Las fisuras dentro del Frente de Todos empiezan a hacerse cada vez más visibles. Cuanto más se acerca la fecha de las elecciones, más se revelan las grietas del oficialismo, como siempre suele ocurrir.
Ahora, todo decantó por una situación muy menor, la feroz queja del camporista Eduardo “Wado” De Pedro por no haber sido incluido en un inesperado encuentro entre Alberto Fernández, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, y referentes de organismos de Derechos Humanos, en el marco de un convite organizado en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Ello generó una serie de críticas y pedidos de renuncia. Primero fue la albertista Victoria Tolosa Paz, quien le aconsejó a De Pedro dar un paso al costado de su cargo. Luego llegó el turno de Aníbal Fernández, que calificó de “chiquilinada” la actitud del ministro del Interior.
Acto seguido, lo interpeló con dureza: “¿Desde cuándo el Presidente le tiene que dar explicaciones?”, se preguntó y no escondió su desagrado por la situación: “Me molesta que aparezca a ponerle los puntos al Presidente. ¿No está de acuerdo? Muchas gracias, mi amigo. Aunque él debería darle las gracias al Presidente”.
En otras ocasiones y circunstancias, ese tipo de cuestiones sabían resolverse en privado, con llamados entre operadores de segunda o tercera línea que intentan atemperar la situación. En la actualidad, ello no ocurre, los mensajes son públicos y lapidarios. Es la postal de la degradación de la política vernácula.
También es la muestra cabal del quiebre del peronismo, que busca volver a sus orígenes y depurarse del kirchnerismo tras dos décadas de incómoda convivencia. Ciertamente, jamás se llevaron bien, pero al menos lo disimulaban. Ello se acabó.
El peronismo “tradicional” acusa a los K de haber impulsado la corrupción a niveles superlativos y de haberse quedado con todos los lugares de relevancia dentro del Estado, principalmente las “cajas” de los principales organismos públicos. En los hechos, La Cámpora maneja el 70% del presupuesto. Una enormidad.
Entretanto, lo relevante: los indicadores sociales están totalmente destrozados. También los económicos. La inflación y el desempleo son los ejemplos perfectos de ello. En ambos tópicos Alberto Fernández hace agua: respecto del empleo, el jefe de Estado insiste en decir que hay un crecimiento en ciernes del trabajo. Con relación al incremento de precios, acusa a la imaginación de los ciudadanos. No es chiste.
La inseguridad es otra materia que Alberto se lleva a marzo. Y nada indica que se esté haciendo algo para revertir el problema. Al contrario, los organismos del Estado ostentan cada vez más empleados y estructuras burocráticas, pero no así las fuerzas de seguridad, esmirriadas frente al delito.
La frutilla del postre la regala el kirchnerismo de paladar negro, en su embestida contra la Corte Suprema de Justicia y, de refilón, contra los medios de comunicación. Como si ello aliviara alguno de los problemas referidos.
El Frente de Todos jura que busca mejorar la Justicia, pero ello es falso: lo que persigue es aleccionar a la Corte por sus fallos contra los intereses K y, de carambola, asustar a los jueces y fiscales que se atrevan a avanzar contra los funcionarios del oficialismo de turno. Es una pelea que solo le importa a Cristina Kirchner, a nadie más. Todos los demás la acompañan solo por chupamedismo.
Está claro que se trata de una batalla pírrica, que terminará en la nada misma. Porque el kirhcnerismo carece de las mayorías necesarias para avanzar en tal sentido. Sin embargo, logra un efecto inevitable, que es demostrar que la vicepresidenta sigue estando en el centro del ring. Imponiendo los principales temas de la agenda política.
Son sus últimos cartuchos. Lo que sigue es fácil de predecir: es lo mismo que ocurrió a fines de los 90, con la culminación del menemismo. Ahora también: será el fin de una etapa que empezó en 2001, con el célebre “que se vayan todos”.
Habrá que ver en qué se reconvierte el peronismo a partir de entonces. Fue de “derecha” con Carlos Menem y de “izquierda” con los Kirchner. ¿Será hora del PJ de centro? Imposible saberlo aún.
Poco importa de todos modos. Porque el PJ tiene la derrota asegurada en las próximas elecciones. No hay un solo candidato peronista que supere la mínima intención de voto. La que mejor mide es Cristina, pero no quiere presentarse. Prefiere que la bomba le explote a otro eventual presidente, preferentemente de la oposición. Y es lo que ocurrirá.
Otra vez la Argentina derrumbándose y reconstruyéndose de sus propias cenizas. La historia de nunca acabar. Siempre cometiendo los mismos errores. Una y otra vez.
¿Cuán complicado puede ser copiar a los países a los cuales les va bien? ¿Por qué siempre se busca imitar a las naciones cuya política es el fracasado populismo? Tarea para el hogar.
En otro orden de cosas, un escándalo de proporciones está por estallar y salpicará al siempre chupamedias K Gabriel Mariotto. Refiere al Club de Deportes Unión La Calera de Chile, que fue comprado en secreto por su hijo Matias.
Se trata de un club ubicado en la ciudad de La Calera, Región de Valparaíso, que desde la temporada 2018 juega en la Primera División de Chile.
Las preguntas de rigor son obvias: ¿De dónde sacó el dinero para la adquisición de marras? ¿O es plata de su padre? Si es así, ¿de dónde proviene? ¿Son fondos del kirchnerismo acaso?
Se trata de un escándalo inevitable, al que se sumará otro similar, porque Mariotto hijo está a punto de adquirir otro club chileno. Ampliaremos.
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