Alberto Fernández no tiene alternativa. Debe tomar una decisión urgente. Y solo tiene tres alternativas:
1) Acepta el mandato de Cristina Kirchner y cambia a los funcionarios que ella quiere que reemplace, principalmente seis: Santiago Cafiero, Matías Kulfas, Claudio Moroni, Miguel Pesce, Sabina Frederic, Matías Lammens y Felipe Solá.
2) Se despega de su jefa política y toma vuelo propio, como hizo Daniel Peralta en 2011 en Santa Cruz.
3) Renuncia a la presidencia de la Nación.
Ciertamente, esto es lo que estuvo discutiendo el presidente en las últimas horas con sus hombres de confianza en la Casa Rosada.
Cada una de esas alternativas abre un abanico de posibilidades con derivaciones impensadas. Que pueden poner en jaque la República. Alberto lo sabe, y por eso no termina de decidirse.
¿Qué pasaría en cada caso? Veamos:
1) Si acepta el mandato de Cristina, licúa el poco poder que le queda. Y ya no tendrá ningún poder de decisión. Porque habría nuevos ministros, que no le responderán, sino a la vicepresidenta. Sería un escenario de radicalización extrema, con consecuencias imprevisibles.
Básicamente porque la ciudadanía votó todo lo contrario a esa avanzada que quiere hacer la expresidenta. “¿No te gusta la sopa? Entonces te damos más sopa”. Como dice un viejo chiste.
2) Si se despega de Cristina, tendrá enormes piedras en su camino, por parte del kirchnerismo radicalizado y La Cámpora. Sería un gobierno de fuerte debilidad, en un momento complicado de la Argentina.
Puntuales gobernadores le están aconsejando esta senda, con Juan Manzur a la cabeza, y le garantizan su apoyo, incluso monetario. También abrevan allí Gustavo Bordet, Ricardo Quintela y Raúl Jalil.
Hacen lo propio algunas organizaciones sociales, como el “Movimiento Evita” y puntuales sindicalistas, los “Gordos”. Los primeros no casualmente marcharán este jueves para mostrar que bancan al presidente.
3) Si renuncia el país caería sumido en un caos total. El mercado mostraría su peor rostro. El dólar se iría a las nubes y las acciones de las principales empresas se derrumbarían.
Asumiría Cristina Kirchner, u otra persona de la línea de sucesión. O podría llamarse a elecciones anticipadas. Sería una suerte de remake de lo que pasó en 2001. Nada auspicioso.
De las tres alternativas, la que más convence a Alberto en estas horas es la número 2, la gran “Daniel Peralta”. Aunque le pesa fuerte todo lo que debió sufrir el entonces gobernador de Santa Cruz para terminar su mandato. Emboscado todo el tiempo por el camporismo, a pedido de Cristina.
Para evitar tales mandobles, el jefe de Estado intentaría sumar el apoyo de una parte de la oposición. Al menos para no aparecer tan debilitado. Dicho sea de paso, hubo furiosos chats durante la madrudaga con un importante referente de Juntos.
Hay una cuarta alternativa, que es la que intentan construir en estas horas referentes del albertismo, el cristinismo y el massismo: ceder posiciones. Esto es, que cada uno baje sus pretensiones y acepte resignar una cuota de poder. Principalmente Cristina.
¿Aceptará la vicepresidenta que el jefe de Estado mantenga a sus hombres de confianza en cargos ministeriales de relevancia, luego de haber armado tal embrollo?
Por su parte, ¿aceptará Alberto mayor injerencia de Cristina en su gobierno? ¿Y Sergio Massa? ¿A quién apoyará finalmente? ¿Y Máximo?
La respuesta a esas preguntas permitirá trazar un bosquejo de cómo podría empezar a resolverse la crisis que en estas horas vive la Argentina.
Este jueves habrá novedades en tal sentido. Porque en estas situaciones nadie duerme. Y los teléfonos suenan furiosos, buscando acelerar complicadas negociaciones.
A esta altura, debe decirse que no solo los referentes de la política están insomnes: en estas horas, hay todo un país que no puede pegar un ojo.
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