Es un hecho: la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar) comenzó a depender del Ministerio de Salud, y el titular de ese organismo, Roberto Moro, ya anticipó que se trabajará con una visión “vinculada con la reducción de la demanda tanto en prevención como en tratamiento o espacios terapéuticos”.
Además, el funcionario destacó que tendrá “la posibilidad de trabajar con todas las provincias desde una mirada federal”, y aseguró con respecto a la gestión que comienza, que “hay un equipo dispuesto a abordar este desafío y recorrer todo el país para poder capacitar, descentralizar y también apoyar a las organizaciones de la sociedad civil“.
En buen romance, lo que dice Moro es que se dejará de perseguir al narcotráfico y se trabajará en la perniciosa política denominada de “reducción de daños”, la cual “enseña” a los adictos a “drogarse bien”.
Referentes de la talla de Claudio Izaguirre han puesto el grito en el cielo por esta decisión. “La reducción de daños es un concepto que se viene trabajando en la Argentina desde el año 2000, cuando se estableció en Rosario la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA). Al frente estuvo Silvia Inchaurraga, doctora en psicología. Esta promoción del consumo de drogas, este enseñarle a la gente cómo drogarse, hizo que Rosario sea lo que es hoy. Por lo tanto, lo que tenemos que tener en claro que reducción de daños es sinónimo de algo dañino para la población”, dijo a Tribuna de Periodistas.
Este mismo diario viene publicando diversas notas de tono editorial contra aquella política. Una de ellas firmada por Nicolás Sanz, titulada “No es reducción de daños, es invitar al consumo”, que bien vale la pena volver a leer.
“No es alocado suponer que la reducción de riesgos que pregona el municipio es, en realidad, una fachada cuyo único objetivo es encontrar y atraer compradores hasta ahora fuera de ese mundo de lleno miseria, depresión y muerte”, sostiene el jefe de Redacción de este medio.
La claridad de las palabras exime de mayor comentario.