Este miércoles ocurrió un hecho conmocionante, que no tuvo la repercusión que debió haber tenido: la Suprema Corte de Mendoza dejó firme una condena por extorsión contra el “empresario” de medios de comunicación Gustavo Matar, quien había sido condenado a 4 años de prisión de cumplimiento efectivo, acusado de los delitos de chantaje y tentativa de chantaje.
Básicamente, lo que el expediente dejó al desnudo es que este pedía dinero a puntuales empresarios o funcionarios cambio de no realizar publicaciones con connotación negativa en sus medios. Extorsión pura y dura. Con toda la gravedad que ello acarrea.
Sin embargo, el tema fue tratado con total liviandad por los medios mendocinos, apenas sí contando la crónica de lo que iba pasando en el juicio de marras. Pero sin mencionar el resultado final.
No es poco, claro, pero no alcanza. Porque lo ocurrido es muy grave: la extorsión es un delito de los más relevantes del Código Penal, y se potencia cuando el que lo comete es un periodista o el dueño de un medio de comunicación.
La naturaleza de la prensa es informar, dar a conocer hechos que ocurren en la vida cotidiana. Si ello se “mercantiliza”, su función se desnaturaliza por completo.
Por eso, uno se sorprendió por la poca repercusión de la condena contra Matar. De la ausencia de los típicos análisis de los colegas, que suelen exprimir cuestiones triviales de todo tenor. Pero no esta en particular.
¿Será acaso porque Matar es el espejo de lo que hacen la mayoría de los medios de Mendoza, en mayor o menor medida?
Es duro e inquietante decirlo, pero es la pura verdad. Lo pueden decir gobernadores, intendentes y empresarios por igual. Cuando no hay pauta, aparecen los “escraches”, con el consiguiente llamado telefónico advirtiendo por la escalada que surgirá en caso de que no pongan plata contante y sonante.
Hay matices en el procedimiento, pero siempre es igual. Y las excepciones son contadas con los dedos de una mano.
Uno lo ha escuchado por parte de mandatarios comunales de peso. Y reputados empresarios. Revelando tales chantajes, siempre con muy mal humor.
“¿Por qué no lo denunciás?”, preguntó alguna vez este cronista al dueño de una empresa de construcción local muy conocida.
La respuesta no fue la esperada: “Si los denuncio, es peor, me van a pegar mucho más. Y si no me encuentran nada, lo inventan. Ya me lo hicieron”.
¿Cómo puede permitirse que algo así ocurra en una provincia que es descripta desde otros lugares como ejemplo de republicanismo? ¿Cómo se llegó a tal estado de situación?
La respuesta es bien complicada: porque no fue algo que ocurrió de un día para otro, sino que fue germinándose poco a poco. Cediendo a puntuales vicios éticos, que se fueron profundizando con el paso del tiempo.
Hoy en día todos saben lo que ocurre, pero nadie dice nada. Es como el rey desnudo: todos saben que lo está, pero nadie se anima a decirlo.
La prueba se dejó ver a fines del año 2009, cuando el entonces secretario general de la Gobernación de Celso Jaque, Alejandro Cazabán, denunció “extorsión de parte de José Luis Manzano y Daniel Vila, que tienen intereses en esta materia y en servicios públicos”.
Es bien cierto que Cazabán siempre fue un tipo cuestionado, pero así y todo su señalamiento fue severo y no careció de gravedad.
Ciertamente, ¿alguien investigó lo que dijo el otrora funcionario de Jaque? Nadie. ¿Los medios? Bien, gracias. Mutis por el foro. Todos callaron. Claro… ¿quién iba a denunciar la misma práctica que llevaba adelante?
El tiempo le dio la razón a Cazabán, y Vila y Manzano fueron por todo. Quedándose con todo negocio posible. Apelando a brutales métodos de presión. A través de sus medios: Diario UNO, Radio Nihuil, Canal 7 y tantos otros. Su competidor directo, Sigifredo Alonso —dueño de diario El Sol, Canal 9 y radio LVDiez— hacía lo propio entretanto. Y otros también. ¿Quién no finalmente?
Se insiste: hay algunos pocos medios que han escapado a aquella lógica del apriete, pero son dos o tres. Los demás, son todos lo mismo. En mayor o menor medida.
Y es una pena, porque los perjudicados son todos los mendocinos y mendocinas, que no logran informarse como corresponde. Y, consecuentemente, no pueden tomar las decisiones adecuadas.
Volviendo al tema Matar, debe concluirse que de nada servirá su condena, porque nada cambiará finalmente.
Ya lo dijo Joan Manuel Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.