismo espacio político. La Justicia ya lo ha determinado con elementos probatorios de sobra.
Pero no es algo nuevo: como ya contó Tribuna de Periodistas, en 2017 Elisa Carrió le pidió a Macri que le entregara la “cabeza” de Majdalani en bandeja por mandarla a espiar ilegalmente. No lo hizo una vez, sino en tres oportunidades.
No es todo: María Eugenia Vidal le planteó similares sospechas al entonces presidente de la Nación. En los mismos días también. En el marco de la revelación de una serie de escuchas telefónicas a narcotraficantes de la provincia de Buenos Aires.
¿Qué hizo Macri ante los reclamos de marras? Nada de nada. Ni siquiera un tirón de orejas para los capitostes de la entonces Secretaría de Inteligencia, Arribas y Majdalani.
¿Ello lo hace culpable del espionaje referido? En parte, sí. En parte, no. Porque, como se sabe, uno es responsable por acción u omisión. Y está claro que el exjefe de Estado no movió un dedo para terminar con ese sistema perverso que continúa hasta el día de hoy.
Es bien cierto que en la banda que investiga en estas horas la justicia había “cuentapropistas” que actuaban motu proprio, pero también es real que hubo seguimientos e intrusiones bien precisas y coordinadas que no pudieron no contar con la venia del poder.
El caso del colega Hugo Alconada Mon es el ejemplo más cabal de ello. Las revelaciones sobre el espionaje que sufrió oportunamente denotan la preocupación del macrismo por sus revelaciones en diario La Nación. Principalmente el descubrimiento de la participación de Arribas en el escándalo denominado Lava Jato,en Brasil.
Dicho sea de paso, el extitular de la AFI fue puesto allí por ser uno de los mejores amigos de Macri, señalado incluso como su presunto testaferro.
En aquellos idus de 2017, en los que Carrió y otros referentes del macrismo denunciaban a su propio espacio por espiarlos, un importante funcionario del gabinete de Macri confirmó a este cronista las peores presunciones. Obviamente lo hizo en estricto off the record.
“Macri sabe del espionaje, imaginate que lo sabés vos… ¿cómo no lo va a saber él? El tema es que la concepción de él es diferente a la del kirchnerismo. Cristina espía para carpetear y extorsionar. Expone a todo el mundo públicamente. En cambio, Macri lo hace para estar informado. Se caga de risa con su grupo de amigos leyendo las carpetas que le pasa Arribas, pero no lo usa para apretar a nadie”, dijo el informante.
¿Hace menos grave una situación comparada con la otra? Para nada. Espionaje ilegal es espionaje ilegal. No importa lo que luego se haga con ello. Las leyes no varían de acuerdo a quien las incumpla.
“Todos los gobiernos hacen espionaje, ¡tampoco es para escandalizarse tanto!”, añadió la fuente antes citada, el exfuncionario macrista, justo después de darse cuenta de la gravedad de lo revelado.
Como si ello diluyera la gravedad de lo ocurrido. Haciendo un dogma de fe de aquella frase que sabía decir que “mal de muchos es consuelo de tontos”.
Como sea, entretanto se sigue discutiendo sobre el supuesto “espionaje M”, la jueza María Romilda Servini ordenó investigar los teléfonos de Macri en la causa por la presunta persecución al Grupo Indalo.
La magistrada libró una cédula para que se realice un entrecruzamiento de los llamados entre el expresidente y los miembros de la denominada “mesa judicial macrista”, entre el 1º de enero de 2016 y el 31 de agosto de 2019.
También le pidió a la justicia de Lomas de Zamora la certificación de las pruebas sobre el espionaje ilegal sobre Fabián De Sousa en el Penal de Ezeiza. Esta última es una trama cuyas balas pican cerca del kirchnerismo, ya que allí aparece involucrado el juez Federico Villena.
Pero esa… esa es otra historia.
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