En 1955, Juan Domingo Perón fue derrocado por fuerzas militares y, acto seguido, proscripto para competir electoralmente. Temiendo por su propia vida, el fundador del Partido Justicialista decidió emigrar del país.
A partir de entonces, el PJ se partió en dos: unos decidieron trabajar en un incesante “operativo clamor” para combatir aquella proscripción; otros empezaron a esbozar la idea de un “peronismo sin Perón”.
A la cabeza de esa corriente se encontraba un personaje tan ambicioso como polémico, Augusto Timoteo Vandor, entonces secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina.
La movida le costó cara: el 30 de junio de 1969 fue asesinado de cinco disparos en la sede de aquel gremio, ubicado en La Rioja al 1900 de la Ciudad de Buenos Aires. La organización guerrillera Ejército Nacional Revolucionario (ENR) se adjudicó el asesinato, al que denominó "Operativo Judas".
Lo relatado viene a cuento de lo que ocurre en estas horas con Alberto Fernández a quien, dentro del seno del camporismo han bautizado, no casualmente, “Vandor”, por aquella pulsión de avanzar en un “kirchnerismo sin Cristina”. Habrá que ver hasta dónde llega la similitud con lo sucedido hace más de 50 años…
Ya lo dijo alguna vez Karl Marx, o al menos la frase se la han atribuido a él: “La historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.
Cristina Kirchner parece bien alejada de esas tribulaciones: su preocupación gravita en torno a su propio derrotero judicial, que se complica al paso de los días. Por eso, ha decidido rever su decisión de permanecer fuera de la competencia electoral.
Impulsa su propio “operativo clamor”, a través de puntuales emisarios, que le piden a diario que sea la candidata del peronismo. La vicepresidenta los escucha en silencio, jamás responde. Porque sabe que debe replegarse, como hizo en 2015.
Su futuro está en la provincia de Buenos Aires, donde buscará competir por una banca en el Senado de la Nación. No por los fueros, que no los necesita por su edad, sino para tener un lugar de poder desde donde atemperar la fuerte embestida que vendrá contra ella y su gobierno.
En la vereda de enfrente, Mauricio Macri está a punto de anunciar algo similar: confirmará oficialmente que no buscará un nuevo mandato presidencial. En realidad, lo dirá dentro de una semana, pero la decisión está tomada.
"Voy a colaborar en el lugar que pueda agregar más", dijo en las últimas horas, a efectos de tranquilizar a su propia tropa, inquieta frente a su indecisión. El único que supo de antemano las intenciones del otrora presidente fue su primo, Jorge Macri. Mauricio le pidió reserva, y él cumplió con creces.
Tras la defección del creador del PRO, ocurrirá lo obvio: los principales candidatos buscarán su bendición. Uno tras otro, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal, intentarán lo imposible.
Si tuviera que elegir, Macri lo haría por Vidal, la más maleable de los tres candidatos. Pero sabe que la ex gobernadora no tiene chances de ganar dentro de la feroz interna que viene. Allí compiten cabeza a cabeza Larreta y Bullrich, con una leve ventaja del alcalde porteño.
Mauricio habla con ambos, pero en el fondo los repudia, porque sabe que uno y otro sepultarán su legado llegado el caso. Lo quieren a Macri, sí, pero como una estampita decorativa.
Fuera de lo estrictamente electoral, se aproxima un escándalo de proporciones ya que en la Dirección de Inteligencia Criminal fue nombrado esta semana un ciudadano armenio que no tiene experiencia en ese tópico, solo un diploma por estudio de teatro. Fue nombrado como “excepción” a sugerencia de La Cámpora.
Está más que claro que a nadie le interesa resolver la cuestión de la inseguridad en el país, solo seguir haciendo lucrativos negocios.
Finalmente, se asoma una trama que complicará a un empresario cercano al kirchnerismo, llamado Adrián García Furfaro, sospechado de narcotraficante.
El hombre cobró celebridad cuando se supo que sería el intermediario de la llegada de vacunas Sputnik a la Argentina. Tras la revelación de Tribuna de Periodistas, ello se frustró.
Ahora, un grupo de agentes especializados de la Aduana-AFIP lo puso en la mira tras analizar cinco operaciones de importación de máquinas que esconden una “sobrefacturación flagrante”.
El organismo que dirige Guillermo Michel presentó la pertinente denuncia y la Justicia en lo Penal Económico ordenó allanamientos en dos inmuebles, en los que se secuestró documentación relevante para la causa. Lo que pocos saben es que, entre esos papeles, aparecen inquietantes negocios con el gobierno de Alberto Fernández. Escándalo es poco.
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