Se habla de “acuerdos para reforzar la relación bilateral”. De aceitar los pasos de Argentina a Chile. Y viceversa. De la reactivación de la economía de ambos países. Nada que no pudiera hacerse a la distancia, a través de funcionarios de segunda línea de Cancillería.
Acaso lo único novedoso fue la declaración de Sebastián Piñera respecto del tema Malvinas, donde reiteró el respaldo del Gobierno de Chile a los "legítimos derechos de soberanía de la República Argentina". Nada más.
Todo lo demás fue tan insustancial que hasta la agencia de noticias Télam decidió englobarlo en algo tan amplio como “la importancia de profundizar e intensificar la integración y la cooperación bilateral considerando especialmente los temas de conectividad, infraestructura, integración física y digital, facilitación fronteriza, ampliación del comercio bilateral y demás aspectos relevantes de la agenda binacional”. Otra vez: la nada misma.
Entonces, ¿cuál fue el objetivo del viaje de Alberto Fernández a Chile? Dicen los que saben, que se trata de un ambicioso proyecto de integración regional, impulsado por el presidente argentino. Envalentonado por la victoria de Joe Biden en Estados Unidos. Una disruptiva misión que continuará por otros países, con el encuentro con otros jefes de Estado.
Pero Piñera, que mastica vidrio pero no lo traga, no confía demasiado en Alberto, el mismo que supo destrozarlo con furiosas críticas durante todo 2020 en el marco del manejo de la problemática del coronavirus.
Aún cuando el mandatario argentino sostuvo ayer que, “si hubiésemos estado más juntos hubiéramos sobrellevado mejor la pandemia”. Piñera solo lo miró, sin opinar al respecto.
No importa. Alberto sueña con un gran bloque que integre a México y llegue hasta Chile. Sin medir que hay cuestiones imposibles de negociar, ni con Piñera, ni con muchos de los mandatarios con los que se encontrará. La más importante, la cuestión Venezuela.
¿Cómo ponerse de acuerdo respecto de lo que ocurre en ese país, al que Piñera califica de dictadura feroz? ¿Y qué ocurrirá con Evo Morales, otro factor incómodo en los planes albertistas?
Ciertamente, la idea del presidente no está mal, pero es de imposible cumplimiento. Sobre todo cuando se tiene en cuenta que tiene demasiado por resolver en la Argentina. Con un agregado: Alberto tiene menos de 3 años para hacerlo. Luego, Cristina lo quiere fuera de la Casa Rosada, para que su hijo Máximo ocupe su lugar. Sin mencionar los planes de Sergio Massa y otros, que también buscan el mismo destino.
Por eso, el viaje de ayer de Fernández dejó sabor a poco. Demasiada fotografía para tan poco anuncio concreto. Nada que no pudiera avanzar el siempre eficaz embajador Rafael Bielsa. Incluso con mejores resultados.
Pero Alberto prefiere aferrarse a aquella máxima que sabía decir Berugo Carámbula, “los sueños, sueños son”.