Natacha sabía todo. Absolutamente todo. Me lo dijo en 2018, a través de un mensaje privado en Twitter. Luego cambiamos números telefónicos y me siguió escribiendo por WhatsApp.
Allí detallaba, con pelos y señales, cómo un grupo de inescrupulosos manejaba una organización que impulsaba el abuso de menores. Su sede estaba en Misiones y estaba comandada por un reputado político del PJ, otrora gobernador de esa provincia.
Los que utilizaban los servicios de la “orga” eran tipos famosos, del mundo del espectáculo, la política y el periodismo. Incluso algún mediático concursante de Gran Hermano. “Por eso me atacan los medios, porque están sucios”, me decía Natacha.
En un principio, no le creí, porque los periodistas somos así, escépticos de todo y de todos. Pero ella insistía, y enviaba pruebas de todo tipo: chats, videos, documentos. Todo estaba acreditado fehacientemente. Y me terminó convenciendo.
De hecho, su testimonio ayudó a avanzar en la tristemente célebre “causa Independiente”, donde los mismos tipos habrían abusado de puntuales jugadores de las inferiores.
Su trabajo fue tan destacado, que el propio ayudante fiscal Guillermo Castro le sabía agradecer la solidez de sus aportes. Siempre documentados. Acá una de las tantas capturas:
Pero nada ocurrió finalmente con aquel expediente, porque las presiones fueron enormes. Insoportables. Por la cualidad de los implicados. Gente de mucho peso.
Y allí fue cuando hicieron tropezar a Natacha: le colaron a una espía de la AFI para contaminar su trabajo. Y lo lograron. La dejaron en ridículo. En pleno programa de Mirtha Legrand.
Le pregunté acerca de ello al día siguiente, si al menos se había dado cuenta de que la habían “operado”.
Me respondió algo que me dejó inmóvil: “Necesito hablarlo por otro medio con vos. Solo con vos. No confío en nadie”. Le agradecí la sinceridad brutal.
A partir de entonces decidió no hablar más sobre el tema y empezó a pasarme documentos y más documentos, que yo decidí conservar en su mayoría. Otros los entregué a fiscales amigos, que jamás hicieron nada de nada.
“Lo que te di es solo el 5% de todo lo que tengo”, me dijo Natacha, quien empezaba a moverse con inusual temor.
Lo que vino después es harto conocido: mi amiga murió a raíz de los severos daños que tenía su corazón, producto de sus adicciones y su frenético estilo de vida.
Y ello fue aprovechado por los inescrupulosos de siempre para “desaparecer” la información que guardaba en su tablet. Le cambiaron hasta la contraseña.
Su hermano Ulises persiste en la pelea, en busca de conocer la verdad de lo sucedido con Natacha y, sobre todo, con los datos que guardaba. Por ahora, viene perdiendo la pelea.
Alguna vez hablé con él y pude palpar el dolor que mostraba en cada una de sus afirmaciones, denotando la enorme cercanía que tenía con su hermana. No supe qué decirle. Apenas sí atiné a escucharlo y luego corté la comunicación con un sabor amargo en la boca.
Jamás volví a hablar del tema, hasta ahora, cuando la detención de Marcelo Corazza reveló que Natacha jamás había mentido en sus dichos. Ni una sola vez.
Vayan estas líneas, pues, para reivindicar su enorme figura.